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Dolor abdominal, diarrea, hinchazón, estreñimiento y flatulencias son síntomas del Síndrome del Intestino Irritable (SII). Entre el 10% y el 20% de la población española experimenta alguna vez en su vida síntomas de esta patología, pero solo un 15% consulta con su médico. Hay un alto porcentaje de infradiagnóstico para una enfermedad que supone la segunda causa de absentismo laboral en España.
En el contexto del Día Mundial de la Salud Digestiva, celebrado el 29 de mayo, la Dra. Encarnación Arriaza, directora médica de Grupo Farmasierra, ha realizado una entrevista para iSanidad donde habla de la importancia de los probióticos. “Se desconoce la etiología de la enfermedad. Pero las últimas evidencias acerca de la microbiota indican que usar el probiótico Bifidobacterium longum 35624 mejora la sintomatología global y la calidad de vida de los pacientes”.
El SII es una patología funcional que provoca en el paciente una serie de sintomatología que se caracteriza por un dolor y distensión abdominal recurrente, y a veces diarrea o estreñimiento. Una sintomatología muy anodina no específica de este síndrome que puede aparecer en otras muchas patologías.
Además, no tiene una prueba específica de diagnóstico, y cuando el médico realiza las exploraciones pertinentes, como puede ser una colonoscopia o una analítica, no encuentra ni una lesión en el intestino ni unos valores anormales. Todos estos factores dificultan enormemente el diagnóstico. De hecho, existe un periodo de muchos meses desde que el paciente empieza a tener la sintomatología y el médico llega al diagnóstico.
El Síndrome del Intestino Irritable no tiene una prueba específica de diagnóstico
Desgraciadamente, no tenemos un tratamiento que cure esta enfermedad. Lo que sí se puede hacer es mejorar la sintomatología. Y aquí juegan un papel muy importante los probióticos porque van a añadir aquellas bacterias menos fermentadas o menos fermentativas.
Cada día tenemos más evidencia de que la microbiota juega un rol fundamental en estos pacientes, ya que parece que tienen una microbiota diferente al del resto de la población sana.
No hay tratamiento que mejore la enfermedad, lo que se puede hacer es mejorar la sintomatología
Al igual que no se le dice a un paciente “tómese cualquier antibiótico”, con los probióticos sucede lo mismo: hay que determinar qué probiótico, cuánto tiempo y en qué cantidad. Se debe entender que cada probiótico es diferente en función de la cepa. Y se deben que conocer aquellas cepas específicas para cada patología cuya eficacia ha sido demostrada a través de ensayos clínicos. Esto es importante que cale en el médico.
Hay que determinar qué probiótico, cuánto tiempo y en qué cantidad para cada patología
Unas de las sintomatologías son el dolor y la diarrea. Imaginemos un paciente que llega a un restaurante y que, en un momento determinado, tiene que salir corriendo al baño. O un directivo que está en una reunión y que tiene que salir de la reunión para ir al servicio.
En definitiva, si un paciente sufre esta sintomatología que le impide hacer una vida normal, la patología le está mermando su calidad de vida. Por lo tanto, es una patología que tiene una gran influencia en la calidad de vida de los pacientes.
Unas de las sintomatologías son el dolor y la diarrea, que merman la calidad de vida
Desgraciadamente, como en otras muchas patologías como el hipotiroidismo, la mujer tiene una mayor incidencia. Prácticamente, uno a dos, dos mujeres frente a un hombre. Además, en mujeres jóvenes, especialmente hacia los 35 años, y siempre menor de 50 años.
Se desconoce la etiología de la enfermedad, ojalá la supiéramos porque sería mucho más fácil actuar. Por eso, no existe una medicación específica. Y esto nos lleva a utilizar una medicación tan dispar como puede ser un antidepresivo o una loperamida para quitar la diarrea Lo que sí que se sabe es que hay determinadas circunstancias que empeoran la sintomatología, como puede ser el estrés, el sedentarismo o ciertos alimentos.
Hay determinadas circunstancias que empeoran la sintomatología, como puede ser el estrés, el sedentarismo o ciertos alimentos
A través de pruebas diagnósticas como una colonoscopia, la EII, como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, es evidente porque se ve la lesión que provoca. Se distingue que las vellosidades están alteradas e, incluso, en estadio más avanzado, aparecen úlceras.
Sin embargo, en el SII no hay nada, se ve un intestino absolutamente normal. Y todas las pruebas que se hacen son normales. Únicamente es la sintomatología la que te permite detectarlo. Por tanto, el diagnóstico no es mediante pruebas diagnósticas, sino es simplemente un diagnóstico clínico.