En el corazón de la farmacia hospitalaria: De las fórmulas magistrales a la farmacocinética más personalizada

iSanidad recorre el Servicio de Farmacia Hospitalaria del Hospital Universitario del Sureste, "el gran invisible" que hace posible que llegue el tratamiento necesario a cada paciente, incluyendo la medicina personalizada

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Gema Maldonado
Fotos: Cristina Cebrián
En silencio, con calma y máxima atención, un técnico enfundado en un EPI, guantes y gafas de seguridad ejecuta cada uno de los pasos que le va marcando una voz a través de los cascos que rodean su cabeza. Un programa informático dicta la receta del preparado y evita tener que desviar la mirada y la atención a la pantalla del ordenador. Así es el trabajo en una de las dos pequeñas salas blancas del Servicio de Farmacia Hospitalaria del Hospital Universitario del Sureste, en Arganda del Rey (Madrid).

En este espacio preparan continuamente los medicamentos citostáticos: quimioterapias para el servicio de oncología y otros medicamentos que pueden ser peligrosos para el técnico que los manipula. A los pocos minutos, el preparado específico para un paciente concreto ya está en la ventana a través de la que otro técnico lo recogerá, sin afectar la sobrepresión de la sala blanca.

Un riguroso sistema de preparación de medicamentos intravenosos evita riesgos a los técnicos que los manipulan y equivocaciones de tratamiento con los pacientes

La etiqueta naranja de la bolsita que contiene la quimioterapia recién preparada la diferencia de la medicación intravenosa estéril no tóxica que se prepara en la cabina contigua. El QR de la etiqueta se comparará con el de la pulsera del paciente, para comprobar que es su medicación y que está correcta. No hay lugar al error. Se personaliza absolutamente todo y se sigue un sistema de elaboración segura, para que no haya equivocación con el fármaco, a través de códigos de barras que ofrecen una trazabilidad completa”, explica Ana María Iglesias, farmacéutica del área de Onco-Hematología. “Es la seña de identidad del hospital: la seguridad en todos los procesos y la seguridad del paciente”, afirma Paloma Casado, directora gerente del Hospital del Sureste.

Teresa Cruz (de pie), jefa del Servicio de Farmacia Hospitalaria del Hospital del Sureste, junto a parte de su equipo

Es solo uno de los procesos que lleva a cabo este servicio hospitalario, casi casi el corazón del hospital, que suministra un flujo continuo de todo tipo de medicamentos que requiere cada uno de los servicios asistenciales del centro. Sin embargo, “somos los grandes invisibles del hospital”, apunta sonriendo Teresa Cruz, jefa del Servicio de Farmacia Hospitalaria del joven hospital del Arganda, que inició su andadura en 2008.

La farmacia hospitalaria es el corazón que suministra un flujo continuo de todos los medicamentos que requiere cada servicio para funcionar

Con ella recorremos las tripas del servicio que realiza compuestos farmacológicos, adquiere, almacena y distribuye de forma casi automatizada los medicamentos a cada área hospitalaria, reenvasa fármacos, hace fórmulas magistrales cuando resulta necesario, lidian con los desabastecimientos, “nuestro castigo y nuestro pan de cada día”, lamenta una de las farmacéuticas del servicio, realiza labores de conciliación de medicación, apoya a otros servicios, como la UCI, y atiende a los pacientes no ingresados que necesitan tratamientos que no se dispensan en farmacias comunitarias, entre otras cosas. Aunque el más novedoso de sus servicios es el de farmacocinética.

Todo ello entre siete farmacéuticos, que componen el servicio, más enfermeros y técnicos. “Este año incorporaremos un farmacéutico interno residente (FIR), estamos muy ilusionados”, apunta Cruz. Es un servicio pequeño si se compara con los de grandes hospitales de las Comunidad de Madrid, pero cubre una población de unos 200.000 habitantes muy heterogénea: desde vecinos de Rivas Vaciamadrid, una de las diez ciudades de España que registra mayor crecimiento de habitantes, hasta residentes en zonas rurales de la comunidad, “que pueden tardar más de una hora y media en transporte público hasta llegar al centro. Por eso tratamos de ofrecer un servicio muy personalizado a los pacientes”, señala la directora-gerente.

La farmacia hospitalaria del Hospital de Sureste atiende a una población que va desde los jóvenes que hace crecer Rivas Vaciamadrid o Arganda, a la población envejecida de casi una 20 de poblaciones rurales

Para conseguirlo, la farmacia hospitalaria tiene que estar “en comunicación continua con los servicios médicos”. Así, si un paciente viene de Estremera o de Villamanrique del Tajo, dos de las casi 20 pequeñas poblaciones que cubre el hospital, “les hacemos coincidir la cita médica con la entrega de medicamentos y, si no es posible, se les pueden enviar”, explica Ana María Iglesia. Una práctica que durante la pandemia fue clave para evitar los desplazamientos a hospitales y que tratan de mantener.

Farmacia Hospitalaria 3 - Hospital de Arganda

El servicio cuenta con un área de consulta donde reciben a los pacientes que acuden a retirar un medicamento de dispensación hospitalaria u otros que se han prescrito fuera de indicación. “Les llamamos para que vengan a recoger la medicación y, diez días antes, valoro la situación del paciente y qué van a necesitar. Esperamos que pasen por consulta para validar el tratamiento y después, solo si está validado, se les puede dispensar. Mediante un QR nos aseguramos de que el paciente está recibiendo la medicación que le corresponde”, explica Cristina Capilla, farmacéutica del servicio que atiende a pacientes externos.

