..Juan Pablo Ramírez.
El problema de la inmunosenescencia viene de antiguo, pero la pandemia de Covid-19 ha puesto el foco sobre este proceso relacionado con el envejecimiento. El director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas del Grupo Ynmun, el Dr. Fernando Fariñas, destaca dos tipos de factores: los ambientales y los genéticos. La ciencia trabaja en la actualidad para detectar aquellos genes que intervienen en el proceso de envejecimiento. De llegar a puerto, estas investigaciones jugarán un papel clave en la protección de nuestros mayores. “Podremos realizar una vacunación individualizada cuando dispongamos de biomarcadores de inmunosenescencia más finos”, destaca el Dr. Fariñas.
¿Hasta qué punto la pandemia de Covid-19 ha puesto sobre la mesa el problema de la inmunosenescencia?
La Covid-19 ha puesto en la mesa el problema del envejecimiento y su relación con el declive del sistema inmunitario. Pero no es algo nuevo. La inmunosenescencia es un problema candente. Tenemos una población con una edad cada vez más avanzada y esto da lugar a la existencia de una población muy vulnerable no solo para la Covid-19, sino para cualquier otro tipo de infección.
Si miramos cualquier gráfica de incidencia y de tasa de mortalidad en infecciones que no sean la Covid-19, desde los neumococos hasta la gripe, veremos que siempre la mayor mortalidad se produce en las personas mayores. Y esto está claro que se debe al proceso en sí de la inmunosenescncia. La pandemia ha hecho que nos fijemos más en la inmunosenescencia, pero es un fenómeno que ya estaba ahí.
La Covid-19 ha puesto en la mesa el problema del envejecimiento y su relación con el declive del sistema inmunitario
¿Cómo se produce y por qué se produce este fenómeno de la inmunosenescencia?
La inmunosenescencia se define como el declive de las funciones inmunitarias de la persona debido al proceso de envejecimiento. Las funciones inmunitarias que entran en declive o que se deprimen son realmente todas, desde los mecanismos de respuesta de inmunidad innata hasta los mecanismos de respuesta de inmunidad adaptativa entre los que entran, la inmunidad humoral, y la celular. Todas esas funciones inmunitarias entran en declive con el devenir de los años.
Cualquier agente infeccioso “prende” mucho más en una persona que esté en un proceso incipiente de inmunosenescencia que una persona que no. Incrementa no solo el número de infecciones sino también la gravedad. Aumenta, por tanto, la posibilidad de muerte por esas infecciones.
Aparte de ese declive de la función inmunitaria se producen otras alteraciones inmunitarias que impiden que la persona mayor pueda controlar el proceso inflamatorio. Al no controlar la inflamación, en muchas ocasiones, no es el agente infeccioso el que acaba con la vida de la persona mayor sino el propio proceso inflamatorio descontrolado, que es lo que está ocurriendo con la Covid-19, con una sepsis o con una gripe en una persona mayor. El virus no es eliminado de forma efectiva ni a tiempo, y el organismo va llamando cada vez a más células inflamatorias al lugar de infección, intentando compensar así esa respuesta poco efectiva. Finalmente ese proceso inflamatorio exacerbado y fuera de control, produce un fallo multiorgánico y la muerte del individuo.
Aparte de ese declive de la función inmunitaria se producen otras alteraciones inmunitarias que impiden que la persona mayor pueda controlar el proceso inflamatorio
¿Qué factores influyen en la inmunosenescencia?
La genética pesa, y pesa bastante, pero sabemos que influyen también los factores ambientales. Una dieta adecuada o el ejercicio físico moderado, por ejemplo, pueden aminorar o ralentizar el proceso de inmunosenescencia. Sabemos que existen determinadas vitaminas y oligoelementos que podrían ayudar, como la vitamina D o el zinc, de las que existe una alta prevalencia de déficit en la población mayor.
El ejercicio físico moderado incrementa en la persona mayor su capacidad de respuesta frente a las infecciones y de regular el proceso inflamatorio. Por supuesto, hay otros factores importantes como por ejemplo el estrés. Se ha demostrado que en las personas mayores que viven solas, con muy poca interacción social y con depresión se acelera el proceso de inmunosenescencia. En personas mayores que ven a sus hijos, están con sus nietos, tienen un grupo de amigos o salen, tienen un proceso de inmunosenescencia que viaja a una velocidad menor.
Si se vacuna a un individuo inmunosenescente en el que influyan negativamente los factores ambientales, es muy posible que genere una mala respuesta a la vacuna
Al modificar estos factores ambientales y le añadimos la vacunación mejoraremos el proceso de inmunosenescencia. Si se vacuna a un individuo inmunosenescente en el que influyan negativamente los factores ambientales, es muy posible que genere una mala respuesta a la vacuna. Si controlamos todos esos factores ambientales, no solo contribuimos a que el individuo desarrolle menos infecciones y menos severas, ayudamos a controlar mejor la inflamación y a generar mejores respuestas a las vacunas.
¿Cuándo se inicia este proceso de la inmunosenescencia?Normalmente no se asocia a una edad determinada y fija. No se trata de que a partir de los 65 años comienza el proceso de inmunosenescencia. Es un proceso progresivo. De hecho se han descrito dos fenotipos de senescencia: el fenotipo frágil y el fenotipo robusto.
El primero se refiere a aquella persona mayor, “que se le nota que es mayor”, que va arrastrando los pies, que está muy delgadita, frágil… Esas personas responden muy mal a las infecciones, son más propensas a enfermar y además, son las que suelen responder peor a la vacunación. Mientras que el fenotipo robusto, que a pesar de contar con 70 u 80 años, tienen una buena apariencia. Esas personas robustas parece que tienen un proceso de inmunosenescencia menos grave y por lo tanto una mayor capacidad para responder a infecciones y para responder de forma efectiva a las vacunas.
