Aliviar el dolor de los que huyen, la labor sanitaria en la ruta migratoria mexicana

..Elena Santa María.
En los últimos meses han fallecido dos niños mientras estaban detenidos tras haber intentado cruzar la frontera de México y Estados Unidos. Estos hechos y el seguimiento mediático de una de las caravanas migrantes más numerosas que se habían visto hasta la fecha, y a la que después han seguido otras, han puesto el foco sobre la frontera más transitada del mundo. Sin embargo, el fenómeno migratorio en esta parte del globo no es nuevo. Médicos Sin Fronteras (MSF) y muchas otras organizaciones, llevan muchos años ayudando a estos migrantes en su paso por México, en un intento de aliviar, en la medida de sus posibilidades, su dolor. Pero, ¿por qué son tantos los que huyen de su país?

La mayoría de los migrantes que abandonan su país con el sueño de obtener un permiso de residencia en Estados Unidos son hondureños, salvadoreños o guatemaltecos. Dejan sus países huyendo de la violencia, y por la falta de recursos y derechos. Néstor Rubiano, responsable de salud mental de Médicos Sin Fronteras en México, nos cuenta que en esos países tienen muy pocas oportunidades para sacar adelante a una familia y que el acceso a la salud es muy precario.

Médicos Sin Fronteras (MSF) y muchas otras organizaciones, llevan muchos años ayudando a estos migrantes en su paso por México, en un intento de aliviar, en la medida de sus posibilidades, su dolor

Honduras, El Salvador y Guatemala conforman el llamado Triángulo Norte, una de las zonas más violentas del mundo. La principal causa de los altos índices de criminalidad de estos países son las pandillas conocidas como maras; los dueños y señores de las calles que se dedican a negocios como el tráfico de drogas y de personas o la extorsión. Con total impunidad estas maras asesinan a todo aquel que se niega a entrar en sus negocios o directamente en el grupo. Ante esta situación la dureza del viaje y la incertidumbre del destino se presentan a menudo mucho más atractivas que quedarse atrás. Los números hablan por sí solos: MSF calcula que en el Triángulo Norte 500.000 personas abandonan su hogar cada año.

Cristopher Rogel Blanquet/MSF

Una vez que emprenden el viaje hacia el norte, las condiciones no son mucho mejores. Sufren violencia en los países de tránsito y en la frontera. Cuando les atienden los profesionales de MSF tienen enfermedades contraídas durante el camino, infecciones respiratorias, lesiones en la piel, llagas en los pies, están deshidratados, con diarrea por haber bebido agua de cualquier sitio, dolor de huesos, tobillos torcidos…pero lo peor con diferencia, nos explica Rubiano es el maltrato psicológico. Viven con miedo permanente porque en cualquier esquina les roban, les secuestran, les torturan, les amenazan constantemente. Cuando llegan a los albergues de acogida, lo hacen “en una situación médico-humanitaria denigrante”.

Honduras, El Salvador y Guatemala conforman el llamado Triángulo Norte, una de las zonas más violentas del mundo

Por esta razón, la atención psicológica es una de las prioridades de MSF en sus diferentes centros establecidos a lo largo de la ruta migratoria en México. Actualmente están establecidos en cuatro puntos, trabajando siempre en colaboración con albergues para migrantes: La 72 en Tabasco, la Casa del Migrante de la Diócesis de Coatzacoalcos en Veracruz, y las Casas del Migrante Nazareth y AMAR en Nuevo Laredo. Además cuentan con un Centro de Atención Integral para los casos más graves en Ciudad de México, donde gestionan servicios médicos especializados. Paradójicamente, alguno de estos albergues se encuentra a pocos metros de un centro de salud, pero “los inmigrantes no pueden acceder, el personal sanitario los estigmatiza o llama a las autoridades para que los deporten” señala Rubiano. En estos albergues pueden permanecer a salvo 24, 48 o 72 horas. Algunos les permiten una estancia más larga de varios días o incluso meses, en estos casos suelen colaborar en tareas sencillas. Al salir del albergue continúan su camino. Pero no todos, algunos están tan cansados que se entregan al Instituto Nacional de Migración para que los deporten.

Cuando llegan a los albergues de acogida, lo hacen en una situación médico-humanitaria denigrante

Además de la atención médica y psicológica, durante su estancia en el albergue reciben formación para enfrentarse mejor a las adversidades que presenta la ruta: cómo evitar el riesgo de secuestro, dónde cargar el teléfono, cómo formar los grupos.

Marta Soszynska/MSF

Pero todo este trabajo no asegura que lleguen bien, reconoce resignado Néstor, “no sabemos cuántos logran cruzar de manera efectiva”. Pero lo que sí saben es que se han marchado del albergue más sanos de lo que entraron, cuidados, descansados, habiendo recibido tratamiento para sus enfermedades y acompañamiento psicológico. “Mientras haya violencia lo único que podemos hacer es tratar de aliviar su dolor”.

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