Dra. Rosa Molina: “Las redes sociales son como el fonendoscopio social, te permiten ver el sentir de la sociedad”

Psiquiatra en el Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, docente y divulgadora en redes sociales

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Cristina Cebrián
Con más de 100.000 seguidores en su cuenta de Instagram, la Dra. Rosa Molina, psiquiatra en el Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, docente y divulgadora, explica cómo ha cambiado su práctica asistencial desde que empezó a utilizar las redes sociales para divulgar sobre salud mental. “Son como el fonendoscopio social, porque se parece al momento en que auscultamos a los pacientes. Te permiten ver el sentir de la sociedad”, asegura.

A través de mensajes informales, con música, imágenes e incluso con un toque de humor, la Dra. Molina aporta su granito de arena para difundir información veraz y combatir la desinformación y los bulos que circulan por internet. Aunque cada vez hay más psiquiatras en las redes sociales, la especialista cree que es necesario que haya más profesionales de otros ámbitos, incluso hospitales y centros sanitarios, para divulgar y ayudar a prevenir enfermedades y trastornos mentales.

El uso de las redes sociales, ¿puede convertirse en una adicción, especialmente entre los jóvenes? ¿Cómo logra transformarlas en una herramienta de divulgación sobre salud mental?
Si se pueden convertir en una adicción. De hecho, han surgido términos nuevos en torno al tema de las redes sociales, como el fenómeno FOMO (fear of missing out), que es el miedo “a perderme algo”. También hay otros términos que no son específicos de las redes sociales pero que tienen que ver con la tecnología. Por ejemplo, el narcisismo digital, el juego patológico, la nomofobia, etc.

Como profesionales, debemos ser rigurosos y mantener el mismo tono que utilizamos en consulta. Por supuesto, no debemos revelar historias clínicas ni datos de pacientes en las redes sociales

Parece que existe un mecanismo en torno a las redes sociales que produce un refuerzo intermitente, que es el mismo mecanismo que utilizan las máquinas tragaperras. Es decir, hay un efecto sorpresa, la persona que entra a las redes sociales se encuentra un mensaje, un ‘like’, un meme que le hace gracia, una noticia impactante o quizá un día entra y no se encuentra nada. Esto hace que la persona quiera estar entrando continuamente a las redes sociales a ver qué se encuentra. Desde el punto de vista psicológico, a esto se le conoce como refuerzo intermitente, que hace que queramos pasar más tiempo ahí.

¿Cómo conseguimos transformar esto en una herramienta de divulgación? Utilizando nuestra práctica del día a día, apoyándonos en las preguntas que nos hacen en consulta o las cuestiones que siempre tienden a repetirse y que podemos explicar fácilmente a través del canal de redes sociales. Además, yo trato de hacer un uso saludable de las redes sociales, limitando su tiempo de uso, silenciando notificaciones, siguiendo cuentas prácticamente solo de profesionales, no usándolas desordenadamente sino dejándolas para el final del día en vez de estar entrando intermitentemente. Intento reciclar material para que no me suponga esfuerzo y aprovecho las ideas fortuitas que me surgen en el día a día.

Como profesionales, debemos ser rigurosos y mantener el mismo tono que utilizamos en consulta. Por supuesto, no debemos revelar historias clínicas ni datos de pacientes, hay que respetar su privacidad. De hecho, ya existen manuales para médicos sobre cómo usar las redes sociales.

En su labor como psiquiatra, ¿cómo le ayudan las redes sociales? ¿Ha mejorado su práctica clínica?
Sí ha mejorado. Para mis las redes sociales son como el fonendoscopio o estetoscopio social, porque se parece al momento en que auscultamos a los pacientes. Te permite ver el sentir de la sociedad. Por ejemplo, cuando hago una publicación sobre una crisis de ansiedad, siempre me preguntan lo mismo o me hacen el mismo comentario o una misma crítica. Esto te da mucha información sobre lo que se está hablando en la calle y lo que preocupa a la gente.

Cuando hago una publicación sobre una crisis de ansiedad, siempre comentan las mismas cosas. Esto te da mucha información sobre lo que se está hablando en la calle

Yo creo que me ha ayudado mucho a ver a ese sentir, a ser mucho más sensible y permanecer más alerta a pequeños detalles. También me han ayudado a ser mucho más amable y cuidadosa, dado que las redes sociales son como una ventana y te sientes observado, por lo que tienes que ser más meticuloso y detallista con lo que haces.

Dentro de las redes sociales, ¿cómo es la relación con otros compañeros de profesión?
Hacemos mucho networking. Como yo digo, somos el hospital de las redes sociales porque participamos muchos médicos. Todos nos conocemos, nos seguimos y compartimos las publicaciones que hacemos. Y dentro del ámbito de la salud mental, hay muchos psiquiatras y psicólogos en redes sociales.

En este sentido, ha mejorado mucho nuestro networking. Por ejemplo, hacemos directos en Instagram, podcast, compartimos experiencias, incluso tenemos un grupo de WhatsApp donde hablamos de dudas y preguntas que nos llegan. Cuando yo empecé en esto de las redes sociales prácticamente no había psiquiatras. En cambio, ahora ya tengo un montón de amigos que ya están ahí activos y es estupendo.

