Recuerdo del doctor Pajares

El nombre del doctor Pajares estaba presente en cada rincón y actividad del madrileño Hospital Universitario de La Princesa, de la Facultad de Medicina y de la Universidad Autónoma de Madrid

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Amaro García Díez, Antonio G. García y Ricardo Moreno
Hospital Universitario de La Princesa, Universidad Autónoma de Madrid
El nombre del doctor Pajares estaba presente en cada rincón y actividad del madrileño Hospital Universitario de La Princesa, de la Facultad de Medicina y de la Universidad Autónoma de Madrid. Ello se explica si se considera su dedicación durante 40 años al paciente como enfermo y como persona, al desarrollo de la investigación clínica y a la docencia de pregrado y posgrado.

Cuando llegó a aquel centenario centro, su nombre era “Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado”. El doctor Pajares había adquirido en el bilbaíno Hospital de Basurto una sólida experiencia en medicina interna. Por ello, inició su andadura en el Servicio de Medicina Interna; con su impulso, el Servicio evolucionaría a la especialidad de gastroenterología. En 1967 obtuvo la plaza de jefe de Servicio de Aparato Digestivo. Por aquella época, en el Hospital se practicaba una medicina más cercana a la literatura y la retórica de don Gregorio Marañón que la incipiente medicina científica de don Carlos Jiménez Díaz.

A pesar del choque inicial, logró implantar una forma moderna de hacer medicina con base científica. En palabras de su discípulo José Maté Jiménez, el doctor Pajares como médico “actuaba siempre prudentemente, sin tomar riesgos innecesarios. No siempre sabía lo que había que hacer, pero siempre sabía lo que no había que hacer”.

Glosamos aquí la figura de un médico, en el más profundo sentido hipocrático de esta hermosa profesión, la del profeso José María Pajares García

José María Pajares albergaba una vocación firme e irrenunciable, y es asumible que se sintiera médico al instante de matricularse en el primer curso de la carrera en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid. Una vez alcanzada la licenciatura siguió con más ahínco si cabe las enseñanzas prácticas de los eminentes maestros clínicos que procuraban la salud de los pacientes hospitalizados, hasta captar los secretos y habilidades imprescindibles para reconocer la enfermedad y curar o aliviar los quebrantamientos de la salud.

Una vez completado el aprendizaje clínico en España buscó la excelencia en hospitales extranjeros y mediante sendas becas lustró su formación primero en Oxford y, años más tarde, con una estancia de 16 meses en el Servicio de Gastroenterología de la Universidad de Stanford, en Palo Alto, California.

La tarea asistencial del Dr. Pajares fue modélica, generosa y prudente, tanto a la cabecera de los enfermos ingresados como en las consultas ambulatorias, a la vez que comprometida con la formación de especialistas jóvenes al compartir con ellos las sesiones clínicas semanales del Servicio de Digestivo y dar ejemplo con su participación activa en las sesiones generales del hospital. En su afán por perfeccionar la tarea asistencial impulsó el desarrollo de cada una de las técnicas complementarias y pruebas funcionales precisas para beneficiar el cuidado de los pacientes; a saber, endoscopia digestiva alta, recto-colonospia, laparoscopia, colangiografía y pancreatografía endoscópicas, manometría y pHmetría, ecografía digestiva…

La importante y decisiva impronta del Dr. Pajares en la especialidad de gastroenterología queda notoriamente significada con la reseña de cometidos  adicionales de su ingente actividad profesional: representante español del Grupo Europeo de Helicobacter Pylori, presidente de la Sociedad Española de Patología Digestiva y director de su órgano oficial, la Revista Española de Enfermedades Digestivas, director de la revista Gastrum, fundador y presidente de la Asociación Castellana de Aparato Digestivo, a la vez que director de su revista y autor de numerosas publicaciones en revistas de la especialidad nacionales e internacionales.

Cuando arribó al Gran Hospital de la Beneficencia General del Estado en 1967 contribuyó decisivamente a la instauración gradual de una medicina científica de excelencia, que hoy se practica en el renovado Hospital Universitario de La Princesa

En el plano científico cabe destacar su empeño en desarrollar líneas de investigación en La Princesa, fundamentalmente en el campo de las enfermedades digestivas. Fue un adelantado en España en el esclarecimiento del papel de la bacteria Helicobacter Pylori en la úlcera gastroduodenal. También enfocó su trabajo científico en la patogenia de la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa. Supo así crear inquietud por la investigación en el campo de las enfermedades digestivas, con un grupo de colaboradores cuyo trabajo tendría un notable impacto internacional, caso del doctor Ricardo Moreno en hepatología y del doctor Javier Gisbert en las enfermedades del ácido y en la enfermedad inflamatoria intestinal.

Desde el punto de vista docente, un hito crítico fue la incorporación del Hospital de La Princesa a la Universidad Autónoma de Madrid. La UAM había adquirido el compromiso de acoger en cuarto curso a los estudiantes del Colegio Universitario Luis Vives y para ello precisaba de un nuevo hospital. Ello cristalizó en 1976 tras arduas gestiones del doctor Pajares con el profesor José María Segovia de Arana, a la sazón decano de la Facultad de Medicina. Este importante objetivo académico se culminó con la firma de un convenio en 1976, mediante el cual la universidad entraba en el hospital.

