..Dr. Antonio García García. Médico y Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
En su épica poesía, “Llamo a la juventud”, el oriolano Miguel Hernández la retrataba así: «La juventud siempre empuja, / la juventud siempre vence, / y la salvación de España, / de su juventud depende». Aunque plasmada en un calamitoso contexto guerracivilista, este poema es perfectamente extrapolable a cualquier actividad, incluida la ciencia.
He tenido la fortuna de desempeñar mi oficio de médico entre jóvenes: cada año de mi medio siglo de actividad académica he estado acompañado de una nueva promoción veinteañera de estudiantes de medicina, de másteres y doctorado; jóvenes haciendo sus tesis doctorales en mi laboratorio; jóvenes que me han acompañado en cursos veraniegos y en la Red GENN de neurocientíficos; y, últimamente, jóvenes que ya hacen ciencia de calidad en España, allá en la frontera del conocimiento, caso de los 11 científicos que ya forman parte del Foro Teófilo Hernando de Jóvenes Investigadores de la Real Academia Nacional de Medicina de España (Ranme).
En noviembre de 2021, los 11 jóvenes investigadores del Foro Teófilo Hernando de la RANME-FTH y sus colaboradores celebraron su primer simposio
Aunque parezca una frase de Perogrullo, una idea puede hacerse realidad si se genera en el momento oportuno y se acoge por una institución cuyo líder crea en ella. Tal fue el caso del Foro, que surgió de un convenio entre la Fundación Teófilo Hernando (FTH) y la RANME. El presidente de esta tricentenaria institución, profesor Eduardo Díaz-Rubio, acogió con entusiasmo la idea y propició su cristalización en 2018. Tres años después, los 11 jóvenes investigadores del Foro y sus colaboradores se han dado cita en el precioso edificio de la Ranme para pasar dos días intercambiando ideas sobre sus trabajos científicos, que desarrollan en centros de Granada, Alicante, Madrid, Barcelona y Murcia. Dos días de ciencia y amistad, los del 17 y 18 de noviembre 2021, que demostraron que esos jóvenes sí que pueden hacer ciencia de calidad, con proyección internacional, en una España que históricamente ha tenido a gala dar la espalda a la ciencia. Este primer Simposio de Jóvenes Investigadores de la RANME, organizado por ellos mismos con la presidencia del primer joven investigador que se incorporó al Foro, el doctor Rafael León (CSIC, Madrid), ha constituido una palpable demostración de ello.
Además de la juventud de los miembros del Foro (35-40 años) en el simposio quedó patente un rasgo esencial del mismo, la pluridisciplinariedad de los temas científicos que cultivan sus miembros: química de proteínas, diseño racional y síntesis de fármacos, cohortes de pacientes con síndrome de Down que van a evolucionar a un alzhéimer, polifenoles de la dieta, reparación quirúrgica de nervios, plasticidad sináptica, sepsis e inflamasoma, cáncer de mama quimiorresistente, modelos neuronales de citotoxicidad y neuroprotección…
El Foro cuenta ya con 11 jóvenes investigadores, con grupos y recursos propios, que desarrollan ciencia pluridisciplinar en distintos centros españoles y con impacto internacional
Los pósteres tuvieron tanto protagonismo como las ponencias. Los doctorandos dispusieron del tiempo suficiente para exponer su trabajo a una comisión de académicos, que luego otorgaría tres premios a tres de los pósteres, tarea harto dificultosa dada la extraordinaria calidad de los contenidos de todos. Fue emocionante compartir el entusiasmo de los protagonistas de los pósteres, explicándonos sus hipótesis, los experimentos que hicieron para respaldarlas o destruirlas, sus conclusiones y las perspectivas para el futuro desarrollo de sus trabajos de tesis doctoral.
