Publicado en BBC Mundo “Había llorado sin parar durante dos años y cuando me lo apliqué, el llantó paró. Así, categóricamente”. Daniel Valdés no tiene dudas sobre el efecto que sobre él tuvo el kambó, el veneno de una rana amazónica, la primera vez que lo probó. Su uso con presuntos objetivos terapéuticos se está extendiendo a nivel internacional y sobre todo en Sudamérica, con la promesa de curar todo tipo de enfermedades. Aunque los expertos advierten que ninguno de los beneficios que se le atribuye está probado científicamente y que en algunos casos su uso podría ser fatal. Valdés es uno de tantos que decidió someterse al “tratamiento”. Lo hizo después de desconfiar, dudar e investigar sobre el tema por más de dos años, cuando una separación lo había sumido en la depresión. “Me lo puse y me cambió la historia”, asegura el chileno a BBC Mundo. Y por ello repitió una veintena de veces más.