Paula Baena
La enfermedad de Parkinson supone un desafío para las personas que la padecen, independientemente de su entorno, aunque las dificultades se multiplican para aquellos que viven en una zona rural. Las áreas rurales presentan barreras para la accesibilidad a los recursos sociosanitarios, fruto de un conjunto de factores como son el hábitat, los desequilibrios demográficos (como es el envejecimiento) y desventajas socioeconómicas.
Con motivo de ello, la Federación Española de Párkinson (FEP) ha desarrollado, desde hace ya algunos años, el proyecto Párkinson Rural: fomento de la autonomía, destinado a prevenir el aislamiento sociosanitario de las personas que padecen esta enfermedad neurodegenerativa en zonas rurales. En España hay más de 160.000 afectados, de los cuales aproximadamente un 30% reside en municipios pequeños.
Además, estos pacientes enfrentan serias dificultades para acceder a información y recursos especializados, lo que aumenta su vulnerabilidad y limita su calidad de vida. Así, la FEP destaca la importancia de los cuidadores y familiares en el apoyo físico y emocional de los mismos.
En España hay más de 160.000 afectados, de los cuales aproximadamente un 30% reside en municipios pequeños
La combinación de aislamiento geográfico, limitados recursos sanitarios y barreras sociales crea un escenario complejo para el manejo del párkinson en áreas rurales.
Tanto es así que el propio diagnóstico de la enfermedad en áreas rurales presenta retos únicos. Estos pacientes enfrentan una mayor dificultad para acceder a cuidados especializados debido a la distancia a los centros médicos y la falta de especialistas en neurología en estas zonas. Además, este problema se agrava con la edad avanzada de muchos de los afectados, que puede limitar su movilidad y su capacidad para desplazarse largas distancias para recibir tratamiento. En concreto, el envejecimiento es uno de los factores de riesgos de padecer enfermedad de Parkinson y la prevalencia aumenta exponencialmente a partir de la sexta década de vida.
Una de las principales dificultades para los diagnosticados con esta patología es la falta de acceso a servicios de salud especializados. Los neurólogos, fisioterapeutas y otros profesionales que juegan un rol crucial en el manejo del párkinson son escasos en estos entornos. No obstante, si bien se está explorando la telemedicina como una solución potencial, su implementación aún enfrenta desafíos técnicos y de infraestructura.
Políticas públicas dirigidas a la equidad
Para mejorar la situación de los pacientes con párkinson en el medio rural, es esencial que las políticas públicas se orienten hacia la equidad en el acceso a la salud.
El documento de la FEP detalla guías enfocadas en el desarrollo sostenible del entorno rural, la incorporación de tecnología, el fortalecimiento comunitario, el acceso a servicios básicos y la promoción de la economía local. No obstante, para el éxito de estas guías, es crucial la colaboración de diversos agentes, incluyendo gobiernos locales, ONGs, empresas privadas, instituciones educativas y de investigación, líderes comunitarios, agricultores y productores locales, así como agencias de financiación.
El dossier recalca que estos actores deben trabajar juntos para implementar políticas, proporcionar recursos, facilitar proyectos, invertir en infraestructuras y movilizar a la comunidad, asegurando mejoras significativas en la calidad de vida de las comunidades rurales.
Sugiere que, iniciativas como la capacitación de médicos rurales en neurología básica, el fomento de la telemedicina y la mejora de la infraestructura de transporte podrían marcar una gran diferencia. Además, resalta la importancia de asignar recursos adecuados para la investigación y el desarrollo de programas específicos que aborden las necesidades únicas de los pacientes de áreas rurales.
El impacto psicosocial de la enfermedad de Parkinson
Esta enfermedad no solo afecta físicamente a los pacientes, sino que también tiene un profundo impacto psicosocial. La sensación de aislamiento es común entre los afectados en áreas rurales, donde las oportunidades de interacción social pueden ser limitadas. Sin embargo, estas comunidades suelen exhibir una fuerte cohesión social, lo que puede ser un factor mitigante importante. Las redes de apoyo comunitarias y familiares juegan un papel vital en la calidad de vida de los pacientes, proporcionando apoyo emocional y práctico.
Organizaciones locales y asociaciones de pacientes trabajan arduamente para llenar los vacíos en el apoyo sociosanitario. Estas entidades organizan grupos de apoyo, talleres y actividades que no solo brindan información sobre la enfermedad, sino que también crean un espacio de comprensión mutua.
Por tanto, mejorar la calidad de vida de los pacientes que viven en el medio rural requiere un enfoque integral que incluya políticas públicas inclusivas, el fortalecimiento de las redes de apoyo y el uso de tecnologías emergentes para superar las barreras geográficas.