Redacción
El sueño es un pilar fundamental y una necesidad fisiológica que, junto con la alimentación y ejercicio físico, nos permiten tener un buen estado de salud físico y mental e incrementar el bienestar. Sin embargo, en nuestra sociedad, los trastornos de sueño constituyen un importante problema de salud pública.
La población no es consciente de la importancia de el descanso suficiente y de calidad, por lo que se ha reducido el número de horas de sueño para dedicarlas a trabajo, ocio u otras actividades. Esto produce importantes alteraciones en nuestro organismo y nuestros ritmos circadianos, además de dejar huellas negativas en nuestra salud.
La falta de sueño produce importantes alteraciones en nuestro organismo y nuestros ritmos circadianos
La Organización Mundial de la Salud ha alertado de este déficit de descanso y, según sus cifras, el 70% de la población mundial no duerme las ocho horas al día recomendadas. Por su parte, la World Sleep Society estima que hasta el 45% de la población mundial padecerá, en algún momento, algún trastorno de sueño grave, por lo que se considera una epidemia global. En datos epidemiológicos publicados en España sobre insomnio crónico en mayores de 18 años, que es la expresión más grave de la enfermedad, en los últimos 20 años se ha duplicado la presencia de esta enfermedad, representando actualmente entre el 6-14% de la población, y el 43% de la población, es decir casi uno de cada dos españoles, tiene síntomas leves de insomnio.
En población menor de 18 años, en donde el sueño es especialmente relevante si cabe en esta población por el desarrollo neurológico, físico, cognitivo y emocional, por su salud actual y futura, las cifras muestran que cuatro de cada 10 menores de entre los ocho y 16 años, no cumplen con las recomendaciones de horas de sueño de lunes a viernes, una realidad que se acentúa sobre todo a los adolescentes, ya que más de la mitad de ellos duerme menos de siete u ocho horas.
La World Sleep Society estima que hasta el 45% de la población mundial padecerá algún trastorno de sueño grave, por lo que se considera una epidemia global
En este escenario, la Alianza por el Sueño ha comparecido ante la Comisión de Sanidad del Congreso de los Diputados con el objetivo de transmitir a los portavoces políticos este importante problema de salud pública y el valor del reconocimiento del sueño como pilar fundamental de una vida saludable y del bienestar social, y ha trasladado a los parlamentarios la necesidad de promover políticas que refuercen el cuidado integral del sueño, reducir el consumo de benzodiacepinas con alta capacidad adictiva e impulsar este tema de gran calado en la agenda política.
En el Pacto Nacional por la Salud Mental Para el impulso del sueño en la esfera política, la Alianza celebra que la Comisión haya respaldado por unanimidad la creación de la subcomisión de salud mental para contribuir al Pacto Nacional por la Sal Mental. No obstante, cabe destacar que el cuidado de la salud mental implica también cuidar el sueño, ya que está científicamente demostrada la correlación bidireccional entre el insomnio crónico y alteraciones de salud mental, como la depresión, la ansiedad, la ideación suicida o el consumo de sustancias.
Está científicamente demostrada la correlación bidireccional entre el insomnio crónico y alteraciones de salud mental
“Creemos que es importante incorporar programas de educación y concienciación de la importancia de la higiene del sueño como factor fundamental para preservar la salud mental y el bienestar emocional social. De la misma forma, el excesivo consumo a largo plazo de benzodiacepinas, que pueden crear un alto nivel de adicción, debe abordarse en el Pacto por la Salud Mental, a través de su prescripción progresiva y la búsqueda de alternativas terapéuticas” explica la doctora Carmen Bellido Cambrón, Coordinadora de Grupo de Trabajo, Económica y Empresa de la Alianza por el sueño.
Además, desde la Alianza por el Sueño se ha destacado la importancia de que el pacto de salud mental incluya una estrategia de deshabituación del consumo de fármacos que pueden afectar a la salud mental como los tranquilizantes o las benzodiacepinas que tienen una vinculación directa con la patología dual.