Vacunación del paciente oncológico: es necesaria una valoración individualizada, si es posible antes del inicio de los síntomas

La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) organiza un webinar que aborda la vacunación en el paciente oncológico

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P.M.S
El webinar Vacunación en el paciente oncológico: ¿paciente de alto riesgo?, organizado por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), ha puesto de manifiesto la necesidad de una valoración individualizada y si es posible antes del inicio de los síntomas. En el encuentro han participado la Dra. Ana Santaballa, coordinadora de la Sección SEOM de Prevención y Diagnóstico Precoz, y el Dr. Fernando Fariñas, director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas. “Tenemos que perfilar inmunológicamente al paciente oncológico. Hay que hacer una determinación de subpoblaciones linfocitarias, medir la concentración de anticuerpos IgM, IgA, IgG y a partir de ahí personalizar e individualizar el protocolo vacunal en el paciente oncológico”, ha señalado el Dr. Fariñas.

Recomendaciones de vacunación en el paciente con cáncer

El Dr. Fernando Fariñas ha comenzado su intervención indicando que “el sistema inmune y el cáncer guardan una relación cíclica y bidireccional. Cualquier tipo de tumor puede producir alteraciones inmunitarias, también a nivel sistémico“, ha explicado. Además, ha resaltado que la inmunosenescencia es un factor que contribuye al proceso de regulación inmunitaria en los pacientes oncológicos. “Durante los últimos años estamos controlando bastante mejor los procesos infecciosos secundarios a la situación de inmunocompromiso del paciente oncológico, pero todavía estamos muy por encima de la población sana que no tiene ningún tipo de afección. No solo se produce un aumento del riesgo de infección, sino que también se puede ver afectada la respuesta a la vacunación».

“Tenemos que aprovechar el periodo de bajo nivel de inmunocompromiso para administrar todas las vacunas posibles”, asegura el Dr. Fariñas

El Dr. Fariñas ha indicado que no todos los pacientes oncológicos están igual de inmunocomprometidos respecto a la vacunación. “El mismo paciente puede en un momento dado de su ciclo vital tener periodos de alto nivel de inmunocompromiso y de bajo nivel de inmunocompromiso. Tenemos que aprovechar el periodo de bajo nivel de inmunocompromiso para administrar todas las vacunas posibles». El grado de inmunocompromiso de los pacientes oncológicos varía en función de su edad, el tipo de cáncer y el tratamiento recibido.

Las vacunas muertas o inactivadas se puede poner en cualquier tipo de paciente por muy alto grado de inmunocompromiso que tengan. Lo peor que puede pasar con estas vacunas es que no funcione. Tenemos claro que una persona con un alto nivel de inmunocompromiso no debe ser vacunada nunca con vacunas vivas o atenuadas”, ha expuesto. Además, ha señalado que a partir de un nivel determinado de anticuerpos IgG se decide no hacer vacunación por una cuestión de seguridad o eficacia. “Todo paciente que tenga una igG menor de 150 mg/dl va a tener dos problemas. Con la vacuna inactivada no va a responder bien (falta de eficacia) y con las vacunas vivas puede tener un problema de reversión a la virulencia”.

Dr. Fariñas: “Una persona con un alto nivel de inmunocompromiso no debe ser vacunada nunca con vacunas vivas o atenuadas”

El Dr. Fariñas ha comentado que todos los pacientes oncológicos excepto los que están en tratamiento de inducción de leucemia o lo que están con rituximab deben vacunarse todos los años de gripe. Con rituximab se aconseja esperar un mínimo de seis meses para inactivadas (por su inmunogenicidad) y de 12 meses para atenuadas (por su seguridad).

