Ignacio del Arco: “Los sistemas que fomentan la participación del paciente mejoran los resultados en salud”

Ignacio del Arco es doctor en Ciencias Biológicas, con amplia experiencia en funciones de gestión y promoción de la investigación en el ámbito sanitario y como agente de innovación en la organización de sistemas y soluciones para la salud. Ha sido responsable de la mesa Atención centrada en las personas. Empoderamiento y autocuidado del libro 100 medidas que mejoran el sector de la salud de la Fundación Economía y Salud, y ha explicado a iSanidad. Lo mejor de la Sanidad algunas derivadas que surgen de las conclusiones.

¿Qué ventajas habría para el sistema con una mayor participación del paciente?
La mayor y principal ventaja es que los sistemas que fomentan la participación consiguen mejorar los resultados de salud.  El conocimiento acumulado, la experiencia y la práctica han proporcionado una evidencia muy consistente que demuestra el impacto positivo sobre los resultados de salud. Los pacientes que son atendidos mediante este tipo de modelos muestran un mayor nivel de satisfacción, se curan de forma más rápida, logran controlar mejor los síntomas y la evolución de sus patologías crónicas, sufren menos dolor, se mantienen más sanos, demandan menos recursos asistenciales, y en definitiva, mejoran su calidad de vida al generar una experiencia mucho más positiva para los pacientes y sus familias, justo cuando más lo pueden necesitar, en un momento vital marcado por la enfermedad de un ser querido.
Desde la perspectiva de un modelo de atención centrada en la persona, las ventajas de la participación se extienden además a todas las partes interesadas en el proceso, a los pacientes y sus familiares, los profesionales de la salud y las organizaciones que prestan o financian los servicios de atención y cuidados.  Los centros o equipos que aplican aproximaciones en esta línea en su funcionamiento  también incrementan la satisfacción de los profesionales, aumentan su motivación, promueven el trabajo en equipo, mejoran las relaciones entre el personal y con otras unidades o servicios, potencian la interacción y la comunicación con los pacientes y reducen costes innecesarios o prácticas que no generan valor.  Todo ello se traduce en que se consigue ser mucho más eficientes, al optimizar el uso de recursos y materiales, o a reducir los tiempos de atención,  la necesidad de consultas, re-ingresos, pruebas diagnósticas, derivaciones y tratamientos.

Las ventajas de la participación se extienden además a todas las partes interesadas en el proceso

¿Hay relación económica entre educación para la salud y cronicidad?, ¿es una tarea pendiente?
Diría más bien que es una tarea “en progreso”, y que quizás en los últimos años no “progresa adecuadamente” o al menos al ritmo que debería. Creo que esa relación económica entre educación para la salud y cronicidad es innegable ante el desafío global de sostenibilidad al que se enfrentan los sistemas de atención y cuidados, marcados precisamente por el incremento de las necesidades de cuidados a lo largo de la vida, o  la tendencia imparable en el envejecimiento de la población y en el aumento de prevalencia de las enfermedades crónicas.
El primer tratamiento contra las principales enfermedades es, o debería ser, la educación para la salud. Muchas de las principales causas de muerte en nuestro país y de las enfermedades crónicas más frecuentes son perfectamente evitables a partir de acciones de educación para la salud, sensibilización social, prevención, auto-cuidados o la adopción de hábitos de vida saludables. Creo que la persistente crisis económica de los sistemas se origina al menos en parte, porque no hemos sabido invertir bien en la educación para la salud, y no solamente ya desde las políticas de salud, si no desde las políticas de atención social, de educación, del trabajo, de la economía, del medioambiente, de la cultura, las ocio y las de todas aquellas que al final configuran los determinantes de salud de cualquier persona, además de los suyos propios como individuo (edad, sexo, genética…). Por eso, y volviendo a las ventajas de los modelos de atención centrada en la persona; aunque no deberían ser la principal razón para su aplicación, no se pueden ignorar los beneficios económicos que producen.

