Cuatro de cada diez personas que han sufrido un ictus experimentan espasticidad

Es necesario realizar un diagnóstico temprano para iniciar su tratamiento, evitar complicaciones graves y limitar que su impacto funcional interfiera en las actividades diarias

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Redacción 
Las secuelas que caracterizan un ictus son las pérdidas de  capacidad de movilidad voluntaria. Además, esa falta de control voluntario suele ir acompañada de un proceso denominado espasticidad. Hasta el 40% de las personas que han padecido un ictus sufren espasticidad, una serie de contracciones permanentes de ciertos músculos que se manifiesta como rigidez y resistencia al estiramiento y que viene acompañada de dolor y espasmos.

El crecimiento de la espasticidad es gradual y complejo que afecta significativamente a la calidad de vida del paciente. Dicho desarrollo puede alargarse meses, por lo que es necesario realizar un diagnóstico temprano para iniciar su tratamiento, evitar complicaciones graves y limitar que su impacto funcional interfiera en las actividades diarias. “En los últimos años, los procesos de rehabilitación neurológica están sufriendo un gran avance, sobre todo en el conocimiento de lo que se conoce como neuroplasticidad cerebral”, detalla el doctor Lozano, quien ha participado en la presentación en la campaña Espasticidad: la secuela que nadie espera. 

Ipsen, la compañía biofarmacéutica en colaboración con la Fundación Ictus, la Fundación Freno al ictus y la Asociación catalana de Traumáticos craneoencefálicos y daño cerebral (Trace Cataluña), tratan de concienciar sobre el ictus y la espasticidad con una avalada por la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (Sermef) y por la Sociedad Española de Neurología (SEN) que coincide con la celebración del martes 29 de octubre, del día mundial del ictus.

Los principales objetivos del tratamiento de la espasticidad se basan en mejorar la funcionalidad y mejorar la calidad de vida y el nivel de bienestar del paciente. Para ello es necesario disponer de un equipo multidisciplinar formado, entre otros, por especialistas médicos, enfermeras, terapeutas y ortopedistas. “En el control de la espasticidad disponemos cada vez de mayores recursos terapéuticos desde los clásicos que son la fisioterapia, la terapia ocupacional y la ortoprotésica, hasta la posibilidad de controlarla de manera focal mediante infiltración muscular, añade el jefe del servicio de rehabilitación del hospital general universitario Morales Meseguer de Murcia.

Cada vez hay más recursos terapéuticos para la espasticidad desde los clásicos hasta controlar de manera focal mediante infiltración muscular 

Jaume Micola, paciente con espasticidad 

Más del 80 % de los ictus son evitables, controlando los factores de riesgo modificables como la hipertensión arterial (HTA). A pesar de ello, en España se produce un ictus cada 6 minutos, lo que le convierte en la principal causa de discapacidad en adultos. No hay un ictus igual a otro. Puede ser más o menos intenso. Afectarte más a un lado que al otro del cuerpo. En mi caso, me afectó al lado derecho y, como no era zurdo, tuve que aprender a hacer todo con la mano izquierda”, explica Jaume Micola, paciente que sufrió un ictus en noviembre de 2017 cuando tenía 53 años.

El paciente comenzó a desarrollar espasticidad a los pocos meses de haber sufrido el ictus. “Tras el ictus tuve que aprender a andar de nuevo. Eso fue rápido. El problema es el brazo derecho. Es lo que más cuesta. La rehabilitación siempre es positiva, pero hay que tener paciencia. Al principio notas mucha mejoría, pero poco a poco percibes que esa evolución se frena. Eso sí, si puedes compaginarla con tu vida diaria, la rehabilitación siempre ayuda“, explica.

“La rehabilitación siempre es positiva, pero hay que tener paciencia”, explica Jaume Micola 

Con el cambio de temperatura y la llegada de los primeros fríos del año la espasticidad de Jaume Micola se agrava. “Lo que más me afecta es el frío. Cuando las temperaturas se acercan o descienden por debajo de los 20ºC noto el brazo mucho más rígido y se pone en ángulo recto”, explica. “Cada cinco o seis meses me realizan infiltraciones musculares. Pasan cinco o seis semanas hasta que se produce todo su efecto, así que intentamos adaptar su aplicación a los cambios de tiempo”.

A pesar de las dificultades, Jaume Micola quiere dejar un mensaje de esperanza: “Te cambia la vida al cien por cien, pero al final eres tú el que tienes que tirar hacia delante. Has de tocar fondo y, a partir de ese momento, decidir hasta donde quieres llegar. Con algunas limitaciones, quizá haciendo todo más lento, pero después de ictus puedes llevar una vida normal. Si quieres, puedes seguir adelante”.

 

 

 

 

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