Las personas mayores y vulnerables necesitan ayuda urgente al cumplirse el segundo año de la guerra en Ucrania

Laurentia Jora, Coordinadora de Comunicaciones de World Vision en Ucrania

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Elena revisa los resultados de las pruebas médicas a las que se ha sometido desde su infarto. Difícilmente podía costear el tratamiento. Foto: World Vision

Laurentia Jora, Coordinadora de Comunicaciones de World Vision en Ucrania

Cuando la luz de la mañana de principios de invierno se colaba entre las cortinas del pequeño apartamento del noveno piso de Dnipro, en el este de Ucrania, Elena, de 64 años, se despertó y tecleó apresuradamente el mensaje que lleva enviando a sus dos hijos todos los días desde hace casi dos años. “¿Estás vivo?”.

En el ritmo frenético de alarmas, bombardeos y ataques, la vida ha adquirido una fragilidad particular. Al oír los dos pitidos de su teléfono casi simultáneamente, exhaló con fuerza.

Elena, de 64 años, sufrio un infarto al comienzo de la guerra en Ucrania. Llevamos dos años viviendo en una tortura mental”

Mientras entraba en la cocina poco iluminada y el desgastado suelo de madera crujía, empezó a preparar el desayuno de su nieto Sergiy. Colocó apresuradamente unas galletas, un plátano y una taza de té verde en la pequeña mesa de la cocina y salió a toda prisa por la puerta del apartamento para no llegar tarde a su cita con el médico.

Al comienzo de la guerra sufrió un infarto. “Llevamos dos años viviendo en una tortura mental”, cuenta con los ojos humedecidos. Con una pensión de sólo 100 dólares al mes, cada vez le resulta más difícil cubrir sus necesidades básicas, sin contar con los gastos médicos y los tratamientos. Todos los meses debe someterse a análisis de sangre y escáneres, lo que le deja sin medios para cubrir sus gastos de alimentación y servicios públicos.

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Elena y su nieto Sergiy en el pequeño apartamento de Dnipro, Ucrania, que les proporcionó un amigo tras huir del frente ucraniano. Foto: World Vision

Sobrevive mes a mes gracias a su exigua pensión y a la ayuda social y humanitaria. “Estoy muy agradecida por la ayuda que recibo. Hay momentos en los que te preguntas si puedes permitirte estos medicamentos, alimentos o servicios básicos. Y la respuesta es no, sin ayuda no, y tu vida depende de ello”.

“Hay momentos en los que te preguntas si puedes permitirte estos medicamentos. Y la respuesta es no, sin ayuda no, y tu vida depende de ello”

Antes de la guerra, Elena era bailarina profesional y también daba clases de danza. Tras haber vivido la mayor parte de su vida en la ciudad de Sievierodonetsk, en la región de Luhansk. Allí sobrevivió escondida durante 21 días. Lo único que recuerda de aquellos primeros días de guerra es el olor acre de los escombros quemados, un cielo gris lleno de humo y polvo y cómo su querida ciudad se convertía poco a poco en ruinas.

Los refugios subterráneos, que antes habían sido cobertizos para guardar las bicicletas y los juguetes viejos de sus hijos, sirvieron de residencia para ella y otras decenas de vecinos. “Muchos de los que estábamos escondidos en el sótano nunca pudieron salir”.

En esos momentos, su hijo se ofreció voluntario para ayudar a la gente a reubicarse, utilizando los pasillos de escape. El 17 de marzo de 2022, Elena recibió una llamada. “Mamá, tienes cinco minutos para hacer las maletas e irte”.

Y fueron de los pocos afortunados que, tras varios intentos, pudieron hacer esa llamada. Al cabo de unas horas, el teléfono y la conexión a Internet habían desaparecido. Los familiares no podían ponerse en contacto entre sí. No sabían si sus seres queridos habían sobrevivido.

Tras instalarse en Dnipro, Elena descubrió que el apartamento de su hijo había desaparecido. Se redujo a cenizas. “Lo perdimos todo: familia, amigos, casa”

Mientras Elena y su hijo reunían a quienes necesitaban ser evacuados, la artillería y los bombardeos no cesaban. “En los pocos kilómetros que recorrimos por la ciudad, la carretera estaba llena de metralla y cráteres de bombas”, recuerda.

¿Qué nos queda?

Tras instalarse en Dnipro, Elena descubrió que el apartamento de su hijo había desaparecido. Se redujo a cenizas. “Lo perdimos todo: familia, amigos, casa”. Al cabo de unas semanas, descubrió que todas las ventanas de su apartamento del cuarto piso habían estallado. Ya no queda nada del balcón ni del tejado. En un intento de preservar lo que quedaba de su antiguo hogar, pidió a los vecinos que quedaban que pegaran unos cartones en las ventanas.

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La ayuda en efectivo de World Vision permitió a Elena completar su tratamiento. Foto: World Vision

Actualmente hay una gran comunidad de desplazados internos en Dnipro, con 3,7 millones de personas reubicadas en todo el país. Todos supusieron que sólo iban a quedarse aquí dos semanas antes de volver a casa. Pero ya han pasado dos años.

Tras dos años de guerra en Ucrania, hay una gran comunidad de desplazados internos en Dnipro, con 3,7 millones de personas reubicadas en todo el país

“Con cada alarma, cada segundo que pasa, sólo te preguntas una cosa, ¿ha sobrevivido tu familia a este ataque?. Ese calvario se sucede día tras día y el miedo a no volver a ver a tus seres queridos se experimenta una y otra vez”.

Hasta la fecha, World Vision ha llegado a más de un millón de personas dentro de Ucrania con asistencia para necesidades básicas, salud mental, protección, educación, programas de medios de subsistencia y dinero en efectivo y vales. La ayuda en efectivo permite a las personas desplazadas como Elena dar prioridad a sus necesidades más urgentes, como alimentos, vivienda, tratamiento médico y otros artículos de primera necesidad.

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