Juan León García
Pronunciar bien el nombre del paciente migrante en la primera consulta en atención primaria (y las posteriores) es algo sencillo, pero puede convertirse en un hecho clave para alcanzar un diagnóstico más preciso y conocer bien el cuadro de la persona. Es “un ejemplo de sensibilidad situada”, como lo denominan dos integrantes de la Comisión de Cooperación y Salud Internacional de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (Camfic en catalán), que impartieron a mediados de este noviembre una ponencia centrada en los retos que presenta, a día de hoy, la atención al paciente migrante.
El contexto fue el XLIV Congreso de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), celebrado este año en Barcelona. “En esencia”, retoma el Dr. Agustín Rossetti, especialista en Medicina familiar y comunitaria CAP Centre Hospitalet de Llobregat, “no es nada distinto de lo ya muy conocido por todos los médicos y médicas de familia: lo importante es hacer una atención centrada en la persona”.
No obstante, ese primer encuentro en la consulta de un centro de salud es clave para que la persona migrante y el médico de familia tiendan lazos. Así, el profesional puede “recoger información clínicamente relevante”, continúa la Dra. Mª Ángeles González Martínez, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria CAP Trinitat Vella (Barcelona).
La sesión celebrada durante el Congreso de la Semfyc permitió ahondar en la importancia de que el médico de familia sea consciente de los sesgos y prejuicios propios con el fin de ofrecer una atención “culturalmente adecuada”
Hace referencia a datos comunes en cualquier historia clínica, sea el paciente migrado o no: origen, idiomas hablados, situación administrativa. Y otros que solo conocen quienes realizan la ruta migratoria: el tiempo desde la migración, el trayecto vivido, la identidad cultural, los motivos del viaje, las expectativas o la red social en el país de acogida. “De esta forma poder abordar más eficazmente los motivos que traigan al paciente a la consulta”, apunta.
A su vez, en ocasiones será inevitable la intermediación de un traductor o un mediador cultural que permita que la comunicación sea satisfactoria. Pero también importa, coinciden ambos doctores, el hacer un ejercicio introspectivo: hacer conscientes sesgos y prejuicios propios, a la vez que se ofrece una atención “lo más culturalmente adecuada posible”.
Dar tiempo por un principio de equidad
El hándicap es que una consulta de un médico de atención primaria rara vez supera los diez minutos. En concreto, en 2022 algunos estudios indicaban que rondaba los siete. ¿Suficiente para atender a una persona migrante? “No existen agendas específicas para migrantes con mayor tiempo por visita, por lo que somos nosotras mismas las que tenemos que organizarnos y gestionar nuestro tiempo”, reconocen a iSanidad.
No es, matizan, priorizar a este colectivo porque sí, sino porque puedan existir “dificultades idiomáticas u otro tipo de barrera, cultural o del sistema”. De ahí que aconsejen destinar el tiempo, un bien muy preciado en el primer nivel asistencial, en base al “principio de equidad, dándole más al que más lo necesita”.
“Y esto no es exclusivo de los migrantes. Si con un paciente tenemos que detenernos más porque la situación lo justifica, lo hacemos. Luego recuperaremos el tiempo en las visitas que siguen. Si tenemos suerte”, admiten.
Cribado y cronicidad en migrantes
La sesión también sirvió para arrojar luz sobre otras cuestiones de la práctica clínica rutinaria: diagnóstico, cribado y protocolos. En el primer caso, cabe la posibilidad de que la persona migrante porte alguna enfermedad infecciosa (malaria, arbovirosis, etc.), cuyas pruebas se realizan en entorno hospitalario, donde también son derivados en caso de necesitar pruebas de otro tipo. Sin embargo, los centros de salud tienen la capacidad de hacer otros diagnósticos, como es el caso de la serología en enfermedad de Chagas o el estudio coproparasitológico, entre otras.
Pero, como apunta el Dr. Rossetti, las patologías asociadas a la migración “no son siempre infecciosas y agudas, quizás contrariamente al imaginario popular”. Es más, “la mayor parte de las morbilidades se comparten, pero aun así puede haber algunas diferencias entre autóctonos y migrantes”, completa. La Semfyc lanzó hace poco una guía centrada precisamente en esta cuestión, que recoge un capítulo concreto de patología crónica no transmisible.
No ocurre lo mismo, de momento, con la evidencia aportada sobre las pruebas de cribado, si bien el libro tiene otro capítulo dedicado a las enfermedades a cribar.
Las patologías asociadas a la migración “no son siempre infecciosas y agudas, quizás contrariamente al imaginario popular”
Al respecto, comentan que durante el proceso de acogida a los pacientes migrantes, se les puede realizar un cribado de infecciones importadas o con mayor prevalencia en sus países de origen. Además de apostar, “igual que en un paciente autóctono”, por actividades de prevención y promoción de la salud.
Ambos subrayan que la prueba de cribado (siempre que existan “métodos de detección no invasivos y aplicables en atención primaria”) es “importante en el caso de infecciones que pueden cursar asintomática durante un largo periodo de tiempo”. Ya que, si se llega tarde, pueden debutar con cuadros severos. Por ejemplo, infecciones como “la esquistosomiasis, la estrongioloidiasis, la enfermedad de Chagas, los parásitos intestinales y algunas otras”. Para las que los médicos de familia, concluyen, pueden solicitar estudios de laboratorio y así detectarlas lo antes posible y que no constituyan un potencial problema de salud pública.