Algunos pacientes pueden tardar más de hora y media en llegar al centro, por eso la farmacia hospitalaria trata de “hacer hacemos coincidir la cita médica con la entrega de medicamentos, Si no es posible, se les pueden enviar”

Dispensan principalmente medicamentos oncológicos orales, de VIH, hepatitis y tratamientos biológicos. Responden dudas, explican cómo deben administrárselos y atienden por teléfono cuando el paciente está en casa y tiene alguna consulta que hacer. Por sus manos pasan tratamientos cuyo coste por paciente puede llegar a los 20.000 euros al año.

Farmacocinética, big data y predicciones personalizadas

La medicina personalizada que hasta hace poco se veía algo de futuro, ya se aplica en el día a día de algunos servicios y procesos asistenciales. Y uno de los casos se da en la farmacia hospitalaria de Arganda, donde ya utilizan un programa informático con el que hacer análisis farmacocinéticos. Pegada a sus pantallas de ordenador está Olaia Serna, farmacéutica que maneja cada día bases de datos, modelos poblacionales y cálculos estadísticos con los que determinar qué dosis de un medicamento es adecuada para un paciente en concreto.

Olaia Serna es la farmacéutica del servicio que cada día maneja bases de datos, modelos poblacionales y estadísticas para realizar análisis farmacocinéticos personalizados

“Monitorizamos fármacos que tienen un intervalo terapéutico muy estrecho para ver qué puede ocurrir en un futuro si damos una dosis u otra en función del paciente que tenemos”, explica. A partir de modelos poblacionales europeos y de las características de cada paciente (talla, peso, resultados de determinaciones analíticas como los niveles de creatinina, etc.), se hace un análisis que incluye parámetros farmacocinéticos “que simulan las pautas posológicas de cada paciente; hacemos simulaciones de dosis del medicamento y podemos ver qué concentración en sangre tendría con esas dosis”, explica la farmacéutica.

Esto le permite establecer cuál es la dosis más adecuada para cada paciente. Con estos datos “informo al médico para que aumente la dosis, la reduzca o la mantenga como está”. Este último caso no es el mayoritario. Un estudio elaborado por el propio servicio revela que aproximadamente el 30% de los pacientes reciben la dosis de medicación que necesitan desde el principio. Lo más habitual es encontrarse con pacientes que están infradosificados, hay más tendencia a tener miedo a dar una dosis mayor por la toxicidad”.

Olaia Serna: “Vemos qué puede ocurrir en un futuro si damos una dosis u otra en función del paciente que tenemos”

No se hacen informes farmacocinéticos de todos los pacientes hospitalizados ni de todos los medicamentos. La familia de fármacos de mayor interés de monitorización son los antibióticos, “por las resistencias y por lo acertado de los modelos poblacionales que tenemos. Trabajamos mucho el análisis famacocinético de estos fármacos con el Servicio de Medicina Interna”, señala Serna, que también destaca los análisis con otros tipos de fármacos, como los antipsicóticos y litios, o los anticonvulsivos. Proyectan incorporar a estos análisis el anticuerpo monoclonal adalimumab. ¿Cómo acogen los facultativos del hospital estos informes? “Han tenido mucha aceptación por parte de todos los médicos, estamos muy contentos”, afirma la farmacéutica.

“Que no falte de nada”

Que cada paciente de cada una de las habitaciones de planta o aquellos que pasan por urgencia reciban la medicación que requieren en cada momento, no solo es cosa de enfermería. El servicio de farmacia hospitalaria es el responsable de facilitar todo lo necesario. Junto a la jefa de farmacia accedemos al espacio automatizado en el que se almacenan todos los medicamentos, una suerte de sala de máquinas en la que se reciben constantemente las necesidades de fármacos de cada servicio.

Teresa Cruz: “Los sistemas de dispensación automatizada detectan cuándo hay un mínimo de un medicamento y envían la petición al sistema del almacén, que va moviéndose, buscando el fármaco en cuestión”

“Los sistemas de dispensación automatizada detectan cuándo hay un mínimo de un medicamento y envían la petición al sistema del almacén, que va moviéndose, buscando el fármaco en cuestión”, describe Teresa Cruz. El sistema automatizado lleva el registro de control detallado de todos los movimientos de fármacos que salen del almacén hacia las plantas de hospitalización y urgencias.

Los auxiliares agrupan los fármacos solicitados, pendientes de que “no falte de nada”, comenta una de ellas sin parar la tarea. Una vez llegan a cada planta, se colocan en los dispensadores automatizados. “Mediante huella dactilar, las personas autorizadas se identifican y cargan la medicación en los cajones, que son diferentes porque tienen distintos niveles de seguridad, de forma que solo dispensan una pastilla. Ocurre, por ejemplo, con los estupefacientes”, explica Silvia Buendía, farmacéutica responsable de los dispensadores automatizados. Solo las enfermeras podrán acceder al contenido de estos dispensadores. Nunca se pierde la trazabilidad. Todo lo que se distribuye en el hospital va identificado de forma obligatoria y de manera individual”.

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