Cambio climático, contaminación y salud

Mariano Pastor Sanz, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Pacientes Alérgicos y con Enfermedades Respiratorias (Fenaer)

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Anuario iSanidad 2023
Mariano Pastor Sanz, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Pacientes Alérgicos y con Enfermedades Respiratorias (Fenaer)
La evidencia sobre los efectos de la contaminación en la salud respiratoria es cada vez más contundente: la exposición al dióxido de carbono, partículas y toxinas presentes en el aire que respiramos tiene repercusiones a corto, medio y largo plazo, con un impacto particularmente alarmante en niños, ancianos y personas con enfermedades preexistentes. Los estudios revelan que el aire contaminado contribuye significativamente al desarrollo de enfermedades como asma, bronquitis crónica y enfisema, provocando no solo una mortalidad prematura en quienes ya las padecen, sino también incurriendo en importantes costes económicos por gastos médicos, hospitalizaciones y pérdida de productividad laboral.

A la problemática de la polución se suman eventos climáticos extremadamente preocupantes, tales como las olas de calor experimentadas en este año 2023, la escasez de lluvias en ciertas zonas de España, temporadas de polen más extensas y con mayor concentración en el aire, o temperaturas inusualmente altas en pleno mes de noviembre.

Aunque se trate de problemas distintos, para los pacientes respiratorios se podría decir que contaminación y cambio climático avanzan en paralelo, teniendo un impacto decididamente perjudicial en su salud. Sin pretender profundizar, sí se puede decir que ambos comparten algunas causas comunes y que requieren medidas de mitigación beneficiosas para ambos problemas.

La polución y el cambio climático exigen la implicación de toda la población, pero son los gobiernos los que deben liderar, conscientes de que sus decisiones generan resistencia y alimentan el negacionismo. Su papel no es sencillo, y de ahí la importancia crítica de que prioricen adecuadamente las medidas y las fundamenten con argumentos sólidos.

Gobiernos, administraciones y la sociedad deben adoptar medidas para combatir el cambio climático

Un mal ejemplo de ello podría ser el debate sobre la limitación de la emisión de ciertos gases fluorados, compuestos dañinos para la capa de ozono y utilizados en varios sectores industriales, así como en productos de uso común y masivo, como los equipos de aire acondicionado. Estos gases también se encuentran en fármacos anestésicos y en un tipo de inhaladores, los presurizados, indicados para pacientes con asma y EPOC, ambas patologías de muy alta prevalencia.

Mientras algunas voces abogan por limitar el uso de estos inhaladores, la mayor parte de las sociedades científicas del ámbito respiratorio y los pacientes nos resistimos a que se interfiera en decisiones puramente clínicas, cuando, además, la industria farmacéutica ya está fuertemente involucrada en desarrollar nuevos propelentes con escasa huella de carbono.

Los gases fluorados de uso farmacéutico constituyen menos del 0,1% de estas emisiones. En un contexto como el actual, con un sistema sanitario exhausto e incapaz de recuperar los niveles de atención prepandemia, ¿tiene sentido decidir, o simplemente recomendar, sobre las opciones farmacológicas de muchos miles de pacientes y arriesgar su estabilidad? ¿O deberíamos priorizar la salud de las personas y acogernos a la exención temporal para los gases farmacéuticos decidida por la Unión Europea?

Los gases fluorados de uso farmacéutico constituyen menos del 0,1% de estas emisiones

J.R.R. Tolkien decía en “El Señor de los Anillos” que cuando las cosas están en peligro, alguien tiene que renunciar a ellas para que otros las conserven. Es innegable que nuestro mundo está en peligro. Pero invito a reflexionar seriamente sobre si es justo obligar a los enfermos respiratorios a renunciar a una opción terapéutica vital, con un beneficio marginal para el planeta, mientras no se abordan otros muchos sectores que sí contribuyen y de manera decisiva al impacto nocivo de los gases fluorados.

Si algo podemos extraer de una experiencia tan dramática como la vivida en los años recientes es precisamente el aprendizaje. Tomar conciencia de las carencias y necesidades de nuestra asistencia sanitaria y de los desafíos presentes y futuros en materia de salud. En ese contexto, la protección del medio ambiente es, sin duda, uno de esos desafíos. Aspirar a que no sigan subiendo las temperaturas y a respirar un aire de calidad son objetivos que deben abordarse con determinación, porque son esenciales para todos, y especialmente para quienes respirar ya es un desafío en sí mismo. Gobiernos, administraciones y la sociedad en su conjunto pueden y deben adoptar medidas para reducir la contaminación y combatir el cambio climático. Pero debe ser una lucha que no pierda de vista que el objetivo prioritario es, precisamente, la salud.

Como pacientes, somos los más interesados en que se adopten decisiones para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y mejorar la calidad del aire que respiramos. Pero resulta absolutamente contradictorio que esa protección a la que aspiramos para mejorar nuestra salud pueda conllevar, paradójicamente, consecuencias negativas para la estabilidad de miles de pacientes.

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