Anuario iSanidad 2022
Dr. Luis Carlos Blesa Baviera, presidente de la Asociación Española de Pediatría (AEP)
Este 2022 ha sido el año de la normalización de nuestras vidas. Hemos podido pasar página de los intensos momentos vividos en los meses más duros del Covid-19 y, salvo que aparezcan nuevas variantes que compliquen la situación sanitaria, la infección ha dejado de ocupar nuestra lista de prioridades. Pero hay otros problemas que, lejos de diluirse en relevancia, van ganando terreno entre nuestras preocupaciones como pediatras.
Nadie se atreve a negar a estas alturas el papel crítico de la atención primaria para el sostenimiento del SNS, o la importancia capital del reconocimiento de las especialidades pediátricas para garantizar la calidad y seguridad de la atención pediátrica. Llevamos más de dos décadas llamando la atención sobre estas dos realidades que en 2022 han cobrado especial protagonismo, y no para bien precisamente.
El problema larvado de la asistencia pediátrica en atención primaria ha devenido en movilizaciones en diversos territorios, tras años de dejación institucional, sin atender a las advertencias reiteradas de los profesionales sanitarios y de las sociedades científicas ni implementar medidas paliativas. La Asociación Española de Pediatría (AEP) ha brindado un apoyo total a las reivindicaciones de los pediatras ante las adversas condiciones laborales en las que están desempeñando su actividad sanitaria.
El pediatra tiene clara su vocación de servicio a la salud de la infancia y adolescencia y, por ende, a la sociedad en su conjunto. Conoce sus obligaciones profesionales, pero, también quiere conciliar su vida personal y familiar, quiere tiempo para formarse e investigar, quiere trabajar en condiciones dignas y una remuneración acorde a sus competencias, capacidades y responsabilidades. La escasez o ausencia de nuevas incorporaciones e, incluso, la salida de profesionales que renuncian a unas plazas de atención primaria sin atractivo, es un problema que afecta directamente a la calidad y seguridad de la asistencia sanitaria infanto-juvenil.
En el mes de mayo, en vísperas de la aprobación del decreto que regula las especialidades médicas y las áreas de capacitación específica (ACE), la AEP, junto con todas las sociedades de especialidades pediátricas, lanzamos el Libro Blanco de las ACEs Pediátricas 2021 para la creación y despliegue de un total de 19 ACE en pediatría. El informe, fruto de un enorme esfuerzo colectivo, pretendía facilitar a las autoridades sanitarias el conocimiento sobre la situación de las ACE en pediatría y los itinerarios formativos y requisitos para el especialista que proponen las sociedades científicas.
La escasez o ausencia de nuevas incorporaciones e, incluso, la salida de profesionales que renuncian a unas plazas de atención primaria sin atractivo, es un problema que afecta directamente a la calidad y seguridad de la asistencia sanitaria infanto-juvenil
La promulgación del decreto ha sido un jarro de agua fría para nuestras aspiraciones, una vez que hemos constatado que los requisitos que exige la normativa para el reconocimiento de nuevas ACE son complejos y difícilmente realizables. Nos queda la opción de solicitar el diploma de acreditación para las especialidades de pediatría, una petición ya explorada, sin éxito por el momento, por algunas disciplinas.
No se vislumbran estrategias desde las administraciones para revertir estas situaciones a corto plazo. Y la realidad es que, si no se toman medidas de forma urgente, si no se mejoran las condiciones laborales de los profesionales para que se incorporen y se queden en la atención primaria, el sistema, tal y como lo conocemos, colapsará. No hay tiempo para más soluciones parche. Ha llegado la hora de actuar.
Y ha llegado también la hora de poner freno a la cultura de la inmediatez de la asistencia sanitaria que se vendió a los usuarios en los periodos de expansión y bonanza económica. Esta inercia no se puede mantener por más tiempo, por incómodo e impopular que resulte. No es viable gestionar la alta demanda injustificada de la población. La sanidad no se puede adaptar a las necesidades no sanitarias de la ciudadanía, ni se pueden gestionar expectativas que están fuera de la realidad. Es, por tanto, hora de que los políticos, pero también los profesionales, perdamos el miedo a decir que el uso mal entendido de los recursos sanitarios es insostenible.