Ver a los estudiantes de medicina de cursos clínicos en las aulas, consultas y salas de pacientes, junto con un creciente programa de residentes, constituyó un revulsivo que, con los años, mejoraría la calidad asistencial, docente y científica de aquel histórico hospital. Pero los primeros años de docencia pregraduada en el hospital estuvieron llenos de carencias y dificultades. Faltaban aulas, no abundaban los proyectores, exigua era la experiencia docente y algunos profesionales eran reticentes.

Fue entonces cuando el Prof. Pajares tuvo que utilizar toda su capacidad de convicción, que no era poca, para incorporar a la docencia a la gran mayoría de médicos asistenciales y conseguir la dotación de plazas universitarias y la creación de un área docente con personal específico. Contó para ello con la colaboración de los alumnos de las primeras promociones del hospital que soportaron numerosas deficiencias en los años iniciales. Su compromiso, su ilusión y su esfuerzo continuado durante toda su vida profesional, consiguieron de manera paulatina y progresiva incrementar los recursos docentes tanto profesionales como materiales y llevar a buen puerto el proyecto. El doctor Pajares sería catedrático de patología médica (luego de digestivo), de la Universidad Autónoma de Madrid.

Su entusiasmo por la educación médica logró incorporar a La Princesa a la Universidad Autónoma de Madrid, facilitando así la formación de pregrado y posgrado

El doctor Pajares era un médico profundamente humanista que veía al enfermo no solo como una máquina rota que era necesario reparar, sino como una persona a la que había que ayudar a recuperar su dignidad e ilusión de vivir, rotas por la enfermedad. Esta visión humanista, neohipocrática, de la práctica médica tenía en el doctor Pajares una doble vertiente, cultural y religiosa.

Desde la óptica cultural cabe destacar su asidua colaboración con Asemeya, la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas. Esta inquietud por el arte y la poesía la expresaba no sólo en sus contribuciones en Asemeya; también nos enviaba con frecuencia poesías comentadas o fotografías sobre el arte románico de su tierra palentina, que tanto le gustaba. También envió varias poesías al Grupo de Poesía de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. Estas poesías, comentadas certeramente por el doctor Pajares, se fueron publicando sucesivamente en los cuatro volúmenes del libro Recetario Poético de los Estudiantes de Medicina de la UAM. El Grupo tiene depositadas otras poesías de distintos autores comentadas por el doctor Pajares, que verán la luz próximamente.

Algunas de las poesías que comentó eran de carácter religioso, en línea con sus profundas creencias. Decía que su libro de cabecera era Las confesiones de San Agustín. Ello explica también su cercanía al paciente y su humildad a la hora de tratarle valiéndose de sus amplios conocimientos científicos de la patología y la terapéutica y desde la perspectiva «ser persona» del que sufre.

Cuatro médicos de La Princesa, catedráticos de la UAM, nos encontrábamos periódicamente en restaurantes elegidos por cada uno, que invitaba en turno rotatorio, en rincones tranquilos, propicios para el buen yantar y el mejor dialogar. En aquellas tertulias gastronómicas, el doctor Pajares y los firmantes de estos recuerdos, disecábamos lo bueno y malo del Hospital al que tanto queríamos; hablábamos de la medicina en general, de la universidad, la cultura y, rara vez, también de la política.

En aquellas memorables tertulias, el doctor José María Pajares García presumía de su origen castellano y palentino y nunca faltaron las alusiones al pueblo que le viera nacer en 1934, Paredes de Nava. También salía a colación su paisano Jorge Manrique, gran poeta del prerrenacimiento con sus afamadas Coplas por la muerte de su padre, que escribiría a mediados del siglo XV: “Recuerde el alma dormida, / avive el seso y despierte / contemplando / cómo se pasa la vida, / como se llega a la muerte / tan callando”.

Se fue para siempre el pasado 13 de septiembre de 2022, dejando un recuerdo imperecedero entre sus numerosos discípulos, pacientes y amigos

En junio de 2022 celebramos nuestra última tertulia gastronómica con el doctor Pajares. Aunque participó en la conversación percibimos que estaba más alicaído. Sin embargo, el peso de sus 88 años no había mermado su lucidez mental. Nos contó con entusiasmo la presentación de su último libro en Palencia, Médicos palentinos ilustres, aquel mismo mes de junio. Pocos meses después, el 13 de septiembre, nuestro gran amigo y compañero nos dejaría para siempre. Creemos acertar si afirmamos que el doctor José María Pajares García se fue con los deberes de la vida bien hechos. Nuestro imperecedero recuerdo al médico y al amigo y nuestro afecto a su esposa María Luz, a sus hijos Marcelino, Ana, Ramón, gastroenterólogo que sigue la senda de su padre, y Jorge, y a sus cinco nietos, que estuvieron presentes con frecuencia en nuestras tertulias.

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