Conocer como funcionamos a nivel emocional, comprendernos y aprender a manejar nuestras emociones es fundamental para desenvolverse en el mundo. Las emociones están presentes en cada paso que damos y saberlas gestionar nos permite sacar el máximo potencial en todos los aspectos de nuestra vida.
Según explica la doctora Marisa Navarro, autora del libro La medicina emocional, saber que nuestras emociones dependen de nuestros pensamientos, y que ambas determinan nuestras actitudes y acciones es una de las primeras enseñanzas que debieran impartirse en la infancia. Pues de esta manera los niños tomarían conciencia de que pueden llevar las riendas de su vida y de que sus sentimientos no dependen mayormente de lo que les ocurre a su alrededor, sino de la interpretación que hacen sobre lo que está sucediendo.
“Siendo importante que nuestros hijos sepan matemáticas, física o lengua, también es vital enseñarles a manejar sus pensamientos, a tranquilizar su mente, a cuidar sus emociones, a potenciar su fuerza de voluntad, a saber elegir, a aumentar su autoestima, a ser empáticos, comunicativos y a tener habilidades sociales, entre muchos otros aspectos, que les van a permitir ser más felices, disfrutar más de la vida y gozar de una mayor salud”, comenta.
Marisa Navarro afirma que un niño que sabe hacer todo esto, comprende las emociones de los demás y desarrolla la empatía, el autocontrol y la tolerancia de forma espontánea, haciendo mejor la vida en sociedad. Por este motivo considera que la educación emocional podría prevenir el acoso, la violencia en las aulas y la agresividad. “Además mejoraría el rendimiento escolar y haría hombres y mujeres más felices, eficientes, capaces de afrontar con más optimismo y fortaleza los contratiempos” insiste.
La doctora considera que “nos hemos preocupado fundamentalmente del desarrollo cognitivo y conductual de los niños, olvidando el aspecto emocional, que tanta importancia tiene para su vida y para las relaciones con los demás”. Por ello explica que cada vez mas, países que están entre los más ricos del planeta, como Gran Bretaña y Estados Unidos, se han dado cuenta que su riqueza no les garantiza unos ciudadanos mas felices y satisfechos con sus vidas y están reaccionando e implantando proyectos de educación emocional en las escuelas. A su juicio, en España también se están haciendo cosas, pero de manera puntual en algunas comunidades, siendo necesaria una coordinación general en este sentido.
“Educar en medicina emocional es responsabilidad de padres y también de profesores, y es que los niños se educan con cada una de las personas con las que se relacionan”, afirma. Por este motivo, comenta que la escuela tiene que estar en consonancia con lo que les trasmitimos a los niños en el hogar, así como los amigos con los que se relacionan, sobre los que también tenemos que poner especial atención.
“Si queremos niños emocionalmente sanos empezaremos por el hogar, y buscaremos colegios que potencien esos valores, actividades extra escolares que desarrollen sus habilidades y amigos que les hagan crecer como personas” explica Marisa Navarro.
Pero además, como todo aprendizaje supone atención y coherencia en el ejemplo pues la influencia del entorno es fundamental en los primeros años de vida. Si queremos niños que sepan manejar su ira, que sepan dialogar y escuchar, que sonrían, nosotros tendremos que ser los primeros en hacerlo. Además Marisa Navarro explica que hay otras acciones importantes a tener en cuenta:
Enseñarles a pensar en positivo: aunque es necesario desahogarse, muchas veces solo hablamos de problemas y especialmente en casa, ya que es el lugar dónde más confianza encontramos para hacerlo, y aunque no pueda evitarse, hay que tratar de dosificar, y encontrar el espacio para resaltar también las cosas buenas que han pasado a lo largo de día, pues seguro que alguna cosa hay, y de esta manera también enseñarás a tus hijos a buscar los buenos momentos que han tenido y a poner atención en ellos.
Permíteles vivir su momento presente: los niños nacen con la capacidad innata de vivir en su momento presente, y de hecho están en ese momento continuamente. Pero a medida que crecen, los adultos somos los que les entrenamos para que miren al futuro y para que recuerden el pasado, algo que se hace inconscientemente para transmitirles un supuesto sentido de supervivencia y protección ante posibles peligros que les puedan acechar, pero con ello les estamos alejando de los beneficios emocionales que tiene vivir en su momento presente.
No potenciar en ellos la enfermedad: si el niño recibe demasiadas atenciones cuando padece alguna enfermedad sin demasiada importancia, como un resfriado o un leve dolor de cabeza, se estará potenciando el concepto de enfermedad en él. Si observa que ante este tipo de dolencias tan comunes y sin gravedad obtiene un gran beneficio y atenciones, le encantará estar enfermo. Ante este hecho, se debe procurar no alarmarse excesivamente y alentar a los niños, con frases del estilo, “esto no tiene importancia, pronto podrás salir a jugar con tus amigos…”, “no te preocupes, eres un niño muy fuerte” u otras similares.
Poner especial atención a las palabras: las palabras son poderosas y tienen grandes efectos en nuestra vida. Hay palabras que enferman y palabras que curan, y depende de uno escoger unas u otras. En este sentido hay que prestar mucha atención a las palabras que utilizamos, o la manera, optimista o pesimista, que tenemos de expresarnos delante de los niños, pues ellos están creando su vocabulario y acabarán hablando como hablen sus padres, con todo lo que esto puede suponer para su vida.