Fátima del Reino Iniesta
La salud mental en la adolescencia se ha convertido en un desafío creciente para el sistema sanitario, especialmente tras la pandemia de Covid-19. En el caso de los trastornos mentales graves entre adolescentes ya no son una excepción. Según la Dra. Elisa Seijoo, la psiquiatra infantil, entre el 5% y el 6% de los adolescentes que atiende en su unidad de hospitalización en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) requieren ingreso por sintomatología aguda, imposibles de tratar de forma ambulatoria.
Pero lo que más preocupa a los expertos es que las autolesiones no suicidas han dejado de ser episodios aislados para convertirse en una rutina diaria. La Dra. Seijoo afirmó durante su sesión ¿Por qué hay más depresión entre la población juvenil? en el XXIII Seminario Lundbeck que, en planta, estas conductas son hoy «el pan nuestro de cada día». Y los datos lo confirman: uno de cada tres adolescentes se autolesiona, y el 3% ha realizado al menos un intento de suicidio, según un estudio reciente de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Los datos varían según los estudios. Según una investigación del Centro de Investigación de la Infancia y Adolescencia de la Universidad Miguel Hernández, el 18% de los adolescentes ha reconocido haber intentado quitarse la vida, mientras que un 55% ha tenido ideación suicida en algún momento.
La ideación suicida se concentra principalmente entre los 15 y 19 años, una franja especialmente vulnerable por múltiples factores emocionales, sociales y neurológicos. «Muchos de estos episodios no son trastornos psiquiátricos, sino reacciones intensas ante situaciones como una ruptura sentimental, un suspenso o una discusión familiar», señaló el Dr. Seijoo. Sin embargo, sin acompañamiento adecuado, pueden derivar en autolesiones o en intentos de suicidio. La psiquiatra recuerda que las adolescentes presentan el doble de prevalencia en sintomatología ansiosa y depresiva, algo que se ve reflejado también en los ingresos hospitalarios.
Ansiedad y depresión: un aumento sostenido desde 2016
El Dr. Lorenzo Armenteros, médico de familia en el centro de salud Islas Canarias, en Lugo, y miembro de la Comisión permanente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), abrió su intervención señalando un dato preocupante: la salud mental es el único ámbito crónico que no mejora, pese al avance en otras enfermedades. Los datos del Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2023 del Ministerio de Sanidad muestran una prevalencia creciente de ansiedad (23% en chicas, 12,2% en chicos) y depresión (17% en chicas, 7% en chicos) en adolescentes entre 15 y 24 años. Además, la brecha de género es constante y significativa, con un impacto mucho mayor en mujeres jóvenes.
El aislamiento social, la baja autoestima y el consumo de sustancias se han convertido en factores comunes entre los casos atendidos en consulta. «Las chicas son las más afectadas en esta tendencia», explicó Armenteros, quien lamentó que los cambios sociológicos hayan medicalizado malestares emocionales propios de la adolescencia.
Factores estructurales y tecnológicos detrás del problema
Ambos expertos coinciden en que hay un cambio profundo en la forma de experimentar la adolescencia. «Ahora todo se comparte en redes sociales: ya no hay refugios donde desconectar. Cualquier cosa que ocurra puede hacerse viral en minutos”, advirtió Seijoo. Esto genera una presión constante sobre la imagen, la autoestima y la validación externa, que los jóvenes no siempre están preparados para manejar.
Además, la psiquiatra recalcó que muchos adolescentes viven una dualidad entre el yo real y el yo virtual, influenciado por «perfiles ideales e irreales que consumen a diario». A esto se suma la pérdida de dinámicas familiares protectoras, la presión académica y la hiperconectividad, todos factores que actúan como detonantes.
Atención primaria, una herramienta clave pero insuficiente
Armenteros subrayó el papel que puede jugar la atención primaria. «Podemos detectar, acompañar y tratar casos leves o moderados, pero necesitamos recursos, formación y tiempo», explicó. Según el médico gallego, el seguimiento continuado que permite el primer nivel asistencial es una ventaja competitiva, pero actualmente se enfrenta a una sobrecarga de pacientes y falta de psicólogos.
Además, denunció que, en algunas comunidades autónomas, los planes de salud mental están diseñados sin contar con los profesionales sanitarios. «Sin médicos ni pacientes, los planes no tienen sentido», afirmó.
Ambos ponentes apostaron por un modelo de atención biopsicosocial-comunitario, donde la coordinación entre atención primaria, psicología, psiquiatría y escuela sea una realidad. También señalaron que hay que diferenciar entre malestar emocional (propio del crecimiento) y trastorno mental clínico, para evitar la sobremedicalización. «No se puede justificar una baja por un suspenso o una ruptura sentimental. Lo que falta es educación emocional y herramientas para la vida», reclamó Seijoo.