Atención médica a migrantes: Del silencio de una madre tras perder a su bebé en el mar a los efectos del “síndrome de patera”

Elena Pisos, internista e infectóloga del Hospital Insular de Gran Canaria forma parte del equipo que ha descrito por primera vez el "pie y la mano de patera" y el "síndrome agudo de patera". La experta ha compartido con iSanidad su experiencia y la realidad de la atención médica a los migrantes

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Gema Maldonado (Maspalonas, Gran Canaria)
La doctora Elena Pisos Álamo forma parte del equipo de medicina interna que se encarga habitualmente de la atención a los migrantes que llegan a las costas de Gran Canaria. A su área de hospitalización llegan tras una primera asistencia sanitaria a pie de patera y después del triaje de los que equipos de urgencias y medicina de familia que trabajan en coordinación con la Cruz Roja. Los atienden, los resucitan si es necesario, les ponen oxígeno y determinan si tienen o no más necesidades médicas por cubrir.

La inmensa mayoría de ellos no tendrán que pasar por el hospital. Son jóvenes y fuertes, requisitos casi imprescindibles para embarcarse en una travesía peligrosa en pateras y cayucos que a duras penas flotan, sin apenas alimentos ni agua, sin espacio y sin certidumbres. Pero un viaje así no deja indemne a nadie. Todos presentan algún tipo de trauma tras la travesía y unos pocos tienen que ingresar en el Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, donde la Dra. Pisos y sus compañeros los reciben y los tratan.

La unidad de la Dra. Pisos ha descrito el síndrome de patera, caracterizado por la deshidratación, la hipotermia, el shock y la rabdomiólisis

Su unidad ha descrito el síndrome de patera, caracterizado por la deshidratación, la hipotermia, el shock y la rabdomiólisis, en un estudio que acaba de publicar la revista Plos One. Saber identificarlo de forma rápida es clave para comenzar cuanto antes el tratamiento adecuado. Hace más de una década, ya publicaron otras investigaciones en las que caracterizaba otros efectos de la travesía en la salud de los que llegaban: el pie y la mano de patera que, en algunas ocasiones terminan requiriendo la amputación de extremidades o de partes de ellas. Estos años han sido un aprendizaje continuo para este equipo de internistas dirigidos por el Dr. José Luis Pérez-Arellano hasta hace poco tiempo.

Saben lo que es tratar con personas que probablemente han vivido situaciones extremas que los han llevado a montar en cayuco en algún punto de las costas de Mali, de Senegal o de Marruecos, y que han hecho un viaje que ha puesto al límite sus cuerpos y su salud mental. Junto a otros colegas, la Dra. Pisos contaba el pasado jueves su experiencia y compartía los aprendizajes de su equipo en la atención hospitalaria de migrantes con los médicos internistas que han asistido hasta este domingo al 45 Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna celebrado este año en la localidad grancanaria de Maspalomas.

“A la atención en el hospital llega solamente el 2% de los migrantes que se atienden en el puerto, son muy pocos porque los que hacen la travesía son los más sanos, gente sin comorbilidades”

¿Cuál es el perfil del grupo de personas migrantes que necesitan atención hospitalaria y cuáles son los problemas de salud que más encuentran?
Al hospital llega solamente el 2% de los migrantes que se atienden en el puerto, son muy pocos porque los que hacen la travesía son los más sanos, gente sin comorbilidades. Los que ingresan en el hospital presentan fundamentalmente lo que nosotros hemos llamado síndrome de patera.

Sufren deshidratación después de estar igual 14 días sin poder beber agua porque se les acaba y terminan bebiendo agua del mar, presentan rabdomiólisis, que ocurre cuando se empiezan a romper las fibras musculares por estar quietos, sin moverse, y esto hace que pueda dañarse el riñón [las fibras musculares dañadas se descomponen y se liberan en el torrente sanguíneo y puede llevar a una lesión renal aguda]. El otro problema que presentan fundamentalmente son lesiones en la piel, en los músculos y heridas infectadas, que es lo que llamamos pie o mano de patera, según dónde se encuentre.

