Antonio G. García, médico y catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la Fundación Teófilo Hernando
Cuando Pedro Crespo, alcalde de Zalamea, condena a muerte al capitán don Álvaro de Ataide, este mandaba las tropas que se dirigían a Portugal, que pernoctaban en el pueblo extremeño de Zalamea de la Serena. El capitán se aloja en la casa de Crespo y trata de seducir a Isabel, su hija. Ante la negativa de esta, el vil capitán la rapta y la viola. Cuando el alcalde tiene noticias del ultraje ruega a don Álvaro que tome a su hija por esposa, según la costumbre de la época, ofreciéndole además su hacienda y poniéndose él mismo a su disposición. Pero el capitán, de origen noble, rechaza tal oferta al ser Isabel de origen humilde. Como respuesta, Pedro Crespo toma preso al capitán, lo juzga y lo ajusticia mediante garrote. Al poco, el rey Felipe II pasa por Zalamea y pide explicaciones de lo ocurrido; Crespo le responde con los versos tantas veces pronunciados desde que en 1636 don Pedro Calderón de la Barca escribiera el famoso drama teatral: «Al rey la hacienda y la vida, / se ha de dar, pero el honor / es patrimonio del alma, / y el alma solo es de Dios». Al final, el rey ratifica la decisión del alcalde y lo confirma de modo vitalicio en su cargo.
¿Qué es el honor para las gentes de hoy, 400 años después de aquel drama calderoniano? Todavía debe tener relevancia social, pues, cuando la obra se representa en el madrileño Teatro de la Comedia por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, los aficionados lo llenamos durante meses y hay que reservar las entradas con mucha antelación. Sí, en el actual siglo XXI aún vive el honor entre muchos de nosotros, aunque nuestros políticos nos ofrezcan unas laxas conductas con corruptelas, engaños, mentiras y miserias. Pero si el protagonista de tales conductas tan poco honorables es un científico, uno se lleva las manos a la cabeza porque la ciencia y sus avances se fundamentan en la veracidad de los datos obtenidos con el ejercicio del método científico en el laboratorio o en el paciente. Acabo de leer en Science, una de las más prestigiosas revistas científicas del mundo, un caso de falsificación de datos experimentales, detectados en artículos publicados en esa y otras muchas revistas. El caso ha generado el lógico revuelo, haciendo dudar de la estricta honorabilidad de la que históricamente han hecho gala los científicos. El caso salpica a uno de los neuropatólogos más influyentes en el campo de las enfermedades de Alzheimer y de Parkinson.
Hago aquí una reflexión sobre el honor en la actividad científica, una palabra hoy denostada o ignorada
Se trata del doctor Eliazer Masliah que estudió medicina y neuropatología en la Universidad Autónoma Nacional de Méjico, se graduó en 1982 y completó su residencia en patología en 1986. Seguidamente logró una beca para trabajar con el reputado Robert Terry, experto en neuropatología del alzhéimer. Ambos fueron adelantados del uso de la microscopía confocal, con la que crearon imágenes tridimensionales de células cerebrales de alta resolución. Cuando Terry murió en 2017, Masliah fue nombrado director del Laboratorio de Neuropatología Experimental, en la Universidad de California en San Diego. Allí contribuyó a desarrollar el área de la alfa-sinucleina y a la génesis de nuevos anticuerpos y vacunas para el alzhéimer y el párkinson. Algunos fármacos que se incluyeron en desarrollos clínicos en estas enfermedades se inspiraron en trabajos de Masliah y están siendo apoyados por varias compañías farmacéuticas.
En 2016, el Congreso de los Estados Unidos asignó una enorme cantidad de dinero para investigar el alzhéimer. El director del Instituto Nacional de Geriatría (NIA, del inglés National Institutes of Aging), doctor Richard Hodes, fichó al veterano investigador del cerebro, Eliezer Masliah, quien ya era un reputado neurocientífico. Él cargó sobre sus hombros la enorme responsabilidad de administrar los 2,6 billones (2.600 millones) de dólares asignados al megaproyecto, en el último año fiscal. Así, pues, era nada menos que el responsable de los dineros destinados a las investigaciones de las enfermedades neurológicas en los Estados Unidos, con un presupuesto supermillonario para el alzhéimer. De hecho, declaró que la era de oro de la enfermedad de Alzheimer había llegado.
