De Benjamina a Gonzalo: historia de los cuidados y del “bendito PET”

Atapuerca ha revelado, entre otros muchos hallazgos, el uso de las primeras tecnologías sanitarias. Tras miles de años, el papel y la evolución de estas en las últimas décadas ha marcado una nueva era

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Juan León García / Burgos
La enfermedad ha estado ligada, inevitablemente (no somos inmortales), a la historia de la humanidad. Como también la salud: la aspiración de tener la mejor posible y, cada vez, durante más tiempo. Al igual que lo sabemos ahora, lo sabían bien nuestros antepasados homínidos. Así quedó corroborado hace unos años, cuando se anunció el descubrimiento en Atapuerca (Burgos) del cráneo de Benjamina, como se bautizó a los restos de una niña que falleció pronto, en torno a los 12 años, pero que si vivió hasta esa edad fue porque su comunidad le protegió y cuidó. A pesar de llegar al mundo con craniosinostosis, una rara enfermedad congénita que pudo provocarle una discapacidad, en base a la protuberancia encontrada en los restos óseos de su cabeza.

Miles de años después, todavía se habla de cuidados. Quizá con más intensidad de la que jamás se ha hablado en todo el siglo XXI: la sociedad envejece, la cronicidad aumenta. Y los ciudadanos mayores, o aquellos en situación de dependencia, necesitan de alguien. Sin ir más lejos, el Ministerio de Sanidad dio en mayo un paso más en ese sentido al anunciar un pionero Comité de Cuidados en Salud.

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Pedro, arqueólogo del equipo de Atapuerca, describe una mandíbula encontrada en el yacimiento.

En ese maremágnum de la evolución humana, se desmarca la revolución de la tecnología. En el caso de nuestros antepasados, hace pocos años se halló, no muy lejos del yacimiento más mítico de la provincia, un cráneo con dos perforaciones bilaterales que sugieren la realización de, probablemente, una de las primeras cirugías otológicas documentadas. Los investigadores estiman que pudo haberse practicado hace unos 5.300 años, con métodos muy rudimentarios.

Se cree que la historia de las primeras tecnologías sanitarias puede remontarse más de 5.000 años para realizar cirugías otológicas

“La tecnología y los productos sanitarios tienen un papel decisivo en la atención y cuidado de las personas”, enfatiza Pablo Crespo, secretario general de la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin). La patronal del sector propuso, en un encuentro con medios de comunicación en la capital burgalesa, un viaje en el tiempo a través de las soluciones tecnológicas de ayer, hoy y mañana.

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Si hace miles de años el bisturí era una lasca de sílex, hoy la incorporación de software basado en inteligencia artificial (IA) o la llegada de equipos de diagnóstico por imagen punteros han cambiado el paradigma. “La tecnología sanitaria está presente en todas las etapas de la vida humana, desde antes de nacer hasta que morimos, y contribuye directamente a transformar y hacer más eficientes los sistemas sanitarios y la sociedad, al mejorar la salud, bienestar y calidad de vida de la población”, recalca Crespo.

De cómo un PET salvó la vida a Gonzalo

Al hilo de la afirmación del secretario general, Fenin invitó a dicho encuentro a Gonzalo Calderón, un burgalés de 32 años graduado en Medicina y actual MIR en Medicina Familiar y Comunitaria superviviente, a su edad, de seis cánceres en apenas 20 años.

“Sin las tecnologías médicas, probablemente no estaría dando esta charla”, reconoce sentado en el quicio de una mesa de una sala habilitada para la visita en el AC Hotel Burgos. A su vez, hace hincapié en la importancia que tuvo ejercitar el pensamiento positivo (porque “se entrena”) y tejer una red social en la que apoyarse. Personas del entorno que, sentencia, “protegen de una caída”. En su caso, de seis.

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Crespo, durante su intervención en el seminario para periodistas organizado por Fenin.

La primera, con diez años: linfoma no Hodgkin estadio IVb. Medía 16 centímetros de diámetro y era el causante de que se notase ahogado cuando quería ir a cualquier sitio. Una vez diagnosticado y tratado por una oncóloga de adultos, se le recomendó continuar el tratamiento en el Vall d’Hebron de Barcelona, donde le dijeron que podría recibir una “mejor calidad humana” acorde al paciente pediátrico. Alojado junto a su familia en la casa Ronald McDonald de este centro, la quimioterapia y radioterapia que recibió no sirvieron de nada. Ya cumplía 11 años y experimentó su “primera experiencia cercana a la muerte”.

Como tratamiento casi de última opción, se le realizó un trasplante de médula (su hermano era compatible) para provocar un rechazo injerto contra huésped. Funcionó, y si bien el linfoma remitió, apareció una enfermedad autoinmune de la piel: esclerodermia, que le dejó la piel “totalmente rígida”. Para tratarla, viajó hasta Madrid, donde fue sometido a fotoaféresis extracorpórea, un procedimiento muy específico.

