Las anomalías que se producen en la química del cerebro de los bebés están vinculadas al Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL), y es que así se desprende de una investigación realizada por científicos de la Universidad de Adelaida (Australia).
El estudio, publicado en la revista científica Journal of Neuropathology & Experimental Neurology, confirma y apoya el concepto de que una disfunción del tronco encefálico resulta en una alteración importante de serotonina, que se asocia con algunas muertes SMSL.
En concreto, la serotonina (5-HT) es un neurotransmisor que está presente en diversas partes del cuerpo humano, incluyendo el sistema nervioso central; su función es regular el sueño y controlar los sistemas cardiovasculares y respiratorios.
“Nuestra investigación es importante porque confirma que las anomalías en la serotonina del cerebro están definitivamente vinculadas a los casos de de muerte súbita del lactante”, afirma Fiona Bright, de la Universidad de Adelaida.
El trabajo de la Universidad de Adelaida implicó el análisis de 41 casos de SMSL en Australia, que arrojaron coincidencias en las anomalías en la química de la serotonina dentro del cerebro.
“Como resultado, esto puede derivar en la incapacidad de un infante SMSL a responder de forma apropiada a eventos que amenazan la vida como la falta de oxígeno durante el sueño”, explicó Bright, apoyada por los hallazgos de una investigación estadounidense en la que ella participó previamente.
El Síndrome de Muerte Súbita del Lactante es la primera causa de muerte en los países occidentales en niños de entre uno y 12 meses
“Notablemente, todos los casos de SMSL que estudiamos estuvieron vinculados a un principal factor de riesgo del SMSL, que es que más de la mitad de los infantes fueron hallados durmiendo en una posición adversa y éstos sufrieron de alguna enfermedad un mes antes de morir”, concluyó la científica.
El Síndrome de Muerte Súbita del Lactante (SMSL), también conocido como Síndrome de Muerte Súbita del Bebé, o “muerte en cuna”, la cual es la primera causa de muerte en los países occidentales en niños de entre uno y 12 meses.
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