En mi más de medio siglo de trayectoria científica he conocido casos, pocos, de falsificación de datos en algunas publicaciones científicas
A primera vista, Masliah era la elección adecuada para este puesto de «embajador» ante el potente colectivo de neurocientíficos y neurólogos de los Estados Unidos. Era médico y neuropatólogo y durante décadas había realizado investigaciones harto productivas con 800 artículos publicados que le catapultaron a los primeros puestos entre los científicos dedicados mundialmente al estudio del alzhéimer y el párkinson. De hecho, su trabajo sobre las proteínas aberrantes amiloide beta (alzhéimer) y alfa-sinucleina (párkinson) y las lesiones sinápticas y neuronales que producen, han sido de los más citados en los últimos años. Así, con el péptido amiloide beta es autor principal de 296 artículos que han recibido 55.272 citas y con las sinucleinas es autor principal de 220 artículos que han sido citados 31.106 veces.
Sin embargo, en los dos últimos años han surgido problemas en torno a algunos de los trabajos de Masliah. La historia comenzó en 2023 en un foro forense de los Estados Unidos. En este foro se analizan y discuten las imágenes («huellas») de publicaciones científicas sospechosas de fraude y de mala praxis. Un día salieron a relucir unas cuantas publicaciones en las que Masliah desempeñó un papel central. En algunos casos Masliah o algún coautor de estos trabajos respondieron a las dudas planteadas en el foro. Cuando se hicieron públicas estas dudas, y dada la posición tan relevante de Masliah, la revista Science decidió llevar a cabo una más amplia investigación e hizo público un informe que pone en duda la veracidad y rigor de algunos de los experimentos de Masliah realizados en los laboratorios en la Universidad de California en San Diego y en el Instituto de Envejecimiento (NIA). La investigación destaca aparentes falsificaciones de imágenes de Western blot (una técnica para detectar la presencia de proteínas en una muestra biológica) y de microfotografías de tejido cerebral. Al parecer, muchas imágenes se han reutilizado inapropiadamente en varios artículos publicados en años diferentes en distintas revistas.
La presión a la que se somete a los científicos y el propio sistema de financiación de la ciencia han consagrado el lema «publicar o perecer»
Tras las dudas iniciales planteadas por Science, ha aparecido un nuevo informe mucho más detallado (¡300 páginas!) que incluye un exhaustivo análisis de 132 artículos del laboratorio de Masliah, publicados entre 1997 y 2023. En ellos se revelan numerosas imágenes sospechosas de adulteración. Los autores del informe concluyen que ello sugiere una mala praxis científica y pone en duda la credibilidad de una gran parte del trabajo del laboratorio de Masliah. El informe fue elaborado por un neurocientífico y analista forense, que había trabajado en Science con anterioridad, y algunos colaboradores. Sin embargo, la revista afirma que no le ha pagado por el informe y que el grupo de trabajo lo ha elaborado por su cuenta.
Science ha enviado el informe a varias compañías farmacéuticas (algunas de las cuales se embarcaron en desarrollos de nuevos compuestos para el alzhéimer y el párkinson basándose en datos del laboratorio de Masliah), universidades y agencias que gestionan la investigación. Hasta la fecha, ninguna de estas instituciones ha cuestionado el informe. Tampoco lo ha hecho el propio Masliah. Solo los Institutos de Salud pública (NIH, del inglés National Institutes of Health) de los Estados Unidos, entre los que se encuentran el NIA, acaban de hacer público un comunicado en el que se afirma que en dos de los artículos de Masliah se ha encontrado falsificación y/o fabricación de datos relacionados con la reutilización de varios paneles de algunas figuras, lo que sugiere una mala praxis científica. Como consecuencia de ello, Masliah ha dejado de ser el director de la división de neurociencia del Instituto para el Estudio del Envejecimiento (NIA).
