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40 Jóvenes Profesionales.
La Dra. Cristina Caramés es especialista en Oncología Médica y actualmente se encarga de la coordinación de la Unidad Tumores Digestivos del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Para ella, el principal objetivo de la medicina es buscar el mayor bienestar para los pacientes con todas las herramientas disponibles y, en la búsqueda de este bienestar, ha liderado proyectos como el Hospital Oncológico Personalizado (HOPE) o el AI-ON, un asistente virtual para los pacientes de oncología.
Uno de sus principales deseos para el futuro es que realmente consigamos que sea el sistema, sus profesionales y su equipamiento, el que se adapte para cubrir de la mejor forma posible las necesidades de los pacientes y que los pacientes estén cada vez más capacitados para la toma de decisiones sobre su propia enfermedad.
¿Se siguen notando mucho los efectos de la pandemia en los pacientes oncológicos y en la evolución de su enfermedad?
En la fase inicial de la pandemia, la atención a pacientes oncológicos supuso un gran desafío por el riesgo competitivo de empeoramiento de la enfermedad, por no ser tratada frente a las complicaciones graves de contraer SARS-CoV-2 y su probable mayor letalidad en pacientes inmunocomprometidos. Por otro lado, se produjeron retrasos en la detección de los tumores por las interferencias en los programas de screening y una menor accesibilidad a pruebas diagnósticas. Esto ha tenido como consecuencia una mayor tasa de pacientes diagnosticados en etapas avanzadas, con mayor carga tumoral y retrasos de tratamiento de neoplasias malignas recién diagnosticadas.
Según la Dra. Cristina Caramés, el objetivo de la medicina es buscar el mayor bienestar para los pacientes con todas las herramientas disponibles
Todas estas circunstancias impactarán con toda probabilidad en una mayor mortalidad secundaria a patologías oncológicas. Según el Journal of National Cancer Institute, se estima que, por el efecto de los primeros seis meses de la pandemia, la mortalidad por cáncer de mama en Estados Unidos para 2030 se incrementará en un 0,5 %.
Garantizar la normalización de los programas de detección precoz y minimizar los retrasos en la evaluación de los pacientes sintomáticos es esencial para mitigar los efectos de las interrupciones iniciales asociadas con la pandemia. En la Fundación Jiménez Díaz hemos hecho vun esfuerzo ingente para adaptarnos a la situación y ofrecer asistencia en todo momento, tanto a los pacientes con Covid-19 como a los no Covid, creando circuitos específicos, priorizando la patología oncológica y garantizando la máxima seguridad. Para ello, nos hemos apoyado en las ventajas que aportan la innovación y la transformación digital en cuanto a una mayor accesibilidad y agilidad en beneficio de los pacientes.
¿Cómo ha sido el día a día de una oncóloga en plena pandemia?
Al inicio de la pandemia, nuestra principal preocupación era el desconocimiento que teníamos de la enfermedad y el conflicto que se daba entre los riesgos de empeoramiento del cáncer por los retrasos del tratamiento y los riesgos de contraer el Covid-19 en pacientes inmunodeprimidos y, en general, más vulnerables. Conviene recordar que en ese momento no teníamos vacunas ni tratamientos efectivos por lo que, según la situación, individualizábamos todos y cada uno de los tratamientos, decidiendo en función de las circunstancias y características de cada persona y equilibrando de la mejor manera posible el riesgo frente al beneficio.
Dra. Cristina Caramés: “La pandemia nos ha hecho más conscientes de que había muchos desplazamientos sin valor pacientes que teníamos que evitar”
Era un entorno muy cambiante, en el que teníamos que actuar y “reinventarnos” para poder prestar atención, tanto a los pacientes Covid como al resto, y optamos por dejar atrás nuestras rutinas y adaptarnos a un entorno en el que era necesario trabajar de otra manera. Agilizamos los circuitos asistenciales incorporando innovación y suprimiendo acciones que no solo no tenían valor, sino que podían poner en riesgo a las personas, etc. En esta línea, en el servicio de Oncología de la Fundación Jiménez Díaz consolidamos el proyecto HOPE (Hospital Oncológico Personalizado), que pone el foco en las necesidades de los pacientes. Se trata de una unidad de práctica integrada que ha unificado todas las citas que requiere el paciente para recibir el tratamiento en una sola, sin esperas ni desplazamientos innecesarios. Somos los profesionales y el equipamiento clínicos los que nos movemos en torno al paciente.
