Especial RSC & Sostenibilidad 2024
Juan José Afonso. Director general de centros de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios España
En los últimos años, la comunicación entre las personas ha experimentado una transformación radical. Nunca antes habíamos tenido a nuestra disposición tantas herramientas para romper con los límites del tiempo y el espacio. Las tradicionales cartas y llamadas telefónicas han dado paso a los correos electrónicos, a la mensajería instantánea y a las videollamadas. Redes sociales como Twitter, Instagram o LinkedIn han revolucionado el modo en que las personas nos comunicamos, creando espacios donde compartir información en tiempo real y para una audiencia global. Plataformas como Zoom, Teams o Google Meet, que se popularizaron con la pandemia, están hoy plenamente integradas en nuestro día a día, profesional pero también personal.
Hay familias que lejos de la paella del fin de semana han optado por el zoom de los domingos. Y qué decir de aplicaciones como Whatsapp o Telegram, comunicación al instante y en todo momento.
Ante este panorama, cabría pensar que tal conectividad hace prácticamente imposible que haya personas que puedan llegar a sentirse solas ni queriendo. La realidad, sin embargo, lo sabemos bien, no es esa. La soledad se ha convertido en un problema de primer orden que afecta nada menos que a 30 millones de personas en Europa, más de seis en nuestro país. Tal es la magnitud del asunto que nos ocupa que no son pocos los expertos que junto a la obesidad y el estrés han catalogado la soledad como epidemia de nuestro siglo XXI. Obesidad, estrés y soledad… No, no es un panorama muy alentador que digamos.
Aunque la soledad no es un problema exclusivo de la población mayor, lo cierto es que su incidencia es especialmente llamativa en este colectivo, recordemos, ya de por sí vulnerable
Aunque la soledad no es un problema exclusivo de la población mayor, lo cierto es que su incidencia es especialmente llamativa en este colectivo, recordemos, ya de por sí vulnerable. De hecho, los datos nos dicen que uno de cada tres casos de soledad no deseada afecta a nuestros mayores y esto puede agravar e incluso propiciar otros problemas como trastornos del sueño, depresión y ansiedad. Con el objetivo de ayudar en la prevención y la detección de situaciones de riesgo, desde San Juan de Dios España hemos lanzado recientemente la Guía para el acompañamiento de la soledad no deseada en personas mayores. Un trabajo en el que nos dirigimos tanto a los profesionales sociosanitarios como voluntariado y comunidad en su conjunto para que, en primer lugar, todos tomemos conciencia de esta realidad y, después aprendamos a detectarla y a actuar como corresponda en cada caso.
La guía está a disposición de todos aquellos que, sensibles a esta situación, quieran dar un paso más y contribuir a paliar este problema. Pero la idea que teníamos era no sólo llegar a aquellos ya sensibilizados y, por tanto, predispuestos sino dar un toque de atención a todas aquellas personas que en su día a día no son capaces de percibir esta situación aun teniéndola muy cerca.
El vídeo lleva implícito un mensaje de esperanza y es que cuando somos conscientes de la soledad de estas personas ya no podemos mirar a otro lado y nos avergonzamos de nosotros mismos
Con ese objetivo, decidimos salir a la calle o, mejor dicho, que fueran nuestros mayores quienes lo hicieran. Entendíamos que nadie que mejor que ellos para hacer llegar el mensaje. Y no nos equivocábamos. Nuestros protagonistas han sido un grupo de personas mayores de la Residencia San Juan de Dios de Sevilla que el pasado 14 de mayo salieron a la calle, como decía, para acercarse a sus vecinos con el siguiente mensaje: “Qué bonita es la soledad cuando tienes alguien a quien contársela”.
Queríamos saber cómo respondemos cuando, inmersos en nuestra rutina, se nos acerca una persona mayor que no sabemos muy bien qué es lo que quiere. La acción se grabó con cámara oculta y, previo permiso de quienes aparecen, ha dado lugar a un vídeo en el que en poco más de dos minutos se recoge a la perfección el problema que supone la soledad no deseada y la falta de sensibilidad o, mejor dicho, desconocimiento que existe sobre la misma.
Y digo desconocimiento porque el vídeo lleva implícito un mensaje de esperanza y es que cuando somos conscientes de la soledad de estas personas ya no podemos mirar a otro lado y nos avergonzamos de nosotros mismos. El vídeo, si no lo habéis visto os invito a hacerlo, se ha viralizado de una forma espectacular y ha adquirido una gran repercusión mediática, ayudándonos a cumplir ese objetivo inicial que nos planteábamos: visibilizar el problema.
Y concluyo, pero no sin antes dar las gracias a nuestros mayores protagonistas, pues somos conscientes de que el éxito de esta acción ha copado sus agendas durante días, atendiendo las demandas de la radio, la televisión, la prensa… para ayudarnos en esta misión que es, como siempre, ayudar a quien lo necesita.