¿Hay mucha desinformación en las redes sociales? ¿Cómo se combaten los bulos?
Actualmente se habla de infoxicación porque tenemos un montón de información y estamos intoxicados de información. Además, es muy difícil discernir qué es verdadero de lo que es falso. Ante esto, es importante que cada vez haya más profesionales en redes. Esto no tiene por qué ser a título individual, sino que podemos aparecer como equipos, como hospitales o centros sanitarios, haciendo actividades de divulgación que nos ayuden a la prevención de enfermedades y trastornos.

La desinformación se combate con las mismas herramientas con las que se viralizan los bulos. Jugamos en la misma liga, publicando algo impactante, llamativo o gracioso

Por otro lado, para llegar a más gente, se deben utilizar las herramientas que nos ofrecen las redes sociales. Es decir, hacer mensajes más breves, un poquito más informales, que tengan más gancho para captar más la atención, que utilicen el humor, la imagen, la música de actualidad, etc.

En definitiva, la desinformación se combate con las mismas herramientas con las que se viralizan mensajes erróneos y bulos. Jugamos en la misma liga, publicando algo impactante, llamativo o gracioso y que llegue muy lejos. Lo que no podemos es no estar ahí y evitar el tema pensando que se resolverá solo. Parece que las redes sociales nos generan inseguridad, que no aportan contenido riguroso, pero, si detrás de ese contenido hay profesionales, esto genera más confianza entre el público.

Algunos términos, como “suicidio” y “anorexia” aparecen censurados en redes sociales, ¿cómo sortea este obstáculo para poder hablar de estos temas y llegar a más gente?
Se pueden utilizar mensajes indirectos, sin necesidad de poner la palabra exacta, pero dando a entender que te refieres a eso. También se pueden usar términos alternativos que sean más suaves. Por ejemplo, “estás en una crisis vital”.

¿Sería conveniente la creación de un comité de expertos que regule las informaciones sobre salud mental que aparecen en medios de comunicación y redes sociales?
Totalmente, yo apuesto por ello. La información en redes debe regularse porque, muchas veces, te encuentras con influencers que tienen millones de seguidores y que dicen barbaridades, desde el desconocimiento. Es decir, si tú como equipo de profesionales sanitarios o como hospital no estás llegando lejos, se pueden hacer colaboraciones con influencers y gente que tenga muchos seguidores para realizar campañas y llegar a más audiencia.

Como profesionales sanitarios podemos meter la pata, aunque sea con la mejor intención, por desconocimiento. Por eso es importante que haya más formación en redes sociales

Ese comité debería no solo coordinar y divulgar, sino también controlar las informaciones equivocadas que se publican. Esto también sería aplicable a los propios profesionales ya que, a veces, se pueden saltar ciertos límites. No podemos hablar de fármacos en redes sociales porque somos potenciales prescriptores. Como profesionales sanitarios podemos meter la pata, aunque sea con la mejor intención, por desconocimiento. Por eso es importante que haya más formación en este sentido.

¿Los hospitales y centros sanitarios están actualizados en el uso de las redes sociales? ¿Qué pueden aportar?
Se tendría que incentivar más su uso. Por ejemplo, en el Hospital Clínico San Carlos donde trabajo, hay una persona que lleva las cuentas del servicio de radiología, a título individual. Además, en el Servicio de Obstetricia y Ginecología, tienen en redes sociales dos cuentas que resultan muy útiles: “La quinta norte” y “reproclinico”. En ellas se aporta información, a través de vídeos en los que aparecen ginecólogos, enfermeros, personal del servicio, aportando información útil.

En el ámbito de la salud mental un ejemplo es menteScopia. Se trata de un proyecto multimedia para divulgar información sobre enfermedades mentales y su prevención, impulsado desde el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. En definitiva, los hospitales y centros deberían adaptarse a las herramientas actuales para llegar más a los pacientes y a la población general.

Me llama la atención cuando se dice que “todo el mundo debería ir a psicólogo”. Podemos caer en la trampa de no distinguir lo que realmente conlleva un trastorno más grave

Por otro lado, en el caso de las publicaciones científicas, se está empezando a valorar las posibilidades que tiene el equipo investigador de divulgar las publicaciones de un proyecto de investigación, a través de las redes sociales. Esto ya se está puntuando para conceder becas de investigación y me parece muy acertado.

¿Ayuda en algo el hecho de que personas famosas, como el jugador de baloncesto Ricky Rubio expongan públicamente sus problemas de salud mental?
Como en todo, podemos ver su lectura positiva y su lectura negativa. La lectura positiva es esa apertura a hablar, a reconocer y aceptar que podemos pedir una baja o retirarnos por salud mental, teniendo la misma legitimidad y la misma importancia que cuando nos retiramos por una lesión física, como una fractura, y que la población empiece a aceptarlo y entenderlo en vez de criticarlo. En este sentido, la visibilidad puede ser muy buena, porque se llega a mucha más población.

La parte negativa de esa exposición es que pueden llegar a darse mensajes erróneos, con toda la buena intención. Por ejemplo, me llama la atención cuando se dice que “todo el mundo debería ir a psicólogo”. No es así. Igual que no todo el mundo tiene que ir al dermatólogo. Si fuese así, estaríamos “psicologizando y psiquiatrizándolo” todo, pero las dificultades, la adversidad y los problemas forman parte de la vida. Además, podemos caer en la trampa de ver todo como algo psicológico y no distinguir lo que realmente conlleva un trastorno más grave y limitante que requiere de psicoterapia.

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