Además, el paciente tiene a su disposición un canal de comunicación en tiempo real los 365 días del año, que le va a proporcionar atención personalizada sin necesidad de desplazarse al hospital, siempre que lo necesite y desde dónde el paciente desee. Con estos proyectos conseguimos descongestionar las salas de espera y damos solución a los tiempos de espera para proporcionar tranquilidad, agilidad, eficacia, eficiencia y comodidad a los pacientes y profesionales.
El espacio físico del hospital como principal lugar para la prestación de servicio al paciente oncológico se diluye y se expande hacia otros espacios no tradicionales y más cercanos al paciente, formando un hospital “líquido”. De lo anterior se desprende que la relación con los pacientes también cambió de forma considerable, aumentando los contactos a través de consultas no presenciales, videoconsultas, llamadas, etc. Las consultas en remoto, “rompiendo” la barrera física del hospital, aumentaron hasta un 400%.
Gracias a la tecnología, los médicos vamos a aumentar nuestra capacidad de respuesta, ofreciendo soluciones más potentes, holísticas y personalizadas
En el hospital donde trabajo, antes de la pandemia ya había una apuesta importante por la transformación digital y por extender la relación médico-enfermera-paciente más allá de las paredes del hospital. No obstante, la pandemia aceleró esta transformación y la tecnología hizo posible la atención de muchos pacientes y familias. Hemos sido más conscientes que nunca de que había muchos actos y desplazamientos evitables, sin
valor para los pacientes y que, al suponer un potencial riesgo, los teníamos que evitar. Debíamos cambiar nuestra forma de trabajar para resultar más ágiles y accesibles y proporcionar una asistencia segura y eficiente para los pacientes y para nosotros mismos.
¿Cómo se le puede explicar a un paciente que ha recaído?, o peor todavía ¿cómo se le puede decir que solo hay paliativos para él?
Con método, profesionalidad, compasión y una comunicación que además de efectiva, sea afectiva, teniendo como fin último aliviarle y ayudarle ante una situación que a todos nos entristece, que no es deseada para nadie y de la que nadie tiene la culpa. Asumiendo que a veces las cosas que nos suceden no son justas, ni como creemos que deberían ser o como desearíamos que fuesen.
Una de las cosas más importantes es indagar para poder saber qué es lo realmente importante para cada persona en esas circunstancias. Si desea saber, si prefiere delegar ciertas cosas, si quiere formar parte activa en la toma de decisiones sobre su enfermedad y cómo es su forma de afrontar los problemas. También es fundamental poner en valor lo que a la persona le preocupa, ayudarla a que se adapte y que desarrolle recursos para atender y aliviar sus preocupaciones y sufrimiento.
Un sistema de salud “perfecto” sería uno orientado al 100% a conseguir los mejores resultados en salud, asegura la doctora
¿Qué echa de menos en su trabajo diario?
Soy una afortunada de trabajar en la Fundación Jiménez Díaz donde, además de perseguir la mejora de la salud poblacional, una mejor experiencia de los pacientes y mayor eficiencia, también se tiene como objetivo fundamental mejorar la experiencia de los profesionales.
Esto a mí me permite tener una vida profesional muy completa con tiempo de calidad para los pacientes, para la docencia, para la investigación, para el desarrollo de proyectos innovadores… Si tuviese que mejorar en algo, quizás diría que echo un poco de menos cierta flexibilidad para la conciliación familiar. Aun así, no estoy descontenta con esto y asumo que el trabajo que he elegido requiere mucha dedicación y unos horarios que a veces entran en conflicto con la conciliación más sencilla.
¿Cómo imagina un sistema nacional de salud “perfecto”?¿Llegará en un futuro?
