Conductas agresivas e intimidatorias en la UCI Pediátrica de La Paz

Dos enfermeras relatan los ataques verbales que han sufrido del jefe de Servicio de la UCI pediátrica del hospital madrileño

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Redacción
“En la primera semana después de su reincorporación ya he visto dos discusiones a gritos con el supervisor de enfermería y la segunda responsable de enfermería”
, cuenta Ana (nombre ficticio), una enfermera de la UCI Pediátrica del Hospital La Paz que teme represalias. Ha presenciado los malos modos del jefe de servicio, reincorporado recientemente a su puesto, provisionalmente, por Auto judicial de fecha 6 de junio de 2023 mediante el cual se accede a la ejecución provisional, instada por la representación letrada del Dr. De la Oliva, de la sentencia dictada por Juzgado de lo Contencioso-Administrativo nº 24 de Madrid de fecha 6 de febrero de 2023, actualmente recurrida ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por parte de la Consejería de Sanidad, tras casi tres años apartado por conductas intimidatorias a sus compañeros. “Es una persona que utiliza conductas muy agresivas e intimidantes para exponer sus ideas”, relata María, otra enfermera que también prefiere ocultarse bajo un nombre ficticio.

El regreso del Dr. Pedro de la Oliva a La Paz ha provocado una sacudida dentro del servicio. La mitad de los médicos en plantilla, se encuentran en situación de incapacidad temporal desde su reincorporación, habida cuenta el perjuicio psicológico padecido, tras años sufriendo este tipo de comportamientos antes de su cese. Entre las enfermeras no se han producido bajas pero no han escapado a sus malos modos y la tensión es patente. “Doy fe de que el malestar es generalizado en todo el equipo de enfermería. Al ser un equipo independiente no nos ha afectado tanto como a los médicos pero también nos están rebotando los problemas”, explica Ana.

La mitad de los médicos en plantilla, se encuentran en situación de incapacidad temporal desde su reincorporación

Se da el agravante de que el protagonista no esconde los malos modos delante de los niños ingresados en la UCI. “Genera mucha incertidumbre, porque si la máxima autoridad del servicio, y el último responsable de la salud de los niños ingresados , es una persona que grita de forma constante, como madre me generaría una inseguridad tremenda”, subraya esta enfermera.

Ana recuerda un caso concreto que se produjo al comienzo de la emergencia sanitaria por Covid-19. “Me acuerdo que estaba recién incorporada a la UCI y era el primer niño que llegaba al hospital con Covid-19“. El niño venía de otro centro hospitalario y tenía que someterse a una cirugía por una fractura. Antes de la intervención se le había realizado un test y había dado positivo. En aquel momento, existía una gran confusión en cuanto al uso de los equipos de protección individual (EPI). “El Servicio de Medicina Preventiva nos había aconsejado que utilizáramos el EPI y la mascarilla FFP2. Yo me disponía a entrar con el equipo de protección como nos habían recomendado, cuando me dijo que no podía entrar así, que ese niño no emitía aerosoles y que con usar la mascarilla quirúrgica era suficiente”. Ana le respondió y alegó las recomendaciones de Preventiva. “Tras la segunda negativa, empezó a gritarme y amenazarme con el despido. En ese momento llegó mi supervisor al que también increpó. Todo esto con el niño llorando y con la familia delante. Fue un momento bastante complicado. Desde Preventiva me dieron la razón pero le restaron importancia a los gritos y amenazas”.

“Se escuchaba fuera en el pasillo, que yo era una insolente y que debía despedirme, diciéndole: “Lárgala de aquí en cuanto puedas”, relata una enfermera de la UCI Pediátrica de La Paz

María cuenta otro de los episodios complicados a los que se ha tenido que enfrentar. “Una mañana en la que entraba a trabajar, me recriminó que llevara una goma del pelo en la muñeca. Yo le dije que la llevaba para recogerme el pelo cuando empezara a trabajar, y se quedó una hora y media mirándome a través de uno de los cristales del box mientras trabajaba. En un momento me quité la coleta para hacerme un moño, ya que tenía que ponerme un gorro para un procedimiento estéril, y entró hecho una furia gritándome que me había tocado el pelo”, relata esta enfermera. Ante la agresividad inicial, María trató de mantenerse firme. “Le dije que si no tenía nada mejor que hacer que estar más de una hora mirándome a través de un cristal. Ante lo cual se acercó mucho y gritándome en la cara me dijo que fuera a su despacho”. La enfermera se negó ante la violencia de sus palabras. “Yo le dije que en ningún momento iba a estar con él a puerta cerrada, y que si tenía algo que objetar de mi trabajo, debería hablarlo con mi supervisor de enfermería. Yo le repetí varias veces que dejara de gritarme, pero cada vez se acercaba y gritaba más, diciendo que era él el que mandaba allí”. Su supervisor apareció en ese momento ante el escándalo y se fue con él a su despacho. “Se escuchaba fuera en el pasillo, que yo era una insolente y que debía despedirme, diciéndole: “Lárgala de aquí en cuanto puedas”.

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