Científicos lusos descubren molécula que predice hipertensión arterial pulmonar

Un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina de Coimbra (Portugal), ha descubierto que la molécula MicroRNA-424 (322) se puede usar para pronosticar la enfermedad de hipertensión arterial pulmonar.

Como recoge el comunicado de la Universidad de Coimbra, el trabajo científico, coordinado por el investigador de la citada universidad, Henrique Girao, se desarrolló a nivel clínico con un centenar de pacientes del Hospital Universitario de Coimbra y, posteriormente se practicó un ensayo con animales.

Sería el médico Rui Baptista el que identificó que dicha molécula “está presente en mayores cantidades en la sangre de los pacientes, si se les compara con otras personas que están sanas”, según el coordinador Henrique Girao.

Después, en el trabajo de laboratorio, los investigadores identificaron cómo las alteraciones iniciales del pulmón son transmitidas al corazón.

De esta manera “fue posible saber cómo las modificaciones de los vasos sanguíneos del pulmón -que son la base de la enfermedad- son transmitidas al corazón, en particular al ventrículo derecho, cuyas paredes se hacen más gruesas y menos elásticas”.

El estudio, publicado en la revista científica Cardiovascula Research, detalla que este fenómeno, denominado hipertrofia, provoca que “el corazón pierda alguna de su capacidad de contracción, provocando la muerte del paciente por insuficiencia cardíaca”.

Según el comunicado, el paso siguiente de los investigadores será el de aumentar el número de muestras de pacientes para obtener una validación científica mucho más consistente y, así, extrapolar el hallazgo al futuro uso clínico. El objetivo es que con un análisis de sangre se pueda diagnosticar la enfermedad de la hipertensión arterial pulmonar mediante el indicador de la molécula MicroRNA-424 (322) y, así, desarrollar una prevención.

La hipertensión arterial pulmonar es una enfermedad rara que en España afecta a 16 pacientes por cada millón de habitantes. Se ocasiona por la presión elevada en las arterias que comunican el corazón y los pulmones de la persona afectada. Aunque en los últimos años se han producido avances, aún es una patología que no tiene cura.
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