..Ana Villota. Directora y Fundadora de AISS.
Cuando estamos próximos a finalizar el año 2020 es inevitable echar una mirada a lo que ha supuesto una de las crisis de salud pública más difíciles de superar. El mundo entero se ha tenido que enfrentar a un ‘enemigo invisible’, cuya fuerza devastadora hemos conocido en toda su crudeza y contra el que la mano del hombre y de la ciencia sigue sin tener más recursos que la prudencia y la intuición, pero con la esperanza de que las vacunas que pronto tendremos, nos ayuden a encauzarlo, dirigirlo y vencerlo.
El Covid-19 puede ser catalogado de muchas cosas, pero hay una que lo define completamente. El coronavirus ha supuesto el elemento más democratizador que conocemos en la sociedad actual. Ha afectado a todo el mundo de forma simultánea en cualquier parte del mundo. Y lo que es más importante, ha recordado que la salud es el bien más preciado que debemos preservar y promocionar porque se puede perder en cualquier momento. No solo la salud física, sino también, la salud mental. Y es aquí donde deseo hacer un llamamiento a la reflexión de toda la sociedad.
El coronavirus ha supuesto el elemento más democratizador que conocemos en la sociedad actual
La salud mental ha sido un tema tabú, fruto del miedo, del desconocimiento y de la estigmatización social de las personas que sufren algún tipo de enfermedad mental, hasta que la pandemia ha demostrado que todos podemos vernos afectados psíquica y psicológicamente por situaciones que debemos manejar de un día para otro y para las que no siempre estamos preparados.
Familias enteras han visto como alguno de sus miembros se ha quedado sin trabajo, confinadas en sus casas durante meses, obligadas a convivir 24 horas sobre 24, trabajando desde casa, cuidando de las personas dependientes, al tiempo que hacían los deberes con niños y adolescentes. La incertidumbre ha sido el hilo conductor de nuestras vidas que hemos tenido que reconfigurar de un momento para otro, sin darnos tiempo a pensar más que en sobrevivir a cualquier precio.
En definitiva, la pandemia nos ha puesto a todos frente al espejo de nuestras circunstancias vitales y nos ha hecho darnos cuenta hasta qué punto todos somos vulnerables ante lo desconocido. Ante lo que nos genera miedo, al igual que ocurre a las personas diagnosticadas con enfermedad mental. La pandemia nos ha enfrentado con la parte más humana de nosotros mismos, haciéndonos reconocer que todos necesitamos ayuda, incluso ayuda psicosocial y clínica, y que no hay nada de malo en reconocerlo. Más bien, todo lo contrario.
La pandemia nos ha puesto a todos frente al espejo de nuestras circunstancias vitales
Esta situación ha provocado un aumento extraordinario de la demanda de la red de servicios sociosanitarios, que se ha visto desbordada para atender a miles de personas que hasta ahora no parecían necesitarlos. Es, en este momento, donde hemos empoderado el valor de la familia y de los amigos. Hemos aprendido a sonreír con los ojos ante la imposibilidad de mostrar nuestra sonrisa, oculta por la mascarilla.
Tras más de veinte años dedicada al cuidado de la salud de personas que un día fueron valientes y pidieron ayuda, tengo que decir que son muchas las lecciones aprendidas con los pacientes que viven en la red de pisos tutelados que formamos la Asociación de Iniciativas Sociales AISS. Juntos vivimos los momentos más terribles de la pandemia, cuando no se nos informaba de nada, no se nos atendía ni siquiera al teléfono y tuvimos que reconvertir los recursos sociales en sanitarios, donde tuvimos que reinventar todos los cuidados y rutinas para salvaguardar la salud de estos pacientes. Porque, si para la mayoría de la población era una ‘cuestión de covid’, para nosotros, además, era una cuestión de salud mental y bienestar de personas que habían logrado normalizar las pequeñas rutinas de la vida, y que, con motivo del confinamiento, estuvieron en riesgo de dar un paso atrás de muchos años de trabajo.
Sin embargo, los pacientes que viven en familia en cualquiera de la red de pisos tutelados AISS nos dieron una lección de entereza, de vida y de humanidad. Todos entendimos la grandeza de estar juntos, de fomentar todavía más nuestro espíritu de familia integrada en una comunidad de la que ya formamos parte. El equipo multidisciplinar de psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales y cuidadores formó un único equipo con los pacientes y sus familias. Unas familias que son merecedoras de todo el reconocimiento social y afectivo de una sociedad que debería aprender de ellos, de su entrega, de su espíritu colaborativo y su paciencia. Todos juntos estrechamos nuestros lazos afectivos. Los pacientes nos enseñaron su capacidad de resiliencia desarrollada durante años luchando para normalizar su situación. Las familias nos enseñaron a reconvertirnos, como un día tuvieron que hacer ellos. Nosotros trabajamos con ahínco para poner a su disposición lo que un día aprendimos en los libros y lo que nos ha dado la experiencia enriquecedora de trabajar en la mejora de su salud.
Los pacientes que viven en familia en cualquiera de la red de pisos tutelados AISS nos dieron una lección de entereza, de vida y de humanidad
En este año 2020 que ahora despedimos me quedo con esto. Enfrentamos 2021 con la esperanza de recobrar nuestras vidas, de sonreír con los labios, de poder abrazarnos. Pero, sobre todo, cerramos este 2020 pidiendo a la sociedad que sea más integradora con estas personas que, como muchos otros han hecho durante la pandemia, un día pidieron ayuda porque se encontraron de bruces ante la incertidumbre de la vida, pero fueron valientes para ponerse manos a la obra y trabajar sobre sus dificultades. Las que un día pueden ser las de cualquiera de nosotros.
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