Quizás parezca raro que redacte esta crónica en términos de exaltación de esta minúscula parcela de la ciencia hecha en España por jóvenes que todavía están en el inicio de sus carreras. Quizás pueda sorprender que dé tanta importancia al insólito encuentro de jóvenes investigadores en la RANME. Quizás no llegue este acontecimiento tan trascendente al ciudadano de a pie, porque sus canales de información están en otra cosa. Pero creo que este Foro se ampliará durante los próximos años con nuevos investigadores que se encontrarán en la RANME periódicamente para iniciar colaboraciones, intercambiar ideas, compartir resultados y contribuir, por una parte, a la solución de los problemas de salud de la sociedad y, por la otra, a añadir a la marca España algo más que la dieta mediterránea y el turismo: a saber, ciencia española de la más alta calidad, con proyección internacional. El tiempo dirá, pero soy optimista, pues el segundo día del Simposio salí de la RANME eufórico y feliz, como así se sintieron los 40 participantes presenciales y, seguramente también, muchos de los 150 asistentes telemáticos.
Si bien es cierto que la ciencia española ha mejorado en las últimas décadas, también lo es que estamos muy por debajo de la ciencia europea
Durante medio siglo he escuchado lamentos de profesores e investigadores por las carencias de apoyo a la investigación científica en España. En el hospital, el residente de las especialidades médicas está mirando el reloj para marcharse a las 15 horas; no quiere oír hablar de investigación. En los másteres de I+D del medicamento que hacemos en la Fundación Teófilo Hernando en colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid, acogemos a algunos alumnos que, ya doctores, han dado muchas vueltas fuera y dentro de España y no han encontrado salidas profesionales en el campo científico. En las universidades, un gran número de profesores, ¡incluso tan jóvenes como los del Foro!, abandonan la investigación cuando alcanzan ese estatus anquilosante del funcionariado. Este cuadro contrasta con el que he dibujado antes sobre el Simposio. ¿Qué hacer?
Una posibilidad (aunque no la única) es la creación de centros temáticos de excelencia, que constituye una buena aproximación para generar ciencia de calidad a nivel internacional. Tal es el caso de la red de institutos Max Planck en Alemania o de los institutos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC). Permítaseme hacer una somera comparación entre ambas instituciones.
La Sociedad Max Planck para la Promoción de la Ciencia honra la memoria del físico alemán que inició la mecánica cuántica. Su predecesora, la prusiana “Kaiser-Wilhem Gesellsuhaft”, se creó en 1911 como organización de investigación no gubernamental, que se extinguió en 1946 por la Oficina de Gobernación Militar de los Estados Unidos; en ese año renació en Gotinga con el nombre actual. Su logotipo muestra a Minerva, la diosa romana de la sabiduría. Si se incluyeran los logros de su predecesora, los investigadores y científicos de la Sociedad Max Planck habrían ganado más Premios Nobel que cualquier otra institución académica científica del mundo.
La comparación de la organización, flexibilidad y productividad de los Institutos Max Planck de Alemania con los Institutos del CSIC de España, diagnostica claras diferencias que podrían ayudar a identificar las deficiencias en organización, coordinación e inversión de la ciencia española
Cada uno de los 80 Institutos Max Planck se organizan en departamentos de investigación con un director. Conocí de cerca el Instituto Max Planck de Gotinga, cuyo Departamento de Biofísica de Membranas dirigía Erwin Neher, coinventor de la técnica de patch-clamp con Bert Sackman y ganadores del Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1991. Como director, Erwin tenía la potestad de contratar a científicos de relieve de todo el mundo, con la particularidad de que solo podían permanecer en su Instituto durante un periodo de 5 años. Era, pues, un departamento cambiante, en continua renovación. Conocí algún caso excepcional, como el francés Alan Marty, que estuvo dos periodos distintos con Erwin. Cuando este se jubiló, su departamento se extinguió. Correspondía al Consejo Científico de la Sociedad Max Planck establecer nuevas prioridades y crear un nuevo departamento con otro enfoque.
La Sociedad Max Planck es una organización de investigación básica sin ánimo de lucro; así puede compatibilizar la financiación de los estados federales, un 20%, y del gobierno federal, un 80%. Esta financiación se complementa con licencias de investigación y donaciones. Los directores son miembros científicos de esta asociación, agrupados en tres divisiones (Químico-Fisico-Tecnología, Biología-Medicina y Humanidades). Los institutos tienen un personal aproximado de 12.300 empleados, cifra que incluye a 4.000 científicos permanentes, más unos 9.000 científicos no permanentes y visitantes. Además, la Sociedad Max Planck, conjuntamente con algunas universidades, ha creado las Escuelas Max Plank Internacionales, que apoyan la cooperación y los planes de doctorado de científicos extranjeros noveles; la mitad del presupuesto de estas Escuelas se dedica a la formación de jóvenes extranjeros. Todo ello permite que los Institutos Max Planck, siempre fundados en torno a destacados investigadores, sean declarados centros de excelencia por científicos de todo el mundo.