Un sistema de salud “perfecto” sería uno orientado al 100% a conseguir mejores resultados en salud, teniendo muy en cuenta lo que es importante para cada persona de forma holística. Es decir, un sistema que permita a las personas alcanzar la mayor supervivencia con la mejor calidad de vida posible, haciendo que el paciente pase por la salud y la enfermedad con una buena experiencia y con el menor coste personal posible.
Creo que el sistema tiene que pasar de un modelo muy basado en el “volumen” a un modelo que premie el “valor” y para esto es fundamental rediseñar el sistema de pagos, premiando lo que realmente aporta y penalizando el volumen sin valor, que incluso puede ser dañino.
Debemos pasar de un sistema con tendencia paternalista a uno democrático en el que hagamos a los pacientes mucho más competentes en la toma de decisiones
Por otro lado, es fundamental modificar la cultura sobre la salud, evaluar el valor real de la práctica médica para el paciente y pasar de un sistema con mucha tendencia al paternalismo, en el que el médico es todavía bastante “mandón”, a un sistema mucho más democrático en el que hagamos a los pacientes mucho más competentes para que puedan tomar sus propias decisiones. Dicho de otra manera, un sistema ideal para mí es aquel en el que el paciente pueda participar desde el inicio en la toma de decisiones que afectan a su salud de forma activa si así lo desea y que prioriza los valores de cada uno con el máximo respeto para alcanzar los resultados.
¿Cómo se imagina su situación dentro de 10 años?
Me quiero imaginar haciendo una medicina mucho más precisa y humana. Creo que la incorporación progresiva de la inteligencia artificial y el Big Data, tanto en el apoyo pata conseguir diagnósticos más precisos, como para ayudarnos a personalizar las indicaciones de tratamientos, nos va a permitir tomar decisiones mucho más adecuadas para ayudar mejor a las personas. Por otro lado, imagino que los médicos asistidos por la tecnología vamos a aumentar nuestra capacidad de respuesta, ofreciendo soluciones más potentes, holísticas y personalizadas.
Imagino que la tradicional obtención de información basada en visitas puntuales sin anamnesis estructurada y llena de variabilidad individual se vaya sustituyendo. Me parece determinante que el proceso de comprensión del contexto de los pacientes sea mucho más preciso gracias a una recolección de datos más valiosos cuantitativos y cualitativos de forma estructurada, sistemática y mediante la incorporación e integración de diferentes aplicaciones, dispositivos, wearebles, etc.
Dra. Cristina Caramés: “El futuro pasa por conseguir una buena integración de todas las partes mediante una buena comunicación, coordinación y definición de los roles”
Además, no sé si en 10 años o un poco más, pero no me sorprendería que en un futuro se pueda llegar a “hackear” el cuerpo más allá de sus límites a través de dispositivos, implantes o prótesis que reaccionen de manera inteligente a las señales de cada persona.
¿La superespecialización de los profesionales y la multidisciplinariedad en los equipos es el futuro?
El conocimiento cada vez es más preciso y conlleva una gran especialización, pero no podemos caer en la tentación de no responsabilizarnos del paciente como un todo. La multidisciplinariedad sobre el papel parece fácil, pero en la práctica exige que cada profesional que integra el equipo sepa de lo que está hablando o proponiendo otro miembro para poder discutir y consensuar lo mejor para el paciente. La parcelación extrema del conocimiento de una patología no me parece recomendable. Creo que el futuro pasa por conseguir una buena integración de todas las partes mediante una buena coordinación, comunicación y definición precisa de los roles, apoyándonos en las herramientas digitales que permitan crear modelos de asistencia para los pacientes y no para las patologías.
Será fundamental introducir nuevos modelos organizativos para que la superespecialidad de los profesionales y la multidisciplinaridad del equipo sea efectiva. Un nuevo tipo de gestión que se adapte a las necesidades de los pacientes y facilite la colaboración y comunicación entre las distintas áreas, mejorando la experiencia del paciente, que debe encontrar un flujo de procesos eficaces entre los distintos departamentos en los que se vea involucrado, evitándole así un añadido más de frustración a su dolencia.
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