Podremos realizar una vacunación individualizada cuando dispongamos de biomarcadores de inmunosenescencia más finos
Puede también haber gente muy joven, con 30, 35 o 40 años, que sin embargo, y a pesar de su edad cronológica, presentan rasgos inmunosenescentes, es decir, que su edad cronológica puede indicar una cosa, pero su sistema inmunitario funciona como si fuese mucho mayor. Las causas de este proceso de inmunosenescencia temprana pueden ser genéticas y/o ambientales. Es decir, si consumen drogas, alcohol, tienen un alto nivel de estrés, una mala dieta… Todo esto contribuye a que incluso una persona joven pueda desarrollar rasgos inmunosenescentes . No todo es la edad cronológica.
¿Existen biomarcadores para detectar de forma precoz la inmunosenescencia?
Los investigadores buscan biomarcadores de senescencia en general y de inmunosenescencia en particular. Ya tenemos algunos marcadores e incluso se han establecido lo que se llaman los PRI o los perfiles de riesgo inmunitario, que son marcadores inmunitarios que van ligados a este proceso. Son datos que se obtienen a través de un estudio inmunológico y genético de la persona. Pueden predecir si un individuo está en un proceso de inmunosenescencia incipiente. Pero no tenemos actualmente un marcador capaz de detectar aquellas personas que van a sufrir un proceso de inmunosenescencia más severo.
No tenemos un marcador, tenemos muchos marcadores potenciales y desde el punto de vista genético, hay un importante número de genes incluidos. No hay un biomarcador en sí sino un conjunto de biomarcadores. Desde el punto de vista genético, no hay un gen en particular, porque intervienen muchísimos genes en el proceso de envejecimiento. Cada vez se describen más, pero a futuro, no vamos a tardar mucho, seguro que pronto dispondremos de biomarcadores mucho más finos.
Puede también haber gente muy joven, con 30, 35 o 40 años, que sin embargo, y a pesar de su edad cronológica, presentan rasgos inmunosenescentes
¿Hasta qué punto influye el fenotipado en la estrategia de vacunación?
Las estrategias de vacunación se basan en la edad. Se está haciendo bajo ese criterio que es artificial, es un criterio poblacional y de salud pública pero no individual. No podemos distinguir entre fenotipo robusto y frágil en proceso de vacunación masiva. Ya se está hablando de la vacunación personalizada y la podremos llevar a cabo cuando contemos con biomarcadores más finos.
Me refería ya no solo al Covid-19 sino a la necesidad de incorporar un calendario para todas las etapas de la vida.
Ampliar el calendario de vacunación a todas las edades es algo de lo también llevamos mucho tiempo hablando. Las vacunas no son solo cosa de niños. Hay dos grupos de edad que, desde el punto de vista inmunitario, son población de riesgo. Unos son los niños menores de 5 años debido a su inmadurez inmunitaria y otros son las personas más mayores por el “exceso de madurez” o la inmunosenescencia. Evidentemente, son dos grupos de población que necesitan el apoyo de la vacunación.
A los niños ya se lo hacemos perfectamente en un calendario muy bien marcado, pero no la tenemos para los adultos. Habría que crear un calendario para los adultos y para los mayores, especialmente frente a infecciones muy frecuentes en los adultos mayores como la gripe, el neumococo, el herpes zoster, y ahora la Covid-19… Pero también por ejemplo la tosferina, es una vacuna que todo el mundo cree que es cosa de niños y no es así. De hecho, en muchos países se ha implantado la vacunación de tosferina en personas mayores. Pueden ser además vehículo de transmisión de esta bacteria a los nietos y la gente más joven.
Desde el punto de vista genético, no hay un gen en particular, porque intervienen muchísimos genes en el proceso de envejecimiento
Se está investigando en la actualidad la vacuna contra el virus sincitial respiratorio. Varios candidatos se encuentran en ensayo clínico avanzado y se está planteando no solo vacunar a los niños y a las gestantes sino también las personas mayores. Sería importante en aquellas que padezcan una enfermedad respiratoria crónica como la enfermedades pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el asma.
¿Cómo se podría impulsar este calendario para todas las edades de la vida en las comunidades autónomas?
Las comunidades autónomas tienen transferidas las competencias. Me consta que sus servicios de salud pública trabajan en ampliar el calendario para las personas más mayores. Estamos en el proceso de estudio, de ver el coste efectividad, de la implantación de estas vacunaciones… De aquí a muy poco tiempo, y creo que la Covid-19 también le ha dado un empujón a esto, tendremos un calendario vacunal establecido y riguroso en todas las comunidades autónomas.
¿Se conoce qué impacto tienen ahora mismo en la edad adulta?
Hay algunas en las que si tenemos muchísimos datos, como el herpes zoster. Se ha estudiado mucho su incidencia en la población más mayor y toda la patología que produce desde la neuralgia postherpética hasta casos más graves de meningoencefalitis.
En tosferina no hay muchos datos. Fundamentalmente por una cosa, no se encuentra lo que no se busca y no se busca lo que quizás desconozcamos que existe. Organizaciones como el CDC o la Organización Mundial de la Salud advierten que ante un paciente con más de una semana de tos persistente, debe realizarse un diagnóstico diferencial de tosferina. Actualmente contamos con muchos datos sobre neumococo o sobre herpes zoster, pero muy poco sobre tosferina.