..Dr Francisco M Toquero de la Torre. Ex vicepresidente de la UEMO y ex vicesecretario general de la OMC.
Cualquier directivo público aspira a tener la ayuda de un gestor que comparta sus objetivos. Tiene que estar al día de las nuevas tecnologías, conocer la normativa que debe aplicar, estar al tanto de las últimas reformas… Pero también se debe a un comportamiento ético en la gestión pública, y sobre la función pública.
El germen de la corrupción se encuentra en la generalización de los puestos de libre designación. También puede incrementarse entre los funcionarios con altas responsabilidades y gran incompetencia. Para cachorros de partido, palmeros más jóvenes que llegan empujando “fuerte”, la libre designación es un gran atajo. Pueden consolidar una formación o una oposición, y saltarse el escalafón. Nada es mejor que ser reclamados por un directivo político, incluso de otra Administración. Si además existe cierta afinidad con el partido en el Gobierno de esa Administración, parece que hay un atajo garantizado. Como en el reciente caso de la Junta de Andalucía y su microcítica regeneración.
¿Tiene derecho el político a tener colaboradores de su confianza? Si, pero ¿a qué nivel?
La Administración de los funcionarios o de los políticos
La jurisprudencia permite la libre designación cuando se da el requisito de la especial responsabilidad. El problema es que con frecuencia se omite su justificación. Hay sentencias del Tribunal Supremo sobre el asunto.
La objetivación de los puestos de esta última clase (“especial responsabilidad”) está incorporada a las relaciones de puestos de trabajo. En todo caso, “la denominación y características esenciales de los puestos deben ser públicos, con la consecuente facilitación del control. Luego se puede concluir que “la asignación del sistema de libre designación comporta, por parte de la Administración, el ejercicio de una potestad discrecional con elementos reglados”.
Pero al final, ¿quién tiene la llave para acabar con la generalización indiscriminada de la libre designación? Precisamente el personal de libre designación, el personal eventual o los políticos gobernantes, difícil para resolver los problemas.
La aberración es que la función crea el órgano y no a la inversa. Llegamos entonces a la “empleomanía”. Es un término que indica que se crea empleo para los empleados y no los empleados para los empleos.
Se crea empleo para los empleados y no los empleados para los empleos
Es el claro ejemplo de cómo crear cargos o empleos para determinadas personas, sin consideración alguna a su necesidad, mérito o capacidad. Solo tienen el exclusivo objeto de favorecer a próximos parientes o a los amigos preferidos.
Nepotismo y amiguismo, es decir, dos formas discrecionales y arbitrarias de proveer cargos y puestos. No es necesario ni mérito ni necesidad, solo favorecer a familiares y amigos.
Recientemente lo hemos visto en la Consejería de Sanidad y sus nombramientos de gerentes y directivos, donde lo importante es el equipo y no la profesionalidad…
En Grecia, el tirano Pisístrato entregó la mayoría de los cargos políticos y públicos a familiares y amigos más cercanos. El propio Napoleón otorgó varios cargos públicos a sus familiares. Platón que, a pesar de defender el gobierno de los mejores, incurrió en actos de nepotismo. De hecho, designó, para sucederle en la Dirección de su Academia, no a Aristóteles, que era su mejor y más brillante alumno, sino a su sobrino Espeusipo.
El amiguismo es el trato de favor hacia los amigos
El nepotismo se opone a lo dispuesto en el artículo 21.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dice: “Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas de su país”.
El amiguismo es el trato de favor hacia los amigos, a los que se conceden cargos o empleos públicos. Se les concede por el mero hecho de serlo, sin tener en cuenta otros méritos.
La vergüenza es la paralización y el demérito de la función pública de cara a los ciudadanos. En Andalucía ya estamos hartos.