Rafael Belmonte Gómez, diputado a Cortes Generales por Sevilla del Grupo Parlamentario Popular y secretario Segundo de la Comisión de Sanidad del Congreso
Los retos sanitarios que tenemos como país son innumerables. Nuestro sistema nacional de salud ha funcionado bien hasta ahora, dando una respuesta universal a las necesidades de los ciudadanos españoles. Pero la medicina ha evolucionado mucho y la realidad sociodemográfica de nuestro país también lo ha hecho. Y con esta transformación, han cambiado también las demandas de atención, que son distintas y empiezan a tensionar el sistema. Así, por ejemplo, se ha producido un incremento de las enfermedades crónicas asociado tanto al envejecimiento de la población como al avance científico. Se trata, en sí misma, de una buena noticia, en la medida en que ha permitido a muchos pacientes seguir viviendo con una aceptable calidad de vida. Sin embargo, es una buena noticia que plantea retos sanitarios diferentes, como por ejemplo la adherencia de los medicamentos.
La medicina ha evolucionado mucho y la realidad sociodemográfica de nuestro país también lo ha hecho
Los datos de no adherencia de los diferentes estudios, fundamentalmente en pacientes crónicos, son escalofriantes y apuntan en España a que se pueden dar problemas hasta en el 50 por ciento de los casos, incluyendo abandono o discontinuidad del tratamiento, o cambiar, por exceso o por defecto, la pauta prescrita. Habida cuenta de que cuando no se cumplen los objetivos de la terapia, el paciente no mejora su salud, y más frecuentemente incluso la empeora, complicando el tratamiento futuro, se estima que los problemas de adherencia representan un incremento impresionante del gasto sanitario, cifrado en millones de euros anuales en España, más las pérdidas derivadas de la consiguiente abstención laboral.
El reto con los pacientes crónicos va, no obstante, más allá de la adherencia. Se trata de mantenerlos en el radar del sistema sanitario, evitando los episodios de agudizaciones que se traducen en ingresos hospitalarios, gasto público y sobrecarga hospitalaria. Un reto complejo que exige una mayor interrelación entre los diferentes niveles de atención sanitaria y especialidades, de forma que el sistema responda realmente al concepto de “paciente en el centro”, algo que no ocurre ahora, lo que viene en detrimento no solo de la calidad de la atención y de los intereses del paciente, sino de la eficiencia del propio sistema. Claro que esa mayor integración entre los diferentes niveles asistenciales y especialidades parece difícil con la actual saturación de la Atención Primaria. Todos los expertos en salud pública coinciden en que hay que reforzar los primeros niveles de atención sanitaria, los más cercanos a la calle, para lograr un mayor y más personalizado seguimiento de los pacientes y un menor deterioro en la evolución de sus patologías.
A los pacientes crónicos hay que mantenerlos en el radar del sistema sanitario, evitando los episodios de agudizaciones que se traducen en ingresos hospitalarios, gasto público y sobrecarga hospitalaria
Todo ello nos conecta con otro reto no menos relevante, que es el de la detección precoz y la prevención. La gran paradoja es que este crecimiento de la prevalencia de patologías crónicas está relacionado, en muchos casos, con hábitos y estilos de vida y de alimentación que son perfectamente prevenibles. Las patologías cardiovasculares, renales y hepáticas, por ejemplo, comparten una base común de factores de riesgo que demandan una actuación de sensibilización, prevención y diagnóstico temprano mucho más decidida por parte de las administraciones. Lo caro no es actuar en este frente, sino dejar de hacerlo. Todas estas enfermedades, detectadas en sus estadios iniciales, pueden incluso ser revertidas. Dejadas sin diagnosticar, con los pacientes insistiendo en factores de riesgo desconocidos o ignorados, no solo amenazan la salud de estas personas, hasta ponerlas en peligro, sino que son devastadoras para el propio gasto público sanitario.
Sirva este muy somero repaso simplemente para mostrar hasta qué punto son complejos y variados los retos a los que se enfrenta nuestro Sistema Nacional de Salud. Retos que exigirían la iniciativa y el liderazgo de un Ministerio de Sanidad fuerte, con capacidad de articular un gran consenso político entre las diferentes administraciones sanitarias autonómicas a través del Consejo Interterritorial, así como también un gran diálogo social con sociedades científicas, asociaciones de pacientes, colegios profesionales, industria farmacéutica y actores sanitarios privados.
El Ministerio de Sanidad es cada vez más irrelevante en nuestro país
En este gran desafío común no sobra nadie, necesitamos a todos, y es de tal importancia y envergadura que nos lo deberíamos estar tomando muy en serio. Lamentablemente, el Ministerio de Sanidad es cada vez más irrelevante en nuestro país. No afronta los problemas que tenemos sobre la mesa y no diseña políticas de luces largas. Se está dedicando en su (in)acción de Gobierno a hacer bandera de la sanidad pública, como si la sanidad pública estuviera discutida por alguien en nuestro país, a atacar a la sanidad privada, como si fuera el enemigo de la pública y no un potencial colaborador, y a inhibirse en todos los problemas reales, como por ejemplo la falta de relevo generacional en muchas especialidades y el déficit de profesionales en la Atención Primaria.
Se ha convertido en pura narrativa insustancial, en mero sectarismo y obsesión ideológica, en la invención de un enemigo ficticio, en este caso la sanidad privada, sobre el que cargar todas las culpas. Con todo lo que hay que hacer, y puede y debe hacerse, qué pena da ver que ni siquiera la Sanidad se ve libre de la estrategia de la confrontación y la polarización.