..Dr. Daniel Álvarez Cabo
El pasado 3 de febrero comenzaste a ser mi jefe. Ese día me incorporé al servicio de Admisión del Hospital Universitario Santa Cristina, después de tres años en otras aventuras profesionales. Semanas antes, cuando desde Recursos Humanos del Servicio Madrileño de Salud me confirmaron que mi reingreso a la sanidad pública sería en ese hospital, llame para solicitarte una entrevista y un viernes de enero me recibiste en tu despacho.
Nos conocíamos ambos de etapas anteriores, aunque de modo superficial, y sin embargo me recibiste con mucha cordialidad y recordamos la última vez que nos habíamos visto, precisamente en ese hospital en el que llevabas trabajando en la dirección médica más de una década, y del que por azares de la vida has sido gerente en funciones durante unos meses.
Estuvimos hablando más de una hora, del hospital y la sanidad en general y, gratamente sorprendido, te escuché decir que harías todo lo posible para que me sintiera a gusto en el hospital. Esperabas que aportara todo mi conocimiento y experiencia. Salí entre satisfecho y abrumado por las expectativas que depositabas en mí y quedé a la espera de instrucciones posteriores.
Primer consejo: en este hospital para que te vaya bien tienes que saludar a todo el que te encuentres
Cuando llegó el primer lunes de febrero y acudí por primer día a trabajar al hospital, los buenos presagios se hicieron realidad y me recibiste, a tu modo amable, con un consejo que seguí a rajatabla desde el primer día: en este hospital para que te vaya bien tienes que saludar a todo el que te encuentres.
Tu recibimiento y la acogida de los compañeros que fui conociendo, muchos de tu mano, fueron muy agradables. Recuerdo vivamente el recorrido que hicimos por buena parte del hospital. Visitamos servicios y unidades y en apenas dos horas tuve una buena pincelada de la realidad de un hospital muy particular.
En aquel tiempo, coincidiendo con mi llegada al hospital, advertí que contaba en Twitter con un nuevo seguidor, un tal @GerenteImedio. La verdad es que me sorprendió ese fichaje, porque en el último año yo había estado muy poco activo en la red y apenas había intervenido. Intrigado curiosee en su perfil y me atrajo desde el principio cómo se definía, de forma escueta y autoparódica. Era un personaje original que se reconocía nombrado por un político y usaba la bata como elemento de propaganda. Despertó mi interés y me alisté entre sus ya varios miles de seguidores.
Me resultaba muy entretenido leer sus ocurrencias, que sin desvelar quien era la persona que se escondía detrás de la carita sonriente de su perfil, mostraban un buen conocedor del sistema sanitario, alguien que como los buenos dibujantes sacaba una chispa de humor, irónico, incisivo pero siempre amable, de situaciones cotidianas que muchos profesionales hemos compartido.
Y mientras, la vida hospitalaria seguía con sus rutinas y sus liturgias y en muchas ocasiones coincidíamos tú y yo, Emilio, en reuniones y pasillos. En esas ocasiones me sentía atendido y escuchado.
Me preguntabas: ¿Cómo vas? y a continuación nos enredábamos en una conversación sobre mil asuntos cotidianos de la gestión del hospital, que para mí era una clase particular que me revelaba cada día algo nuevo. Me llamaba la atención como apuntabas comentarios y situaciones, sin llegar al final, para no condicionarme, para permitirme llegar a mis propias conclusiones, mientras muy a menudo sacabas a relucir tu humor socarrón y benévolo.
Me llamaba la atención como apuntabas comentarios y situaciones, sin llegar al final, para no condicionarme, para permitirme llegar a mis propias conclusiones
Cuando llevábamos casi mes y medio trabajando juntos llegó la pandemia y el hospital cambió y nosotros modificamos nuestros hábitos. Comenzamos a reunirnos menos, a hacerlo en salas más grandes y a guardar las distancias. Cuando nos veíamos te quejabas de una molesta afonía que atribuías al sinfín de reuniones de aquellas jornadas convulsas.
Un día no viniste a trabajar. Alguien comentó que estabas en casa con síntomas. Desgraciadamente no nos volvimos a ver. Primero en casa, después un ingreso a los pocos días en tu hospital, empeoramiento progresivo, paso a la zona de cuidados intensivos y posterior traslado a un hospital cercano. Esos fueron los pasos que el maldito virus te hizo recorrer, mientras tú tratabas de resistirte y, aún ingresado, los primeros días intentabas mantenerte al tanto de cómo iba el hospital.
Pasaron varias semanas de lenta evolución y algunos altibajos y el jueves 16 por la tarde nos llegó la noticia de tu partida y muchos de nosotros sentimos una sacudida al ver hechos realidad nuestros peores temores.
A la mañana siguiente fue muy emocionante despedirte en la puerta del Hospital. Cientos de personas cortando Maestro Vives, entre los dos edificios, aplaudiéndote con cariño y asombrados de la entereza de tu familia que tuvo la valentía de acompañarnos. Seguro que estarás orgulloso de ellos.
Seguro que estarás orgulloso de tu familia que vino a acompañarnos para despedirte
Todavía nos reservabas una sorpresa. Alguien en la red, con información privilegiada, desveló que el cerebro que animaba las creaciones ingeniosas de @GerenteImedio eras tú.
Me impactó la revelación y pensé admirado en cómo fuiste capaz de combinar el desempeño de dos funciones distintas (¿o debería decir una y media?) y al mismo tiempo crear un referente sanitario en Twitter, agudo y lleno de buen humor. Me di cuenta de que muchos te íbamos a echar de menos y algunos privilegiados añoraríamos a la persona y al personaje, a la vez.
El domingo alguien desde la cuenta de @GerenteImedio desmintió la noticia: el doctor Úcar no era el creador del personaje, sino otro profesional sanitario, recientemente fallecido, cuya identidad seguiría en secreto por expreso deseo suyo y de su familia.
No sé si creer o no este desmentido, pero en cualquier caso, te quiero rendir, Emilio, este pequeño homenaje como el directivo cercano, acogedor y amable que conocí y como el tuitero ingenioso y elegante que quizás fuiste.
Con todo mi agradecimiento… ¿#lovamosviendo?