“El rey que rabió”, de R. Chapí, una aguda sátira política, en el Teatro Nacional de la Zarzuela

El rey que rabio

..Luis H. Serrano.
Estrenada con gran éxito en este mismo teatro hace 130 años, concretamente el 20 de abril de 1891 dirigida por el propio autor. Tras doce años de ausencia de su escenario, la Zarzuela ofrece de nuevo El rey que rabió con una producción propia en la que el mexicano Iván López Reynoso es el responsable de la dirección musical y Bárbara Lluc de la escénica. Junto a ellos hay un doble elenco y la orquesta y el coro titulares.

Los libretistas Ramos Carrión y Vital Aza, sitúan la acción en un país y una época imaginarios que, indirectamente, hacen una ligera alusión a España. Una historia que, al margen de cualquier connotación política -que no la tiene-, como se ha preocupado de aclarar convenientemente la directora de escena, podría haber sido perfectamente preparada hoy a la sombra de los obligados recogimientos de estos actuales meses de pandemia.

El rey que rabió se estrenó con gran éxito en este mismo teatro hace 130 años

Ruperto Chapí, considerado por algunos historiadores como el Offenbach español, preparó una atractiva obra en tres actos, enmarcada en el estilo de zarzuela cómica. En su desarrollo se alternan con gran soltura teatral los momentos cómicos con los de gran lirismo, muestra de su buen hacer en este campo, que se acerca con gran soltura tanto al modelo de la opereta  como al de la propia ópera cómica.

El desarrollo de su historia responde al estilo de una comedia grotesca bastante divertida. Está tratada con la imaginación y el arte que encierra un género tan especial en el que debe encuadrarse, planteado, además, con un gran sentido satírico. La música, muy apreciada desde su estreno, se adapta bien a las características especiales del libreto, pudiendo calificarse perfectamente como de hermosa e inspirada.

La obra está tratada con imaginación y arte y un gran sentido satírico

Todos sus números fueron bien recibidos desde el principio. Se encuentran algunos como el “cuarteto de la dimisión”; la “escena de la risa”; la “romanza de la aldeana”; el “coro de los doctores”; y el “preludio del segundo acto”. Estos pasajes han sido siempre muy aplaudidos debido a la novedad y riqueza de sus fáciles melodías, así como por su rica y brillante instrumentación. Desde su estreno la crítica fue siempre unánime con El rey que rabió: la obra tiene agilidad, destreza, ingenio, viveza, ductibilidad, y elegancia musical.

La partitura original, a lo largo de su historia y debido a diversas circunstancias, ha atravesado varias modificaciones en relación  con la adjudicación de las voces a sus protagonistas. Por ejemplo la figura del Rey, considerada siempre  como el papel estelar, fue encomendada en principio a una soprano, para pasar posteriormente, -como con frecuencia ha sucedido en otras obras-, a un tenor, como es el caso de  Orestes ( en “La belle Hélène”), o el de Oscar  (de “Un ballo in maschera”)

Puesta en escena
El libreto es lo que es y no da más de sí, independientemente de que el simpático perrito haya rabiado o no. Sin embargo, la Zarzuela ofrece una novedosa producción bastante agradable de ver y, sobre todo de oir. Todo es gracias al buen hacer del primer reparto,  a la perfecta musicalidad que el director le ha marcado a la orquesta y por la minuciosa dirección escénica.

Una dirección muy bien apoyada en la movida escenografía de Juan Guillermo Nova. La precisa iluminación es de Vinicio Cheli, especialmente sugerente en los amaneceres y el imaginativo vestuario de Clara Peluffo, que no ha reparado en gastos para alimentar su iluminada imaginación.

La obra ofrece una novedosa producción bastante agradable de ver y, sobre todo de oir

Enrique Ferrer, por voz y dramaturgia, es un buen rey, a pesar de que, al final, igual que los libretistas no nos haya desvelado si el simpático perrito verdaderamente rabió o no porque, él, desde luego, no. Rocío Ignacio, fue también una convincente Rosa; la aldeana que, sin pensarlo, por el camino del amor se convirtió en reina, la claridad y hermosura de su voz se mostró especialmente convincente en sus romanzas, dúos y concertantes.

López  Reynoso llevó con gran pericia melódica tanto a la orquesta como al coro, que destacó especialmente en el conocido número de los “doctores” donde también se presentó de forma simpática al famoso perrito de la rabia.

El 2º reparto que integra esta producción cuenta con voces tan señaladas como las de Jorge Rodríguez Norton, Sofía Esparza y José Manuel Zapata, un delicioso Jeremías que actúa en todas las funciones previstas. En definitiva una producción vistosa y agradable como ya se ha indicado  que, sin duda, servirá para hacer olvidar los sinsabores de producciones anteriores.

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