“Presentan rabdomiólisis, que ocurre cuando se empiezan a romper las fibras musculares por estar quietos, sin moverse, y esto hace que pueda dañarse el riñón”

¿Encuentran diferencias en el estado de salud de los migrantes según el país de origen o según la ruta migratoria?
A Gran Canaria nos vienen principalmente de Mali, Marruecos y Costa de Marfil. Pero realmente el viaje empieza mucho antes de que salgan al mar, ellos hacen un camino a pie que a veces dura meses hasta que ya se embarcan. Ahora salen más del sur, de Mauritania y Senegal, y la corriente los lleva en línea recta a El Hierro, que es donde más están llegando ahora.

Dependiendo de cuánto dura la travesía presentan más lesiones cutáneas y más deshidratación. Según el país, puede ser que no presenten el problema de salud durante el viaje, sino cuando llegan, porque la prevalencia de las enfermedades en esos países es diferente, algunos tienen más prevalencia de VIH o de tuberculosis o de otras enfermedades. Pero no son enfermedades que supongan un peligro; si han pasado una tuberculosis no la van a contagiar. Y quienes vienen con una tuberculosis activa son muy pocas personas.

¿También se hace en el puerto, a su llegada, el triaje de enfermedades infecciosas?
Sí, existe un protocolo creado. Al llegar se les realiza un cribado de todas las enfermedades que llamamos importadas, como hepatitis, VIH o tuberculosis. También de parasitosis, que son mucho más frecuentes en esos países de origen que en España. Se criban todas. Atención primaria se encarga de ese cribado y cuando se detecta alguna, nos mandan a nosotros el caso para tratarlo. Pero son muy pocos los casos que necesitan tratamientos.

“Desde que llegó la primera patera en 1994 fuimos creando un protocolo para atender a los migrantes que llegaban, luego ese protocolo fuimos adaptándolo e hicimos otros con atención primaria”

En todos estos años, la Unidad de Medicina Interna en la que trabaja habrá tenido que ir adaptándose y creando protocolos.
En nuestro caso, dentro de medicina interna, somos la Unidad de Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical. Desde que llegó la primera patera en 1994 fuimos creando un protocolo para atender a los migrantes que llegaban, luego ese protocolo fuimos adaptándolo y nos pusimos de acuerdo con atención primaria para hacer otro protocolo de cribado que ya está en programas asistenciales. A partir de 2006, con la crisis de los cayucos, empezamos a ver las heridas, los pies de patera y fuimos creando protocolos sobre cómo atenderlos, qué antibiótico poner, etc.

En el 2009 y 2010 publicamos artículos describiendo el pie de patera y después la mano de patera. Todo ha sido un aprendizaje porque empezamos a ver los efectos de venir sentados, sin moverse, con las manos juntas sobre el pecho, muchas veces atados.

Lo primero que empezábamos a encontrar eran pies hinchados similares a lo que se llama pie de trinchera. Venían sumergidos en el agua contaminada por restos de orina, haces y combustible. Se hacían heridas y todos esos microorganismos entran y se generan infecciones. Después los empezamos a ver en las manos. En los primeros años teníamos más amputaciones, hemos ido aprendiendo a tratar tanto el pie como la mano de patera y ahora, los casos en los que hay que amputar son menos y pierden partes más pequeñas. Después identificamos el síndrome de patera que acabamos de publicar contando nuestra experiencia de tres años.

“Empezamos a encontrar pies hinchados que venían sumergidos en el agua contaminada por restos de orina, haces y combustible. Se hacían heridas y se infectaban. Después los empezamos a ver en las manos”

¿En qué medida veis en estos pacientes afectación en la salud mental y el bienestar psicológico tras la travesía?
Realmente prácticamente todos tienen algún tipo de estrés, normalmente se nota, puede que les estemos hablando y ellos no responden. El shock que supone perder a compañeros de patera o estando embarazada perder al bebé o ver morir a un hijo en la travesía y sin poder explicarlo o hablarlo, es algo muy complicado. Por ejemplo, una mamá que había perdido a uno de sus bebés y muerto lo tuvieron que tirar por la borda, no hablaba, solo miraba hacia el mar.

