..Redacción.
Las altas temperaturas en verano cambian las necesidades dietéticas. Por un lado, se tiene menos hambre y, por otro, aumenta la sensación de sed. Como explica la Dra. Guadalupe Blay, responsable de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), “sin embargo, es necesario continuar nutriéndonos e hidratándonos y, para eso, hay que saber elegir bien los ingredientes y la manera de tomarlos”.
“Para poder refrigerarse, el cuerpo suda y con ello perdemos agua. Si en condiciones normales la pérdida de agua diaria se estima en unos 2,5 litros -cantidad que se aconseja reponer a través del agua de bebida y de la que contienen los alimentos- habrá que sumar en verano las pérdidas debidas a la sudoración, así como situaciones especiales, como la actividad física”, advierte la Dra. Blay. Estas pérdidas de agua pueden llevar a la deshidratación. La mejor forma de hidratarse es con el agua, según la doctora, quien desaconseja los refrescos. “Suelen tener mucho azúcar y, en concreto, los que contienen un 10% o más de azúcares provocan más sed a la larga”.
Aumentar el consumo de frutas, ensaladas o sopas nos asegura un buen aporte de agua
La responsable de Nutrición de la SEMG recomienda que en la época estival sea la alimentación la que hidrate el organismo, “más que de encharcar cada comida con líquido, pues esto dificulta la digestión. Aumentar el consumo de frutas, ensaladas, sopas… ya nos asegura un buen aporte de agua”. Pero sería un error “olvidar los elementos básicos de una alimentación equilibrada, comunes a todas las estaciones del año” según la Dra. Blay.
Es el caso de los cereales y las legumbres. “Las comidas crudas o levemente cocinadas, ligeras y fáciles de preparar son la mejor opción”, añade. A su juicio “es momento de dar protagonismo a las ensaladas, macedonias, carpaccios, gazpachos o cremas, es decir, platos ricos en agua, de fácil digestión y con pocas grasas, pues éstas son sustancias de reserva altamente energéticas que garantizan, entre otras cosas, la producción de calor”.
Hay que evitar las grasas saturadas, porque proporcionan un exceso de calorías y un bajo valor nutritivo
“Las menos aconsejables son las grasas saturadas, porque nos proporcionan un exceso de calorías y un bajo valor nutritivo”. Como por ejemplo, quesos, natas, cremas no son aconsejables, de ahí que haya que moderar el consumo de helados industriales y elegir, sorbetes o helados caseros, poco calóricos.
Otro tipo de grasa que no debe faltar en nuestra alimentación en verano son los ácidos grasos esenciales. Estos combaten la desecación y mejoran la hidratación de la piel en verano, y se encuentran en el pescado azul y también en frutos secos y semillas. Y para aliñar, aceite de oliva virgen extra. rente a los guisos y platos grasos, se aconseja acudir al surtido estival de vegetales. La doctora afirma que también es buen momento para experimentar y ensalzar el sabor de la alimentación en verano platos con las hierbas aromáticas, ya que “abusar de la sal puede provocar retención de líquidos”.
¿Cómo comemos en verano?
Además de qué y cuándo comemos, el verano también nos plantea cómo comemos. Si el resto del año la mayoría de comidas están sujetas a las prisas y el estrés, “en vacaciones es un buen momento para poner en práctica el Slow Food, una filosofía que reivindica la importancia del placer vinculado al alimento, del disfrute del plato que tenemos delante y de los sabores”. Se trata de aprovechar la relajación que suele acompañar a los días de descanso para hacerla extensiva también a las diferentes formas de alimentación en verano durante el día, concluye la experta Guadalupe Blay.