La educación para la salud no “progresa adecuadamente”

¿A mayor información y educación del paciente crece el nivel de autocuidado?
En términos generales creo que si. Es lógico pensar que si el paciente sabe más cosas sobre como funciona su propio organismo, las razones por las que desajusta durante la enfermedad y las opciones que tiene para prevenirlas o actuar para recuperar su salud o evitar complicaciones; podrá responder mejorando sus conductas, evitando factores de riesgo o fortaleciendo el cumplimiento terapéutico. Pero desgraciadamente esto no es tan obvio como puede parecer, y muchas veces a pesar de disponer de la información necesaria, tomamos elecciones sabiendo que perjudican nuestra salud. También hay pacientes que prefieren no saber, o que por lo que sea no están en condiciones o en situación de participar de forma activa en sus cuidados.
Pero un verdadero sistema de atención centrada en la persona, también se tiene que ocupar por definición de darles una respuesta adecuada a sus necesidades, y por tanto de tener en cuenta sus preferencias personales o las posibles limitaciones para acceder o utilizar esa información clave para su salud. En el grupo de expertos que participó en la mesa de Atención Centrada en las Personas del Foro de la Fundación Economía y Salud se debatió en este sentido la utilidad de algunas herramientas como las “escalas de activación del paciente” (patient activation measures) o de “estratificación negociada”, que a partir de las preferencias personales y características propias de cada paciente, establecen las rutas de actuación más apropiadas de comunicación, nivel de información, canales o mensajes para  transmitir al paciente y/o a sus familiares, y a otros profesionales o personas de su entorno que puedan estar implicados en los cuidados de esta persona.

Si el paciente sabe más cosas sobre como funciona su propio organismo podrá responder mejorando sus conductas, evitando factores de riesgo o fortaleciendo el cumplimiento terapéutico

¿Empoderamiento del paciente implica un cambio organizativo o cultural para que participe en las decisiones que afectan a su salud?
Indudablemente. Uno de los tres ejes fundamentales de acción sobre los que se agruparon los resultados del panel de expertos es precisamente la necesidad de una nueva organización sanitaria más abierta, que permita y fomente las vías de participación para conseguir el nuevo modelo de atención. Hablamos de cambios en el sistema normativo, de aumentar la flexibilidad de las organizaciones para que se puedan adaptar a las necesidades de las personas que necesitan y de las que prestan los cuidados. En muchas ocasiones no se necesitan grandes transformaciones ni inversiones millonarias; basta tan solo con activar el conocimiento interno que existe en los propios centros y repensar un poco los procesos y recursos que ya emplean en su actividad diaria.
Otra ventaja añadida de este tipo de aproximaciones participativas, es que siempre contribuyen como motor de ese cambio cultural. El empoderamiento de los pacientes, sus familias y los profesionales que los atienden; permite que se sientan como parte activa de un movimiento cuyos beneficios además perciben directamente, y eso contribuye a la transformación y mejora del sistema en una corriente que fluye de abajo hacia arriba (bottom-up).

Ya hay modelos de métricas que incluyen indicadores relacionados con la participación de los paciente

¿Se podría medir el nivel de involucración del paciente en el sistema sanitario?
Sí, y de hecho se hace. No solo del nivel de participación, si no del impacto que eso tiene en otros indicadores de actividad, efectividad y calidad del propio sistema sanitario. La evaluación continua es una parte más de los propios procesos participativos, que requieren ir ajustándose de forma dinámica para incluir las perspectivas e intereses propios de cada una de las partes. Por eso apuntaba antes que los beneficios de los modelos de atención centrada en la persona se sustentan sobre una evidencia muy sólida, desarrollada en proyectos muy diferentes, en distintos servicios de atención, y en todo tipo de instituciones de cuidados, desde modelos de cooperación al desarrollo de la salud para pequeñas comunidades en África, en centros de referencia internacionales, en hospitales grandes o pequeños, y hasta en organizaciones prestadoras de servicios de salud en un sistema de carácter más privado como el estadounidense. En diferentes modelos de métricas ya se incluyen indicadores relacionados con la participación de los pacientes, a veces reflejados como resultados en encuestas de satisfacción o incluidos como medidas del nivel de calidad en los cuidados de salud que ofrece un determinado sistema.
Una de las medidas concretas que se propuso en nuestra mesa de trabajo abordaba la necesidad de hacer más visible el compromiso de las instituciones con estos modelos de atención centrada en las personas, precisamente a través del establecimiento de estándares específicos y mejorarlos a través de su difusión análisis comparativo, definiendo por ejemplo cinco puntos básicos para poder evaluar la participación y los resultados obtenidos a partir de los procesos de atención integrada y centrada en los pacientes.

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