Nos damos cuenta de que algo más ha pasado y cuando se van recuperando físicamente es cuando hablamos con psicólogos y con el intérprete para que le ayude. Pero tampoco es fácil para ellos hablarlo y hay que explicarles que pueden estar tranquilos y sentirse seguros, que no va a pasar nada y que estamos para ayudarlos. A partir de ahí hay un equipo de psicólogos y psiquiatras que pueden atenderlos.

“Realmente prácticamente todos tienen algún tipo de estrés. El shock que supone perder a compañeros de patera o estando embarazada perder al bebé en la travesía es algo muy complicado”

En todo esto son muy importante los intérpretes. Dependiendo del país, igual hablan francés o inglés y podemos comunicarnos, pero muchas veces hablan dialectos como el wolof o el bambara, entre otros. Ahí es cuando llamamos a Acnur [Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados] para que nos facilite un intérprete, que suelen ser migrantes que han llegado antes, se han quedado y han aprendido español (lo aprenden superrápido). Ellos nos ayudan a explicares cosas más complejas: si tienen una infección que requiere cuidados y tratamiento, si deben acudir a diálisis, si necesitan hacer reposo por una herida en concreto, etc.

¿Y cómo se puede hacer el seguimiento médico de estos pacientes?
Es ahí donde realmente empieza el problema. Porque Canarias no suele ser su destino, sino un lugar de paso hacia la península y hacia otros países de Europa. Del hospital son derivados a centros que ya están masificados. Si están en centros aquí la Cruz Roja nos ayuda muchísimo. Tenemos personas de contacto de la ONG en todos los centros a los que les decimos cuándo necesitamos volver a ver al paciente y ellos nos los traen.

“El seguimiento médico es muy difícil. Intentamos hacer todo lo que podemos rápido y darles un informe para que en la ruta lo lleven. Pero cuando llegan a la península normalmente intentan no ir al médico por miedo a tener problemas

Pero el seguimiento es muy difícil. Intentamos hacer todo lo que podemos rápido para establecer el primer cribado, darles un informe para que en la ruta lo lleven por si les hace falta tratamiento. Pero cuando llegan a la península normalmente intentan no ir al médico por miedo a tener problemas, aunque les insistimos mucho, sobre todo cuando tienen una enfermedad para la que deben tomar tratamiento o tienen un tipo concreto de anemia. Muchas veces intentamos hablar con la Cruz Roja en la península para indicarles a qué centros van los que hemos tratado y compartimos información o les facilitamos nuestro contacto por si tienen dudas. Pero es verdad que es muy difícil, aunque son muy pocos los casos que requieren seguimiento.

Lo vemos entre los que se quedan en Canarias: soy muy pocos los que realmente tienen necesidades médicas. Está el caso de Musa, un chico que vino a Gran Canaria después de estar ingresado en Tenerife, y llegó muy malito. Estuvo mucho tiempo ingresado en la UCI, sufrió la amputación de las dos piernas y se quedó en diálisis. Él sí tiene necesidades de tratamiento y fue muy difícil, porque hubo que conseguirle dos prótesis y esto, en el sistema sanitario, a veces es complicado.

“Si de repente ingresan 20 personas o más, nosotros somos el mismo número de sanitarios para atenderlos a todos”

Desde su experiencia, ¿qué cambios le gustaría ver en la atención sanitaria a migrantes?
Nosotros somos la puerta de entrada, lo ideal sería que pudieran salir de aquí y ser atendidos en toda España de manera igual porque aquí no están viviendo en las condiciones adecuadas. En Gran Canaria, aunque ahora llegan menos, estamos masificados. El Hierro, que es una isla con 11.000 habitantes y puede recibir la misma cantidad de personas en patera, no puede acogerlos. Ellos están como estuvimos en Gran Canaria con campamentos durante la crisis de 2020. Y parece que no hemos aprendido nada.

Intentamos atenderlos como podemos, pero quizá se podrían distribuir para que todos puedan recibir la atención que merecen. Si tuviéramos más recursos, estaríamos encantados de poder atenderlos a todos porque son personas maravillosas. Pero vemos que no tenemos sitios donde alojarlos y que, si de repente ingresan 20 personas o más, nosotros somos el mismo número de sanitarios para atenderlos a todos.

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