Por su parte, el CSIC nació a principios de la década de 1940; es el heredero de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), creada en 1907, y cuyo primer presidente fue Santiago Ramón y Cajal. El CSIC continuó liderando la actividad investigadora en España, aunque, a diferencia de la JAE, dio mayor peso a la ciencia aplicada. Quedó definido como un organismo autónomo del Estado. Con la descentralización autonómica y el aumento de la capacidad investigadora de las universidades, el CSIC inició la colaboración con otras entidades que dieron lugar a la creación de institutos mixtos por toda la geografía española. En total, el CSIC tiene 120 institutos de investigación. En 2007, el CSIC se transformó en agencia, con la idea de dotarle de mayor agilidad y autonomía. El CSIC tiene una delegación en Roma. El personal funcionario asciende a 5.165, el laboral fijo a 782 y el contratado temporal a 4.695. De un total de 10.642 empleados, 3.646 son investigadores y 2.444 son personal de apoyo técnico, según datos de 2018.
El respaldo social e institucional a los jóvenes investigadores, caso de la iniciativa del Foro Teófilo Hernando de la RANME-FTH, constituye una de las líneas de mejora de la ciencia española
El ranking Scimago 2019 decía que el CSIC es la séptima institución pública mundial de investigación, ocupa el puesto 21 entre las instituciones públicas y privadas mundiales, es la primera institución pública de investigación en España, la cuarta institución pública en investigación de la Europa Occidental y la sexta institución pública o privada de investigación de la Europa Occidental.
En suma, el Max Planck tiene 80 institutos, 12.300 empleados, unos 4.000 científicos permanentes más otros 9.000 no permanentes y visitantes. Por su parte, el CSIC tiene 120 institutos y 11.000 empleados de los cuales 6.000 son investigadores y personal de apoyo técnico. Aunque estas cifras sean aproximadas, quizás podrían hacerse algunas comparaciones sin ánimo de crear agravios. Por ejemplo, los Max Planck hacen énfasis en ciencias básicas y el CSIC se centra más en las ciencias aplicadas. Todos aceptamos que sin conocimiento (ciencia básica) es difícil innovar (ciencia aplicada). Podría quizás pensarse que el punto crucial que ha permitido a Alemania crear los automóviles Volkswagen, Opel o Mercedes, mientras que España solo cuenta con licencias para fabricar esos coches, es el cultivo de la ciencia básica sin restricciones. También merece atención el capítulo de personal, que no difiere ostensiblemente entre los institutos Max Planck (12.300 empleados) y los del CSIC (11.000 empleados).
Es más, considerando que la población de Alemania casi duplica a la española, el personal investigador en cifras de los institutos Max Planck sería menor que el de los institutos del CSIC. El número y calidad de las publicaciones o los rankings de excelencia investigadora son solo indicadores. Hacen bien los gestores y autoridades del CSIC en destacarlos en su web. Pero hay dos cuestiones que están por encima de esos puestos: 1, los logros en innovación tecnológica, en medicamentos y salud, en patentes con verdadero impacto internacional, social y empresarial; y 2, el grado de reconocimiento y respecto mundial de ambas instituciones, Max Planck y CSIC.
Formulaba antes la pregunta de qué hacer para impulsar la ciencia española. Tengo algunas propuestas: 1ª, desconfiar de los políticos que en los sucesivos gobiernos de antes y durante la democracia, han dado la espalda a la ciencia; 2ª, mirarnos en el espejo de la ciencia y la tecnología alemanas, por ejemplo, y no tanto en la cuantía de inversiones y personal investigador (que también) como en la organización y coordinación de todas las estructuras científicas, tanto del CSIC como de las universidades; 3ª, huir del café para todos, de las oposiciones y del estatus del funcionariado; y 4ª, promover iniciativas de respaldo institucional y social a los científicos en general y a los jóvenes investigadores en particular, caso del Foro Teófilo Hernando de la RANME y la FTH.