1000 pacientes acuden al funeral de su médico

El Dr Giuseppe Schilacci, cardiólogo, profesor de medicina interna y director de departamento en el hospital Santa María de Terni (Umbria, Italia), casado y padre de tres hijos, ha dejado “boquiabierto” al mundo. De las casi dos mil personas de toda índole y procedencia humana y geográfica (desde Lombardia a La Apulia, desde Piamonte a Cerdeña) que participaron en su funeral en la parroquia María Reina de la Paz, casi la mitad eran pacientes suyos. Es muy destacable, además, el hecho de que hayan tenido un recuerdo conmovido con mensajes y declaraciones públicas personas tan distintas como el cardenal arzobispo de Perugia, Gualtiero Bassetti, y la presidenta de la Región Umbria, Catiuscia Marini.

De hecho, la relevancia científica de Schillaci es indiscutible: lo demuestran 300 publicaciones científicas (218 de ellas en revistas internacionales) y la concesión, por parte de la European Society of Hypertension, del título de Centro de Excelencia europeo en hipertensión al centro que él creó y dirigió. Este último éxito tuvo lugar en los años de la enfermedad, que coincidieron con su traslado del hospital de Perugia al de Terni. Schillaci volvió a Perugia en 2016; para ello tuvo que presentar, junto a la petición de traslado, una parte significativa de sus publicaciones en papel: se necesitaron tres envíos por separado, por Correos, debido al enorme peso de los paquetes.

También sus antiguos estudiantes, ahora médicos e investigadores de renombre, han querido dar a conocer la deuda que tienen con su persona. En una carta dirigida a los periódicos locales escriben: “En sus clases estábamos todos extasiados. Nos llamaba por nuestro nombre de pila y nos pedía que nos pusiéramos en la piel del médico que quiere disipar la niebla que cubre las distintas hipótesis de diagnóstico, con el fin de acercarnos lo más posible a la solución del problema. Nos enseñó a defender una teoría, aunque inicialmente fuera sostenida sólo por el instinto, para corroborarla, posteriormente, con los datos clínicos que fueran surgiendo, pero permaneciendo siempre muy críticos respecto a la propia idea e intentado desmontarla con objeciones igualmente eficaces. El profesor Schillaci nos enseñó una epistemología heurística que no excluye a priori el impulso, el estro artístico de la intuición y la creatividad lógica”.

También sus antiguos estudiantes, ahora médicos e investigadores de renombre, han querido dar a conocer la deuda que tienen con su persona. En una carta dirigida a los periódicos locales escriben: “En sus clases estábamos todos extasiados. Nos llamaba por nuestro nombre de pila y nos pedía que nos pusiéramos en la piel del médico que quiere disipar la niebla que cubre las distintas hipótesis de diagnóstico, con el fin de acercarnos lo más posible a la solución del problema. Nos enseñó a defender una teoría, aunque inicialmente fuera sostenida sólo por el instinto, para corroborarla, posteriormente, con los datos clínicos que fueran surgiendo, pero permaneciendo siempre muy críticos respecto a la propia idea e intentado desmontarla con objeciones igualmente eficaces. El profesor Schillaci nos enseñó una epistemología heurística que no excluye a priori el impulso, el estro artístico de la intuición y la creatividad lógica“.

Uno de ellos, Giacomo Pucci, actualmente es investigador universitario de medicina interna y directivo médico del hospital de Terni. Conoció a Schillaci durante la especialización en 2004 y desde entonces es su discípulo: “Brevemente diré que todo lo que sé lo he aprendido de él. Y que debido a mi relación con él decidí dedicarme a la investigación. Su relación con los pacientes era fantástica: creo que la mitad de las personas presentes en su funeral eran pacientes. Les ofrecía su compañía, independientemente de su condición clínica, y esto se convertía en un signo indeleble en la vida de cada uno de ellos, se sentían unidos a su persona. No le he visto nunca airado con sus compañeros o con el personal; estaba seguro de algunas cosas grandes, pero no estaba nunca en la posición de quien tiene algo que defender contra otros. Tenía una mirada que iba más allá de cualquier disentimiento y afirmaba que había algo más grande que le unía a toda persona que encontraba: compañeros, personal, pacientes, estudiantes. Su empatía era verdaderamente particular, algo que todos comprendían sin necesidad de explicitarlo: ‘Aunque seas mi adversario en este punto, estamos juntos, pertenecemos a un único destino’. Por este motivo nadie le detestaba“.

Una vida marcada por su pertenencia a la Iglesia
Nació y vivió en Sicilia hasta 1988, cuando se trasladó a vivir a Umbria después de licenciarse en Medicina en Palermo y haber ejercido durante dos años como médico en el hospital militar de Agusta (Siracusa). Schillaci era hijo espiritual de don Francesco Ventorino, conocido entre los amigos como Don Ciccio, el sacerdote que implantó la experiencia de Comunión y Liberación en Sicilia. Siciliana, “ciellina” y licenciada en Medicina es también su mujer, Chiara.

El propio Bassetti escribió que “Todos conocíamos y amábamos a Giuseppe por su rica humanidad, por su profesionalidad ejercida con pasión y caridad, por su fe genuina. Crecido en el movimiento de Comunión y Liberación, había bebido en esa fuente inagotable de fe y compromiso que había sido el siervo de Dios don Luigi Giussani, dedicando su experiencia cristiana en favor de su familia, los amigos del movimiento, sus pacientes, nuestra Iglesia diocesana. En estos últimos años su compromiso de solidaridad había estado dirigido también hacia nuestros hermanos cristianos, humillados y perseguidos en el mundo”.

La representante del Partido Democrático (centroizquierda) aseguraba que: ““.
..Lola Granada
Fuente: Religión en Libertad

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