Uno de los científicos más competitivos y productivos en el campo de las enfermedades de Alzheimer y de Parkinson está siendo investigado por la falsificación de imágenes y datos en nada menos que 132 de sus 800 artículos publicados
La enormidad de los aparentes problemas que plantea el informe dejó estupefactos a 11 prestigiosos neurocientíficos a los que Science envió el informe para que lo comentaran. Uno de ellos, Christian Haass, de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich, confesó que sufrió un shock cuando leyó el informe y, junto con los otros diez neurocientíficos, opinó que era creíble y que el problema merecía una profunda investigación analítica, consultando las imágenes y los datos originales de los 132 artículos cuestionados en el mismo. Por ejemplo, utilizando potentes programas informáticos para comparar imágenes, se detectaron dos imágenes idénticas de una misma mitocondria, publicada en dos artículos en años diferentes.
No sabemos cómo van a evolucionar las investigaciones en torno a este problema, que podrían alcanzar dimensiones inconmensurables. Pero conviene seguirlo, pues podemos aprender una lección importante. En España, y en muchos otros países europeos, los populismos han ido ganando adeptos gracias a la ambición de poder o económica, la mentira, el chantaje y la corrupción. Poco a poco, la conciencia social sobre estos temas se ha ido haciendo más laxa hasta el punto de que las noticias de los medios sobre este tema dejan de impresionarnos. No sabemos si el doctor Eliazer Masliah falsificó datos e imágenes de sus trabajos. En otros casos de mala praxis que he conocido se concluyó que en laboratorios en los que se somete a gran presión a los jóvenes investigadores, algún doctorando o posdoctorando había falsificado datos de experimentos que luego no se pudieron reproducir. Pero en el caso Masliah, el número de artículos problemáticos es de tal envergadura que levanta la sospecha de una mala praxis duradera en el tiempo; no se trata, pues, de un artículo aislado cuyos datos hayan sido manipulados por un doctorando. Sin embargo, si las investigaciones sobre el caso continúan (y seguirán, sin duda) y se confirma la fabricación de datos espurios, el daño que él y/o sus colaboradores han hecho a la comunidad científica y a la credibilidad de la ciencia, es enorme. Y no solo afecta a esa comunidad; la sociedad en general también resulta perjudicada dado que se están realizando ensayos clínicos con compuestos cuyo desarrollo se ha inspirado en los trabajos de Masliah y sus numerosos colaboradores, caso del anticuerpo monoclonal prasinezumab. Esos compuestos se están estudiando en pacientes de alzhéimer y párkinson, detrayéndolos de su participación en otros estudios con moléculas científicamente irreprochables.
Esta investigación ha despertado una gran inquietud en la comunidad científica en general, pero particularmente en los investigadores en dos enfermedades de tan gran impacto sociosanitario, el alzhéimer y el párkinson
Entre mis actividades relacionadas con la educación médica siempre introducía una cuña poética que contribuyera, siquiera modestamente, a la formación humanista de los estudiantes futuros médicos. También tenía por costumbre invitar a los estudiantes de mi seminario de farmacología al teatro. Una tarde me fui con una veintena de ellos a ver «El alcalde de Zalamea», interpretado magistralmente por Carmelo Gómez y la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En la charla que sostuvimos a la salida del teatro les pregunté a aquellos jóvenes, hoy flamantes médicos, si actualmente quedaba algo del concepto de honor que la sociedad tenía en el Siglo de Oro. Creí entender que sí, a pesar de los cambios en los valores sociales ocurridos inevitablemente en 400 años.
En mis más de 50 años de investigaciones en el laboratorio, he dudado más de una vez de algunos datos experimentales que me presentaban mis jóvenes doctorandos y posdoctorandos. Esas dudas las resolvía con dos estrategias. Por una parte, pedía al investigador que repitiera el experimento; por la otra, pedía a un segundo investigador que repitiera el experimento del primero. No se me ocurría pensar que algún colaborador fuera capaz de falsificar datos, o incluso de fabricarlos, para publicar más y promocionarse antes. Pero mis publicaciones y mi persona no han tenido ni por asomo el impacto y la notoriedad de las de Masliah y otros investigadores cuyos artículos sí han sido objeto de sospecha. Deseo al doctor Eliazer Masliah que aclare las sospechas de falsificación de datos que la comunidad científica ha vertido sobre él. Y que si se comprobara la veracidad de la falsificación de datos, que se retracte de sus artículos sospechosos. Ello sin duda le beneficiará a él y a sus colaboradores; y la comunidad científica mantendrá la honorabilidad que tanto le ha costado ganar a lo largo de los siglos.