Gonzalo Calderón, residente en Medicina Familiar y Comunitaria y superviviente de seis cánceres: “Sin las tecnologías médicas, probablemente no estaría aquí”

Cuando retomó sus estudios tras el primer periplo, se dio de bruces con la importancia de la red de apoyos. “No sabía socializar tras todo ese tiempo”, lamenta. Pero continuó, hasta el punto de elegir la carrera de Medicina. “Fue dura”, recuerda. Tanto o más si a eso se suma que en su séptimo año de carrera, en 2017, empezó a presentar una sintomatología atípica. Decidió acudir, en plena época de exámenes en julio, al Hospital Universitario de Burgos (HUBU). Tras dos pruebas (punción y biopsia), los resultados de Anatomía Patológica concluían que eran “insuficientes”.

Eran semanas de incertidumbre hasta que, en una de esas carambolas del destino, uno de los tejidos extirpados para examinar, se mandó también al Hospital Marqués de Valdecilla (Cantabria). Tan solo un día antes de que Calderón hubiese entrado en el quirófano para una operación a vida o muerte, llegaron los resultados: mesotelioma peritoneal. Un cáncer “extremadamente raro que se da en un caso por cada dos millones de habitantes”. De nuevo, en la Comunidad de Madrid dieron con uno de los pocos cirujanos que podían operar este tipo de tumores. Fueron unas diez horas de intervención exitosa.

Vivió varias experiencias cercanas a la muerte. Todo su periplo le permitió cultivar un pensamiento positivo que ha plasmado en varios libros

Superado el nuevo escollo, volvió a la carrera y aprobó el examen MIR. Parecía una nueva etapa: se incorporó como residente en Palencia, a finales de 2019, hasta que una prueba rutinaria, un TAC, le detectó una masa. Era la primera ocasión que se enfrentaba a la situación de contarlo él mismo: lo hizo minutos antes de las campanadas que darían entrada al año de la pandemia. El tumor era de difícil acceso, alojado detrás del hígado. La quimioterapia, de nuevo, no surtió efecto.

Tras ser intervenido meses después, la operación salió “bien” pero no consiguió eliminar el cáncer, como se pudo ver tras hacerle un PET. Había pocas esperanzas: la opción del tratamiento paliativo era la única que se contemplaba, por lo que empezó a recibir inmunoterapia. A medida que pasaba el tiempo, los tumores iban desapareciendo hasta quedar solo una gran masa de 10 centímetros alojada en el intestino, por lo que tuvieron que extirparle 17 centímetros de este órgano.

Por si fuera poco, Calderón relata los tres últimos tumores como “no tan épicos”: un leiomioma benigno en el costado; un leiomiosarcoma con altas probabilidades de haber sido el causante del tumor en el colon; de nuevo, un leiomiosarcoma que dio pie a uno de sus libros, una guía para pacientes oncológicos; por último, otro leiomiosarcoma en la espalda. Todo ese bagaje apenas superando la treintena.

Combatir la obsolescencia, asegurar la calidad de vida

Las tecnologías de imagen diagnóstica dieron vida a Gonzalo. En su conjunto, llevan dando indefinidas esperanzas a miles de pacientes. “Nuestra industria”, comenta Crespo, “ofrece nuevas respuestas a las necesidades clínicas de los pacientes y también a los retos del sistema sanitario”. Hoy, cronicidad y envejecimiento llenan cada vez más las mesas de debate del sector. Por eso, desde Fenin se insiste en una idea: “Es esencial asegurar el acceso a ellas para que los profesionales sanitarios puedan mejorar los diagnósticos y tratamientos de los pacientes. No es posible evolucionar hacia un sistema sanitario de futuro empleando tecnologías del pasado”.

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Mientras, a unos pocos kilómetros de este yacimiento, descubierto de manera fortuita cuando unos ingleses pretendían unir unas minas cercanas a la ciudad para agilizar el transporte de los minerales, cientos de siglos se dan de bruces: los restos de Homo antecessor; heidelbergensis; neandertales o los primeros sapiens europeos y sus ancestrales tecnologías contrastan con la llegada de aceleradores lineales o equipos de tomografía computarizada (TC).

El Plan Inveat, dotado con fondos europeos, ha posibilitado la llegada de 39 nuevos equipos de tecnología sanitaria, por valor de 37,3 millones de euros, a Castilla y León

Para afrontar los desafíos en salud de la sociedad contemporánea, la patronal lleva advirtiendo desde hace tiempo que será fundamental reducir la obsolescencia del parque tecnológico sanitario. El impulso de planes de inversiones para actualizarlo llegó primero con Inveat, que ha permitido renovar y ampliar cerca de 850 equipos de alta tecnología a nivel nacional (39 de ellos en Castilla y León).

A pesar del éxito de este programa, dotado con fondos europeos, aún existen “datos preocupantes de obsolescencia en segmentos de la tecnología que no se beneficiaron del Plan Inveat, superando los umbrales máximos de ‘vida’ útil (entre 10 y 12 años) que recomiendan los organismos internacionales”, advierte la federación.

Pero este programa, que destinó 37,3 millones de euros en territorio castellanoleonés, solo se subrayó a la inversión en equipos de alta tecnología. Para alcanzar el escenario ideal, que sería la “obsolescencia cero”, destaca Crespo, hará falta que se desarrolle una estrategia nacional de inversiones.

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