El mejor momento para vacunar al paciente oncológico es cuando tiene mejor su sistema inmunitario», ha subrayado. En este sentido, ha explicado las indicaciones actuales. “Hay que hacer una valoración individualizada y a ser posible antes del inicio de los síntomas, valorando antecedentes vacunales, patología, edad, tipo de tratamiento inmunosupresor y si se está administrando ya o no”. Asimismo, ha señalado que antes de la quimioterapia, las vacunas inactivadas se deben administrar hasta al menos dos semanas antes y las atenuadas hasta cuatro semanas antes. En cambio, si es tras la quimioterapia, se deben administrar de tres a seis meses (recomendable seis) después de haber terminado el tratamiento en el caso de vacunas inactivadas y de seis a 12 meses en el caso de las atenuadas (aconsejable 12).

Antes de la quimioterapia, las vacunas inactivadas se deben administrar hasta al menos dos semanas antes y las atenuadas hasta cuatro semanas antes

Además, ha apuntado que las vacunas que se administran durante la quimioterapia no cuentan como dosis válidas salvo que se demuestre seroconversión. Las vacunas atenuadas están contraindicadas tanto durante la quimioterapia como antes de los tres meses posteriores a esta. También las inactivadas pero por falta de inmunogenicidad. Una excepción que ha comentado es la vacuna de subunidades frente al herpes zóster de nombre comercial Shingrix.

El Dr. Fariñas ha explicado que las vacunas que hay que administrar en el paciente oncológico son: dTpa, triple vírica y viruela, neumococo, gripe, Covid-19, hepatitis B, herpes zóster y papiloma virus. Además, se ha referido a la necesidad de inmunizar a los convivientes del paciente oncológico (familia y personal sanitario). En concreto, la recomendación genérica para la vacunación de los convivientes es gripe, triple vírica y varicela.

Dr. Fariñas: “El futuro está en administrar vacunas que estén adaptadas a la situación de inmunocompromiso del paciente oncológico”

El director del Instituto de Inmunología Clínica y Enfermedades Infecciosas ha subrayado que se puede hacer entrenamiento inmunitario mediante un abordaje integral del paciente que contemple la dieta, el ejercicio, las relaciones psicosociales y la vacunación. “El futuro está en administrar vacunas que estén adaptadas a la situación de inmunocompromiso del paciente oncológico”, ha resaltado. Así, ha puesto como ejemplo la utilización de vacunas de alta carga antigénica como las que se utilizan en la gripe o en la  hepatitis B o de potentes adyuvantes que compensen el declive de la respuesta inmunitaria del paciente oncológico.

Papel del oncólogo en la vacunación del paciente oncológico

La Dra. Santabella ha enumerado las principales barreras para la vacunación en el paciente oncológico: no tener la recomendación de su médico, falta de conocimiento de las vacunas sobre seguridad y eficacia, preocupación por los efectos secundarios e incertidumbre por la eficacia y desequilibrio en la percepción del riesgo y el beneficio de la vacuna para pacientes y oncólogos. “Las infecciones son una de las mayores causas de morbimortalidad entre los pacientes con cáncer en tratamiento activo. Algunas de estas infecciones pueden ser prevenibles mediante la vacunación», ha recordado.

Además, ha detallado cuándo se debe vacunar. “Si hay que vacunar durante el tratamiento, valorando el riesgo-beneficio, se debe hacer con vacunas inactivadas», ha indicado. Como los pacientes pueden tener una menor respuesta, tras el final del tratamiento se puede valorar dosis de refuerzo y las vacunas atenuadas que se precisen. “Hay que administrar las vacunas en fases estables de la enfermedad, no porque exista riesgo de incrementar su actividad, sino por la reducción de la inmunogenicidad”.

La vacuna del herpes zóster, una de las novedades introducidas por SEOM en las recomendaciones del calendario de los pacientes con cáncer

La implicación del oncólogo es fundamental para asegurar la adherencia de los pacientes con cáncer a las pautas de vacunación recomendadas, identificar los pacientes de riesgo que precisan vacunarse y adecuar el momento de la vacunación en relación con el tratamiento que van a recibir”, ha destacado la Dra. Santaballa. En este sentido, ha presentado una infografía con las recomendaciones de SEOM actualizadas de vacunación del paciente con cáncer. “La vacuna del herpes zóster es una de las novedades del calendario de los pacientes con cáncer», ha señalado.

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