Redacción
El diagnóstico de la enfermedad celíaca es sencillo, no obstante, en ocasiones los síntomas se pueden confundir con los de otras patologías. Por este motivo, la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) busca concienciar sobre esta enfermedad incidiendo en identificar sus síntomas, no siempre presentes, así como su diagnóstico y tratamiento. En este sentido, la enfermedad celíaca es una patología que afecta a los individuos predispuestos genéticamente. En ellos, el gluten presente en ciertas harinas desencadena una reacción inmunológica alterada que daña la mucosa del intestino delgado, causando la malabsorción de nutrientes.
La evaluación de esta patología es “relativamente sencillo” ya que, en un primer momento, se basa en la realización de una prueba serológica de anticuerpos anti- transglutaminasa. Además, cabe resaltar que “estas pruebas presentan una tasa de sensibilidad y especificidad del 98%”, afirma la Dra. Marta Tejedor, responsable del Comité de Redes Sociales de la FEAD y jefa del Servicio de aparato digestivo del Hospital Universitario Infanta Elena (Madrid).
La prueba serológica de anticuerpos anti- transglutaminasa para detectar la enfermedad celíaca, presentan una tasa de sensibilidad del 98%
Por lo que, en caso de resultar negativa “podemos descartar razonablemente padecer la enfermedad” y no se suelen realizar más pruebas ya que “no es lo habitual dar negativo en el test serológico y positivo en enfermedad celíaca en otras pruebas”, no obstante, “siempre dependerá de las consideraciones del médico”.
En cambio, si la prueba serológica es positiva se realizan más pruebas para su confirmación, “como es el caso de la biopsia intestinal”, aunque “con la prueba serológica ya obtenemos una primera información muy fiable”, además, “las ventajas que presenta es que es simple, sencilla de practicar y se puede realizar independientemente de la edad del paciente” , concluye.
Los síntomas de la enfermedad celíaca no son específicos e, incluso, a veces inexistentes
Sin embargo, los síntomas de esta enfermedad no son específicos, siendo variables e, incluso, a veces inexistentes. Los indicios más comunes son distensión abdominal, dolor abdominal, retraso del crecimiento en el caso de los niños y, el más común, diarrea crónica. En el caso de que el daño a la mucosa intestinal sea significativo, la enfermedad cursará con déficits nutricionales. También “puede haber síntomas atípicos, como una depresión o irritabilidad y cambios en el comportamiento”, apunta la Dra. Tejedor.
En otros casos, en las personas que no presentan síntomas claros y evidentes sí pueden presentar un déficit de vitaminas y minerales, “entre los que la anemia ferropénica es el más común” junto con “problemas relacionados con la absorción de calcio” y, en los casos más graves, “puede haber una alteración del perfil hepático, incluso”, concluye la Dra. Tejedor.
Todo esto hace que sus síntomas sean fácilmente confundibles y puedan solaparse con otras patologías entre las que se encuentran, por ejemplo, el Síndrome del Intestino Irritable (SII) o la Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII).