Decidir juntos, la primera reforma que necesita nuestra sanidad

Dr. Enrique de Porres, consejero delegado de Asisa

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Anuario iSanidad 2023
Dr. Enrique de Porres, consejero delegado de Asisa
Vivimos en una sociedad cada vez más compleja. Nuestra economía, las consecuencias del desarrollo tecnológico, la geopolítica o incluso las relaciones personales se fundamentan en modelos multidimensionales, cada vez más difíciles de entender y explicar y, por supuesto, de gestionar. La idea de que podemos manejar la complejidad a partir de planteamientos simplistas y basados a menudo en aproximaciones ideológicas que distinguen, sin matices y sin titubeos, lo bueno de lo malo es, simplemente, absurda.

La complejidad que define esta época de cambio y transformación también afecta a la organización de nuestro sistema sanitario, que se enfrenta a un momento crucial para definir su configuración a medio plazo y establecer nuevas fórmulas de gobernanza que garanticen su calidad y su sostenibilidad en las próximas décadas. Existe consenso en la necesidad de impulsar reformas y programas de transformación, sin demora. Incluso hay acuerdo sobre los grandes males que aquejan al sistema sanitario español, que ya da síntomas de agotamiento. Sin embargo, a la hora de plantear alternativas siempre surge, antes o después, el planteamiento simplista de separar, cuando no enfrentar, la sanidad pública y la sanidad privada. Como si no formaran parte ambas de un mismo sistema y como si no fueran ambas imprescindibles para diseñar y gestionar el futuro de la sanidad en su conjunto. Intentar reformar la complejidad desde esta óptica puede resultar desastroso.

A la hora de plantear alternativas siempre surge, antes o después, el planteamiento simplista de separar, cuando no enfrentar, la sanidad pública y la sanidad privada

El sistema sanitario sufre una notable falta de eficiencia. A la insuficiencia y desigualdad territorial de la financiación, se unen carencias crónicas en la planificación del personal sanitario y falta de coordinación y liderazgo estatal en la definición de las políticas públicas. Como resultados más visibles: incremento de los tiempos de espera para el acceso a los servicios; retrasos en la incorporación de tecnología, terapias o técnicas innovadoras; cartera de servicios cada vez peor adaptada a los cambios de la morbilidad y la demografía, que se acentuará en las próximas décadas, e insatisfacción y desafección creciente del profesional sanitario. Ninguno de estos problemas es simple ni tiene una solución única. Las reformas que necesita nuestro sistema son complejas y requieren de enfoques globales que permitan afrontarlas en todas sus dimensiones y con la colaboración de todos los agentes presentes en el sistema.

Lo hemos manifestado en infinidad de ocasiones: la sanidad privada quiere, y debe, participar en el proceso de debate que impulse las reformas que necesita nuestro sistema sanitario para alcanzar el nivel de calidad que exige nuestra sociedad. Para ello, la sanidad privada puede aportar el efecto dinamizador que sus herramientas de gestión aportan al desarrollo de planes de acción y procesos de toma de decisiones, en entornos complejos, donde la incertidumbre es un factor prevalente, participando en la planificación de las reformas y compartiendo el diseño de una cartera de servicios sociosanitarios que permitan afrontar el reto del envejecimiento y la cronicidad.

La sanidad privada quiere, y debe, participar en el proceso de debate que impulse las reformas que necesita nuestro sistema sanitario para alcanzar el nivel de calidad que exige nuestra sociedad

Reformar el sistema sanitario sin contar con la sanidad privada o, peor, considerándola enemiga de la pública es un planteamiento equivocado por inútil. No es razonable dejar fuera de la toma de decisiones a un sector que representa el mismo gasto sanitario que la suma de lo que gastan Cataluña, Andalucía y Madrid. La sanidad privada puede acreditar, además, una amplia trayectoria de colaboración a diferentes niveles con las Administraciones Sanitarias, que ha ayudado, y continúa haciéndolo, a mantener la calidad del sistema, al ser más eficiente en el uso de los recursos y agilizar el acceso de los ciudadanos a las prestaciones sanitarias.

El sector asegurador de salud, especializado, en nuestro país, en la gestión de la prestación y calidad del servicio sanitario y en el control del crecimiento de sus costes, del que el grupo Asisa, es un representante especialmente cualificado, ha participado en prácticamente todas las fórmulas de colaboración público-privada que han ayudado a sostener la viabilidad de nuestro sistema sanitario, hasta la actualidad. Desde el modelo asistencial del mutualismo administrativo y los conciertos y derivaciones para aligerar las listas de espera, hasta modelos tan complejos como las concesiones administrativas para la construcción y gestión de hospitales públicos con su área de salud adscrita son ejemplos suficientemente demostrativos. La experiencia acumulada es un activo que puede aportar conocimiento y talento para ayudar a articular una nueva forma de organización sanitaria alineada con las necesidades de nuestro tiempo. Reivindicar esa capacidad es una obligación.

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