Paula Baena
La poliomielitis es una enfermedad viral altamente contagiosa que afecta principalmente a niños menores de cinco años. El virus, que ataca el sistema nervioso, provoca parálisis en uno de cada 200 casos y, en algunos, puede llevar a la muerte por insuficiencia respiratoria. Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la polio fue una de las mayores amenazas para la salud infantil en todo el mundo, dejando secuelas físicas y psicológicas en innumerables supervivientes. El Dr. David A. Pérez Martínez, jefe de Neurología del Hospital Universitario La Luz, conecta en Doryos el arte y la medicina para ilustrar cómo Triste Herencia, de Joaquín Sorolla, captura la tragedia de la polio en la sociedad de su tiempo y discute su relevancia histórica hasta la casi erradicación de la enfermedad en la actualidad.
La obra de Sorolla, creada en 1899, retrata a un grupo de niños discapacitados en una playa de Valencia. Este cuadro simboliza el sufrimiento causado por la poliomielitis y sirve como muestra de los avances médicos que han permitido casi erradicar esta enfermedad.
El Dr. Pérez Martínez explica que Triste Herencia constituye un testimonio visual de una de las tragedias sanitarias más significativas de la historia. Sorolla, conocido por sus paisajes luminosos y escenas costumbristas, utiliza en este cuadro una paleta de colores que, a pesar de su habitual luminosidad, transmite una profunda tristeza. En el primer plano, un adolescente con una pierna completamente atrófica se convierte en el símbolo de la poliomielitis, que causaba debilidad muscular y parálisis en los afectados, especialmente en las extremidades.
La obra muestra los avances médicos que han permitido casi erradicar esta enfermedad
El Dr. Pérez Martínez también detalla cómo la poliomielitis, desde el siglo XVIII, se convirtió en una epidemia global que alcanzó su punto álgido en el siglo XX. La enfermedad era temida por su capacidad de propagarse rápidamente y por las secuelas permanentes que dejaba en aquellos que lograban sobrevivir. Durante la primera mitad del siglo XX, los llamados pulmones de acero se convirtieron en una herramienta vital para mantener con vida a los pacientes que perdían la capacidad de respirar por sí mismos debido a la parálisis respiratoria causada por la polio. Estos dispositivos, que proporcionaban ventilación asistida mediante presión negativa, son un recordatorio de los métodos rudimentarios utilizados antes de la era de las vacunas.
No obstante, como explica el neurólogo, el panorama cambió radicalmente con los descubrimientos de Jonas Salk y Albert Sabin, quienes desarrollaron las vacunas inyectable y oral contra la poliomielitis en 1954 y 1964 respectivamente. Estas vacunas marcaron el comienzo del fin de una enfermedad que había aterrorizado a generaciones. Gracias a estos avances, la poliomielitis ha sido prácticamente erradicada en todo el mundo, aunque aún persisten algunos casos esporádicos en países del tercer mundo, especialmente debido a la falta de acceso a las vacunas.
A pesar de estos logros, el Dr. Pérez Martínez recuerda que las secuelas de la poliomielitis siguen siendo un desafío para muchos sobrevivientes. El síndrome postpolio, que afecta a pacientes décadas después de haber superado la enfermedad inicial, se manifiesta con dolor, debilidad muscular y problemas biomecánicos que requieren atención médica continua.
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