El abordaje del dolor persistente no oncológico en atención primaria no es el correcto, según un estudio recién publicado

Los autores del trabajo expresan su "preocupación" al constatar que hay "una importante brecha" entre lo que indican las guías médicas y la práctica clínica asistencial

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Redacción
Miembros del Grupo de Trabajo de Dolor Crónico Persistente de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) advierten de que en el abordaje de este tipo de dolor, de carácter no oncológico, en atención primaria “se da una importante brecha entre las recomendaciones de las guías de práctica clínica basadas en el avance de la neurociencia del dolor y la práctica clínica asistencial, un hecho que “supone una creciente preocupación para la semFYC”. Así lo afirman los médicos que han elaborado un estudio sobre el abordaje de este tipo de dolor en atención primaria y que acaba de publicar la revista de Actualización en Medicina de Familia (AMF).

“Se da una importante brecha entre las recomendaciones de las guías de práctica clínica basadas en el avance de la neurociencia del dolor y la práctica clínica asistencial”

El artículo indica que el principal motivo de esta brecha entre las guías y la práctica clínica son “las creencias erróneas sobre el dolor”: sus causas, el pronóstico y la efectividad de los tratamientos, así como la falta de formación tanto en los pacientes como en los distintos profesionales sanitarios. Este tipo de dolor, que se prolonga durante tres meses o más, afecta a entre el 11% y el 17% de la población en España. Además representa el 50% de las consultas relacionadas con dolor.

En un comunicado, la sociedad científica explica que la evidencia científica disponible en la actualidad permite tratar a las personas con dolor persistente no oncológico como personas con dolor, pero con un organismo “aceptablemente sano y capaz”. Si embargo, “el dolor inespecífico, (sin lesión correlacionada, equivalente a dolor primario) sigue siendo abordado con una atención centrada en la zona que duele y en las pruebas de imagen; y, cuando las pruebas no aportan datos de lesión, se cuestiona el dolor o se atribuye a una causa psicológica. Del mismo modo, cuando aparecen cambios, se correlaciona el dolor con la alteración, olvidando que la coexistencia no implica correlación causal”, asegura el informe.

El abordaje actual del dolor persistente no oncológico en atención primaria “supone una creciente preocupación para la semFYC”

Tanto es así que varios estudios afirman que no pedir sistemáticamente pruebas de imagen facilita una mejor evolución en el caso del dolor inespecífico. Por ejemplo, la petición temprana de una resonancia magnética se asocia con más cirugía de espalda, mayor prescripción de opioides, mayor intensidad del dolor y mayores costes. Esto se debe, según el texto de AMF, a que “la visión centrada en la zona que duele facilita que ese área sea valorado como frágil, que debe ser protegida, y así es transmitido a las personas afectadas, lo que facilita que adopten patrones de protección, inactividad, rigidez y pérdida de función, que cierran el bucle de la cronicidad-miedo-evitación”.

En cambio, tanto las guías como la evidencia científica disponible indican que el tratamiento no farmacológico recomendado se basa en la educación del paciente en neurociencia del dolor y en el ejercicio físico. Los autores consideran que los médicos deben evaluar “los factores que le influyen y cómo le afectan; conocer al paciente como individuo, sus creencias, expectativas y disposición al cambio” y recomiendan “fomentar el afrontamiento activo que incluya la toma de decisiones compartida en el plan de cuidados y autocuidados, centrándose en la función y no en los resultados en dolor”.

Varios estudios afirman que no pedir sistemáticamente pruebas de imagen facilita una mejor evolución en el caso del dolor persistente inespecífico

Educar en dolor implica “enseñar al paciente a comprender los procesos neurofisiológicos que sustentan su estado de dolor”, explica semFYC, lo que “conduce a un cambio de creencias que, junto con la incorporación progresiva del movimiento, ha demostrado ser eficaz en mejorar la calidad de vida, la función y disminuir el dolor”.

Los autores insisten en explicarle al paciente que el dolor se relaciona con una respuesta en el sistema nervioso central y no exclusivamente en los tejidos foco del dolor. Pero que cuando el dolor persiste más allá del tiempo esperado de curación, se correlaciona poco con lo que ocurre en los tejidos, lo cual no significa que no duela. “Al contrario: el dolor primario es tan real, y tanto o más intenso que cuando hay lesión. En este punto es cuando peor responde a los fármacos, explican.

“Las guías y la evidencia científica disponible indican que el tratamiento no farmacológico recomendado se basa en la educación del paciente en neurociencia del dolor y en el ejercicio físico”

Los autores señalan que, aunque su evidencia es moderada, el ejercicio físico es la intervención que mejor ha demostrado mantener los beneficios en el tiempo, “más aún si se realizan diferentes tipos de ejercicio, entendiéndose estos como cardiovascular, técnicas cuerpo-mente, fuerza o combinaciones”. Incluso señalan que la evidencia apunta a resultados prolongados en el tiempo cuando el paciente tiene la convicción de que el ejercicio es bueno para él y no va a causarle daño alguno.

Además de la educación en el dolor y el ejercicio físico, los médicos señalan que los pacientes “a menudo pueden necesitar una ayuda consistente en tratamiento psicológico”. Concretamente se refieren a la terapia cognitivio conductual, si bien su evidencia “es baja”. Las guías también sugieren técnicas de relajación y mindfulness de meditación “para disminuir la interferencia del dolor en la vida diaria y el catastrofismo y aumentar el autocontrol”.

Los médicos señalan que los pacientes “a menudo pueden necesitar una ayuda consistente en tratamiento psicológico”

“Los tratamientos no farmacológicos son la mejor opción en el dolor persistente no oncológico por su seguridad y eficacia, mejoran la calidad de vida, la función y reducen el dolor sin efectos secundarios”, concluye el estudio, cuyos autores señalan que estos tratamientos requieren una buena relación entre el profesional sanitario y la persona con dolor para hacer una toma de decisiones compartida.

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