Atraer al lado de la ciencia a los escépticos con el cambio climático

Eloísa del Pino Matute, presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

cambio climático

Anuario iSanidad 2022
Eloísa del Pino Matute, presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
En julio de 2022, Naciones Unidas ha declarado un nuevo derecho universal: el disponer de un medio ambiente limpio y saludable. Tanto las políticas de combate contra el cambio climático, como las de transición justa hacia un modelo de sociedad medioambientalmente sostenible son dos de los retos principales a los que se enfrentan los gobiernos que quieran hacer efectivo este nuevo derecho.

Aunque algunos atribuyen, por ejemplo, las altas temperaturas del verano de 2022 a una de esas olas de calor que nos visita periódicamente, lo cierto es que la ciencia no deja lugar a dudas. La frecuencia de las olas de calor y su intensidad acumulada están afectando especialmente a algunas regiones del globo y, en particular, a Europa y España, como demuestran Roussi y sus colegas un artículo recientemente publicado en Nature Communications.

Los científicos están desconcertados por la velocidad e intensidad con la que avanza el cambio climático y tratan de averiguar qué otros factores que afectan a estas dos dimensiones del fenómeno no han tomado en consideración suficientemente. La preocupación no es menor. Cualquier fallo en la estimación de la agilidad e ímpetu del cambio puede hacer peligrar la capacidad para planificar políticas que prevengan y combatan sus duros efectos.

El cambio climático es una emergencia de salud pública. Según la Organización Mundial de la Salud, la contaminación del aire causa siete millones de muertes prematuras al año, de las que 600.000 corresponden a niños, quienes también sufren más riesgo de desarrollar enfermedades como el asma o de tipo cardiovascular y neurológico.

Igualmente, hay evidencia de un crecimiento intrauterino menor, de partos prematuros y de un fuerte impacto en personas mayores, enfermos crónicos y en los más desfavorecidos, especialmente si viven en las ciudades que son considerados puntos calientes de contaminación atmosférica (se calcula que en 2050 el 70% de la población mundial vivirá en ciudades). El clima y sus cambios están también provocando un incremento de las enfermedades transmitidas por los insectos.

Las olas de calor persistentes también tienen graves repercusiones en los ecosistemas produciendo incendios forestales, sequías e inundaciones que ponen en riesgo la suficiencia alimentaria y los modos de producción y vida, lo que apremia a millones de personas a migrar a otros lugares dentro o fuera de sus países.

El cambio climático es una emergencia de salud pública

La ciencia trata de dar respuestas a los desafíos del clima deseando que los responsables públicos y la ciudadanía sean receptivos. En el CSIC distintos grupos investigan para entender cómo y por qué se produce el cambio climático y cuál es el papel del ser humano en él (el Antropoceno); en comprender cuál es el impacto del clima en el planeta, en los océanos o en las regiones polares, en la salud de los seres que lo habitan y cuál puede llegar a ser en las próximas décadas; en cómo preservar la biodiversidad evitando, no solo la acción humana, sino también los efectos de las especies invasoras, por ejemplo; o cómo la tecnología nos puede ayudar desde a monitorizar los cambios, construir más eficiente y sosteniblemente o a producir más alimentos procedentes del mar o de la tierra con menos recursos; o de qué modo se puede aplicar el paradigma de One Health (una única salud) a todas las políticas.

Desde las ciencias sociales, el cambio climático se analiza como una fuente de conflictos sociales. Para abordar sus efectos se investiga sobre la aceptación y efectos de las llamadas políticas de transición justa. La evidencia científica sobre el cambio climático es incuestionable y para paliar sus efectos deben adoptarse medidas inmediatas, pero, al mismo tiempo, con el fin de paliar las posibles externalidades negativas de estas medidas (por ejemplo, el desempleo y la migración) hay que poner en marcha otras políticas que faciliten la transición justa para quienes se vean más afectados. Es posible que solo así, entendiendo a los que sufren los efectos negativos de la compleja transición a otros modos de vida, se logre atraer hacia el lado de la ciencia a quienes se deslizan peligrosamente desde el escepticismo al negacionismo, en algunos países (in)comprensiblemente estimulados por líderes políticos.

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