Dr. Fernando Mugarza, director de desarrollo corporativo y comunicación de la Fundación IDIS
Como dice el titular, el verano ya está a la vuelta de la esquina y, una vez llegado, habremos pasado la primera carrera electoral de este año 2023, la de las elecciones autonómicas y municipales, y se nos vendrán encima dos nuevos escenarios también componentes políticos y sociales muy relevantes: por un lado, el asumir España la presidencia de la Unión Europea para el segundo semestre de este año y, por otro, el de la convocatoria de elecciones generales el próximo 23 de julio.
Este apretado calendario nos lleva a una extraordinaria provisionalidad en cuanto a los responsables de cada entorno organizativo del Estado y de las medidas y reformas que precisa nuestra sociedad ante los enormes retos que tenemos por delante. Cambios, recambios, permanencias, nombramientos serán la tónica que impere en los próximos meses.
Nuestro país, como el resto de los de nuestro entorno, se enfrenta a grandes cambios que precisan de la mayor presteza y certidumbre posibles para de esta forma planificar y acometer las estrategias más adecuadas que nos permitan sortear la difícil y compleja situación en la que nos movemos.
No es mi intención hacer un listado de todos los problemas sin resolver adecuadamente que tenemos encima en este momento, pero en estas breves líneas sí me gustaría poner el acento en algunos que refieren con especial énfasis a dos edades de la vida, me refiero concretamente a los jóvenes y a aquellos que transitan su último periodo de su desempeño profesional y laboral.
Vivimos en una sociedad en la que las carencias en las políticas generadas por quienes legislan y promueven medidas terminan siendo cubiertas por la propia sociedad civil
Ambos segmentos etarios coinciden en un punto: los más jóvenes, en las dificultades de acceder a un empleo estable y bien remunerado y los más mayores, por su práctica imposibilidad de reinsertarse en el mundo laboral una vez que han tenido la mala fortuna de ser despedidos por el motivo que sea de su puesto de trabajo.
Vivimos en una sociedad en la que las carencias en las políticas generadas por quienes legislan y promueven medidas terminan siendo cubiertas por la propia sociedad civil y, de hecho, es en este punto en el que la familia se transforma en un asidero clave para que las desigualdades evidentes en cuanto a oportunidades no hagan saltar por los aires los cimientos de nuestro ya renqueante estado del bienestar.
Si hablamos de pensiones el problema es mayúsculo, una vez que ya no solo su cuantía, sino su sostenibilidad está constantemente sometida a debate en los medios de comunicación. Este asunto es clave puesto que son quienes trabajan los que mantienen a los que han pasado a la situación de retiro, y los que trabajan, especialmente los más jóvenes, tienen salarios que difícilmente van a poder compensar el incremento de las pensiones de la generación denominada del “baby boom” si no es a costa de pedirles nuevos esfuerzos que por lógica difícilmente podrán hacer.
La imparable carrera digital en su vertiente de inteligencia artificial va a suponer múltiples cambios y, entre ellos, el de la lejanía con las edades más avanzadas y el de la asunción de tareas que hasta ahora viene haciendo el ser humano
Si entramos en otro asunto sensible, el tema social de las personas vulnerables, frágiles, en muchos casos de edad avanzada, de nuevo surge la cuestión de cómo pueden sufragar sus cuidados con sus recursos, con el monto de las pensiones que reciben, una vez que el sistema llega hasta donde llega en este capítulo que es muy escaso; no podemos olvidar que en algunos casos, estas pensiones suponen el alivio a situaciones de paro en el propio entorno familiar.
Un último apunte relacionado con un aspecto de actualidad que también impacta en lo comentado hasta ahora: la imparable carrera digital en su vertiente de inteligencia artificial, la cual al parecer va a suponer múltiples cambios y, entre ellos, el de la lejanía con las edades más avanzadas y el de la asunción de tareas que hasta ahora viene haciendo el ser humano, lo que supondrá puestos de trabajo en riesgo y una necesidad urgente de cambios profundos en la formación para el empleo ante exigencias de nuevas habilidades y conocimientos para encontrar un puesto.
Si no nos ponemos manos a la obra previendo el futuro y afrontándolo con decisión y de una forma estratégica, dialogada, consensuada y pactada, seremos todos quienes sufriremos las consecuencias
En definitiva, no hay tiempo que perder, el reloj corre muy deprisa y, si no nos ponemos manos a la obra previendo el futuro y afrontándolo con decisión y de una forma estratégica, dialogada, consensuada y pactada, entre todos, difícilmente vamos a tener éxito en el empeño y seremos todos quienes sufriremos las consecuencias.