..Dr Francisco Toquero de la Torre*.
Realizar unas duras y no muy optimistas declaraciones sobre el estado de la pandemia del coronavirus en España, no es baladí; hay que dejar muy claro y señalar que el peligro del virus se ha acentuado por un mal manejo de la crisis, puesto que el problema médico está relacionado con el económico. “La sanidad se paga con dinero y si destruyes el tejido económico, luego no tienes recursos sanitarios para combatir la enfermedad. En algún momento, hay que priorizar uno de los dos”. Por eso muchos profesionales, hemos pedido que se realice una auditoría independiente sobre la gestión.
No es posible que España sea el primer país en mortalidad, casos y en repercusión económica, por segunda vez en 6 meses. Eso no puede ser casual. Tienen que hacerlo técnicos que no tengan ningún peaje político ni económico que pagar ya que eso prostituye completamente los resultados. Además, prevé que esto no parece que vaya a acabar. No ha sido el virus sino la respuesta lo que ha provocado un empobrecimiento en España.
Estábamos avisados, pero como de costumbre, rezamos, aplaudimos y valoramos cuando la desesperación y el miedo nos invaden; y al poco tiempo nos olvidamos y no aprendemos nada
Sin unidad política, politizando la crisis, y con un gobierno y oposición de incompetentes, vividores, bajo el dogma de la estulticia y de la mentira, de personalismos y de egos, y sin altruismo social y solidaridad, nos hacen rehenes de nuevo del Covid-19.
Sanitarios, médicos, los que luchan y han luchado en primera línea, no han dejado de prevenirnos, de pedir responsabilidad, de exigir medidas contundentes, de solidaridad, para evitar en lo posible los efectos de la segunda ola en la que estamos inmersos.
No hemos hecho caso, no valen aplausos hipócritas, no valen lamentos, ni canciones, ni homenajes; solo vale la exigencia de responsabilidad individual a la sociedad civil, y a esa dirigencia de pésima calidad que nos gobierna y que potencia nuestra debilidad estructural en términos sociales y políticos que olviden sus intereses corporativos, jaleando siempre una opinión publica sectaria, trivial y con multitud de prejuicios, con una falta de educación y de conocimientos colosal. Son déficits de pensamiento estratégico como nación, incapaz de solventar un problema más allá de su propia supervivencia en el fango de la ignorancia, que les rodea.
Nadie ha sido capaz de extraer enseñanzas de lo pasado y de lo acontecido. Más de 30.000 muertos sin justificar y sin compadecer, que volverán a ser aumentados. ¿Bajo qué pretexto esta vez?
Nadie ha sido capaz de extraer enseñanzas de lo pasado y de lo acontecido
Si bien ya en la política ordinaria los argumentos tramposos son frecuentes, con motivo de la pandemia la cosa resulta exagerada. Se han hecho necesarios y permanentes. Por ejemplo, cuando se dice que en una situación límite como la actual todos debemos unirnos y evitar la crítica: mentira. O eso de “saldremos más fuertes”: mentira bis. Si el barco se está hundiendo y vamos a ahogarnos todos, no parece procedente ponerse a discutir de quién ha sido la culpa; tiempo habrá si nos salvamos. Pero eso no quiere decir que no se puedan criticar las medidas concretas que se adoptan para salvarnos o rechazar la conducta del capitán que se mete el primero en el bote para salvarse a sí mismo. Una democracia sin crítica, sin contraposición de opiniones, no es más que un sistema autoritario.
La falacia está, para mí, en la simpleza de tales rotundas afirmaciones, la crisis todavía no ha acabado. Sin duda, hay que aceptar que no es sencillo tomar una decisión como la del confinamiento de 46 millones de españoles, o ahora como la Comunidad de Madrid, un confinamiento selectivo, con grave perjuicio económico para empresas, personas y para el país entero. No es un escenario deseable para ningún gobierno; aunque también es verdad que pudieron tomarse medidas preventivas menos drásticas, como hicieron algunos países como Chequia. Por cierto, cuyo ministro de Sanidad ha dimitido por cifras que ya hubiese querido tener España, en los mejores días de pandemia
Cada uno de nosotros debería hacer autocrítica planteándose qué medidas habría tomado a título particular para aplicar el mismo rasero a los demás. Claro que la información de que dispone el gobierno es mucho mayor que la de la gente común, que espera legítimamente las indicaciones que le hagan sus gobernantes, en quienes precisamente han delegado la adopción de medidas de interés colectivo.
Si sólo hubiera que seguir las indicaciones de los expertos se estaría admitiendo que el gobierno sobra
Si sólo hubiera que seguir las indicaciones de los expertos se estaría admitiendo que el gobierno sobra y que basta una administración de sabios o técnicos (de las “exploradoras” y no de los “chamanes” de los que hablaba Víctor Lapuente), cuando eso es precisamente lo contrario de lo pretendido en este gobierno, muy político –recordemos las campañas feministas y climáticas. Es un argumento que no creen ni los que lo emiten. El conocimiento experto, además de experto, ha de ser independiente. La capacidad técnica sin ética no sólo es inútil, es contraproducente. Un experto que dice lo que quiere oír el que le paga no es un experto independiente cuyo criterio deba ser escuchado como la voz de la razón científica, sino más bien como la voz de su amo.
Una democracia cuyos ciudadanos no tienen criterio es una democracia expuesta a las falacias y, por tanto, a la manipulación. Hagamos el esfuerzo de tener criterio.
La desafección hacia la clase política se ha forjado en parte en la creencia de que todos ellos mienten y además con impunidad. Pero hay políticos sinceros y farsantes en un porcentaje similar al resto de los ciudadanos, aunque las consecuencias de sus mentiras son mucho mayores. En todo caso, no siempre es voluntaria. La distracción es también una técnica de los políticos para que el ciudadano desvíe la atención de lo importante y se fije en un punto de interés alternativo que no compromete el truco. Si sale bien, los suyos le aplauden.
Los que más mienten son los corruptos para intentar tapar sus actos, es evidente y explica un determinado tipo de mentira –apunta el sociólogo y politólogo Robert Fishman, profesor de ambas materias en la Universidad Carlos III de Madrid.
Los que más mienten son los corruptos para intentar tapar sus actos
Los políticos mienten para eludir responsabilidades o para apuntarse algún tanto que no les corresponde. También para facilitar negociaciones y para conseguir apoyo social. “La política va de ganar el poder y mantenerlo”, ya lo dijo Maquiavelo –añade Bartomeus–. Así funciona. El problema con la mentira de los políticos es que en el fondo nos molesta que nos tomen por tontos. Y últimamente se lo toleramos menos. Antes el político era una persona respetada, ahora a las autoridades en general se les reconoce menos una estatura moral. Respecto al castigo social a la mentira, marca una distinción: “Se lo toleramos en función del ambiente. Cuando las cosas van bien, somos más tolerantes, cuando van mal, tenemos menos manga ancha”, sostiene.
*Dr Francisco M Toquero de la Torre. Médico de Urgencias. Ex vicesecretario de la Organización Médica Colegial. Ex vicepresidente de la UEMO (Médicos de Familia Europeos)