El IMC ya no será lo único que determina la obesidad: nuevo consenso europeo para su diagnostico y abordaje

La Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad cambia el enfoque y da más valor a la distribución de la grasa corporal que al propio IMC, así como a otros deterioros médicos, cognitivos o psicológicos para diagnosticar y tratar la enfermedad

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Redacción
El dato que arroje el cálculo del Índice de Masa Corpora (IMC) no será tan determinante para diagnosticar la obesidad en un paciente, sino que se tendrán en cuenta otros factores que pueden llevar al mismo diagnóstico en personas que no tengan ese IMC de 30, el valor de corte establecido hasta ahora para hablar de obesidad o de sobrepeso. La revista Nature Medicine ha publicado el nuevo enfoque de trabajo para diagnosticar, clasificar y tratar la obesidad en adultos que ha consensuado la Asociación Europea para el Estudio de la Obesidad (EASO). Un trabajo que actualiza y amplía el foco de los factores que deben tenerse en cuenta en una consulta cuando de obesidad se trata.

Se tendrán en cuenta otros factores que pueden llevar al diagnóstico de obesidad en personas que tengan un IMC menor de 30

Con el nuevo marco consensuado, puede que un paciente que tenga un IMC de 25, que no se considera obesidad, pero tenga una parte importante de tejido adiposo en la zona abdominal, se pase a considerar que tiene obesidad, si también presenta algún tipo deterioro médico, psicológico o funcional. Así, los expertos señalan que “el IMC por sí sólo es insuficiente como criterio diagnóstico” y “la distribución de la grasa corporal tiene un efecto sustancial sobre la salud”. El enfoque da un mayor valor a dónde se sitúa la gasa corporal en las personas, y este cambio haría que más pacientes se puedan beneficiar de una adecuada atención y tratamiento de la obesidad.

“El nuevo enfoque deja claro que la acumulación de grasa abdominal (visceral) es un factor de riesgo importante para el deterioro de la salud, también en personas con un IMC menor y aún sin manifestaciones clínicas claras”, destacan expertos de la EASO en un comunicado. Así, incluye a personas con un IMC más bajo (≥25-30 kg/m2) pero con una mayor acumulación de grasa abdominal y algún otro problema o condición médica, funcional o psicológica. Estos aspectos complican la definición de obesidad, lo que hace que haya más riesgo de que este grupo de personas no se trate.

Incluye a personas con un IMC más bajo (≥25-30 kg/m2) pero con mayor acumulación de grasa abdominal y algún deterioro médico, funcional o psicológico

Los autores, miembros del grupo directivo de la EASO, en sus recomendaciones centran el tratamiento de las personas con obesidad en las directrices disponibles en la actualidad. Las modificaciones conductuales, incluida la terapia nutricional, la actividad física, la reducción del estrés y la mejora del sueño, son los pilares del tratamiento de la obesidad, con la posibilidad de incluir terapia psicológica, medicamentos para la obesidad y procedimientos bariátricos (quirúrgicos y endoscópicos) o metabólicos.

Sin embargo, para estas dos últimas opciones, el comité directivo debatió sobre el hecho de que las guías actuales se basan en la evidencia clínica derivada de ensayos clínicos, en los que los criterios de inclusión se basan mayoritariamente en valores de corte antropométricos más que en una evaluación clínica completa. En la práctica actual, la aplicación estricta de estos criterios basados en la evidencia excluye el uso de medicamentos para la obesidad o procedimientos metabólicos/bariátricos en pacientes con una evidencia sustancial de padecer obesidad pero con valores bajos de IMC.

Proponen considerar el uso de medicamentos contra la obesidad en pacientes con IMC a partir de 25, una relación cintura-talla superior a 0,5 y otra complicación médica, funcional o psicológica

Por lo tanto, los miembros del comité directivo proponen que, en particular, se considere el uso de medicamentos para la obesidad en pacientes con un IMC de 25 kg/m2 o superior, una relación cintura-talla superior a 0,5 y la presencia de deficiencias o complicaciones médicas, funcionales o psicológicas, independientemente de los valores de corte actuales del IMC.

Los autores dicen que “esta declaración también puede ser una llamada a las compañías farmacéuticas y a las autoridades competentes para su regulación para que utilicen criterios de inclusión que se adhieran más a las etapas clínicas de la obesidad y menos a los límites tradicionales del IMC a la hora de diseñar futuros ensayos clínicos con medicamentos para la obesidad”.

Concluyen que “esta declaración colocará el manejo de la obesidad al nivel de otras enfermedades crónicas no transmisibles, en las que el objetivo no está en los resultados intermedios a corto plazo, sino en beneficios para la salud a largo plazo. La definición de objetivos terapéuticos personalizados a largo plazo debe ser explicada a los pacientes desde el inicio del tratamiento, teniendo en cuenta el estadio y la gravedad de la enfermedad, las opciones terapéuticas disponibles y los posibles efectos secundarios y riesgos concomitantes, las preferencias de los pacientes, los impulsores individuales de la obesidad y los posibles impedimentos para el tratamiento. Énfasis en la necesidad de un tratamiento integral a largo plazo o de por vida en lugar de una reducción de peso corporal a corto plazo”.

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