Redacción
Es importante que España incorpore un programa de formación específico para la educación superior, es decir, que los profesores universitarios reciban formación docente para mantenerse actualizados en su área de conocimiento y en prácticas pedagógicas efectivas para, a su vez, formar a los alumnos. En el contexto específico de la Medicina, esa formación es aún más crucial debido a la complejidad de los temas médicos, la diversidad de los estudiantes y las demandas de la práctica clínica, que requieren una preparación sólida en estrategias de enseñanza.
Así lo han asegurado los expertos reunidos en el XVII Encuentro Anual de Educación Médica 2024, titulado La tríada académica, núcleo de la Educación Médica: docente, estudiante y paciente, que organiza la Fundación Lilly en el marco de los Cursos de Verano de la Complutense en San Lorenzo de El Escorial.
“Un buen médico no tiene que ser sinónimo de un buen profesor, ni al revés. Por ello, debe formarse en la “profesión de profesor” y ser un auténtico intelectual de la educación médica”
“Un buen médico no tiene que ser sinónimo de un buen profesor, ni al revés. Por ello, debe formarse en la “profesión de profesor” y ser un auténtico intelectual de la educación médica, instaurando las mayores y mejores evidencias de práctica docente, reconociendo lo que “funciona” y lo que “no funciona“, señala Jesús Millán, codirector del Encuentro, catedrático de Medicina, profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y director de la Cátedra de Educación Médica Fundación Lilly -UCM.
Por su parte, Beatriz Gal, codirectora del Encuentro, secretaria de la Sociedad Española de Educación Médica (Sedem) y profesora titular de Fisiología en la Universidad CEU San Pablo, comenta: “El profesor actual debe tener un papel central en la facilitación del aprendizaje, es decir, crear un ambiente de aprendizaje positivo y motivador. Para los estudiantes es muy importante verse reflejados en lo que ellos desarrollarán en un futuro próximo y los profesores clínicos aportan toda una experiencia profesional que estimula y motiva a los estudiantes y les ayuda a entender de una manera mucho más real para qué estudian”.
“El profesor actual debe tener un papel central en la facilitación del aprendizaje, es decir, crear un ambiente de aprendizaje positivo y motivador”
Una educación centrada en el alumno
El modelo educativo no debe centrarse en el profesor, sino en el aprendizaje del alumno. Además, en el caso de la educación médica, debe centrarse también en el paciente, pues es el objetivo último de la Medicina. El profesor tiene un papel protagonista en esta tarea, pues puede actuar como mediador entre el paciente y los alumnos, asegurando que el paciente reciba un tratamiento adecuado y que los alumnos aprendan de manera ética y profesional.
Para que se dé esa educación centrada en el alumno, Jesús Millán señala que ha de darse en un entorno adecuado: el clínico. “Las enfermedades vienen en los libros, los enfermos no vienen en los libros. El entorno clínico es particularmente atractivo para el alumno, le pone en contacto con la realidad y a tiempo real. Le facilita el acceso a la medicina real, no virtual”.
“Los profesores clínicos aportan toda una experiencia profesional que estimula y motiva a los estudiantes y les ayuda a entender de una manera mucho más real para qué estudian”
Además, en el entorno clínico el estudiante puede percibir los valores personales y profesionales de quien le enseña, el profesor, aprendiendo no solo conocimientos, sino también cómo se “hacen” las cosas y cómo “se es médico“. De este modo, el alumno aprende profesionalismo, es decir, un conjunto de conocimientos habilidades y actitudes que definen la “profesionalidad” del médico.
Un programa de acompañamiento al alumno
Para mejorar el aprendizaje de una disciplina tan exigente como la Medicina, es esencial contar con un programa de acompañamiento al alumno basado en tres ejes: mentoría académica y profesional en la que se establezcan reuniones regulares para cuestiones académicas; apoyo psicológico y emocional brindado por un servicio con profesionales especializados y grupos de apoyo, y desarrollo de habilidades, por ejemplo, técnicas de estudio, manejo del tiempo o habilidades de comunicación.
“El entorno clínico es particularmente atractivo para el alumno, le pone en contacto con la realidad y a tiempo real”
“Este tipo de programas proporcionan apoyo adicional, orientación y recursos que pueden ayudar a los estudiantes a superar desafíos académicos, personales y profesionales“, asegura Beatriz Gal, quien añade que para que los profesores desarrollen una buena tarea de mentorización, además de tener habilidades pedagógicas, necesitan tiempo para formarse en estos programas.
Medicina narrativa
Entre los temas expuestos durante el Encuentro, destacan, por ejemplo, la importancia de la formación del paciente para tomar un papel proactivo en el cuidado de su salud o el desarrollo de la medicina narrativa en la interacción médica, que consiste en entrelazar la historia del médico y la del paciente para obtener, además de la historia clínica, la historia de enfermedad del paciente y la de su vida con la enfermedad.
Tal y como indica Roger Ruiz Moral, médico de familia, profesor titular de Medicina, director de la Unidad de Educación Médica y Comunicación Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad Francisco de Vitoria, con el énfasis en la narración se reconoce la singularidad de cada paciente y de su relato vital de sufrimiento por la enfermedad. “Cada historia tiene aspectos comunes que tienen que ver con la enfermedad, que se recogen en la historia clínica tradicional, pero también tiene aspectos particulares únicos, que son la experiencia de cada paciente y que, por tanto, tienen que ver con la dolencia. Por eso, la medicina narrativa es la vía más rápida para empatizar con él y poder crear una relación terapéutica basada en la confianza“.
Para llevar a cabo esta medicina narrativa y comprender mejor al paciente, se ha de introducir en los estudios de Medicina un enfoque más humanista y una sensibilidad ética, y así ampliar el marco epistemológico y antropológico de la medicina. “Se debe implantar una enseñanza integral, basada en problemas, tomando al paciente como eje. No basta con tener una asignatura, sino que es necesario contar con líneas transversales que impregnen todas las materias clásicas (ginecología, radiología, neurología…). El médico debe desplegar actitudes de escucha, explorar sentimientos, emociones…”, concluye.