Cristina Cebrián
Alcohol, tabaco y cannabis son las principales sustancias que consumen hoy en día los jóvenes y la edad de inicio de este consumo se sitúa en torno a los 14 años. Uno de los mayores retos a los que se enfrentan los profesionales sanitarios y los familiares de los jóvenes con adicciones es que “la gran mayoría” no percibe los riesgos que entraña el consumo de sustancias.
Entre ellos, que se convierta en una adicción y que derive en el policonsumo, sumando sustancias como la cocaína, el éxtasis y las anfetaminas, tal y como explica el Dr. Álvaro Pico, psiquiatra y director médico del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos y de la Clínica Nuestra Señora de la Paz, en esta entrevista realizada en colaboración con la Dra. Estefanía Galindo, psiquiatra Infantil y del adolescente y Ricardo Hodann, psicólogo clínico, ambos de la Clínica Nuestra Señora de la Paz.
¿Cuál es el perfil de los pacientes jóvenes con adicciones?
El perfil típico es el de un joven, entre los 16 y los 20 años, que acude a tratamiento por un problema de consumo de sustancias con varios años de evolución. Aquellos con rasgos impulsivos, dificultades relacionales y/o sintomatología afectiva suelen presentar una mayor vulnerabilidad. Según reflejan las encuestas Edades y Estudes, la mayoría se inician en el consumo de sustancias con 14 años, casi siempre a través del alcohol (75%), el tabaco (40%) y el cannabis (30%).
Entre los jóvenes que acaban desarrollando una adicción suele darse una progresión, entre los 14 y los 20 años, hacia el consumo de otras sustancias como el éxtasis y la cocaína
Entre los que acaban desarrollando una adicción suele darse una progresión, entre los 14 y los 20 años, hacia el consumo de otras sustancias como el éxtasis y la cocaína. Ahora bien, un porcentaje alto desarrollan exclusivamente un problema con el consumo de alcohol o tabaco. Por ejemplo, tres de cada cuatro jóvenes, de 14 a 18, ha hecho al menos un atracón de alcohol en el último mes.
En cuanto a la diferencia por sexos, los varones que acuden a tratamiento son más que las mujeres, en todas las franjas de edad (excepto en el consumo de benzodiacepinas, en las que las mujeres son mayoría, muy elevada en los grupos etarios más altos). Por cada cinco hombres que buscan tratamiento, de media, solo lo hace una mujer. Esto se explica por varios factores: la prevalencia de adicciones es menor entre las mujeres, pero también presentan un mayor nivel de estigma y de discriminación que las disuade de reconocer que tienen un problema y, por ello, de buscar tratamiento.
¿Cuáles son las adicciones más frecuentes en este segmento de población?
Aunque los datos de prevalencia desglosados por edad resultan escasos, los datos disponibles nos indican que las drogas legales, alcohol y tabaco, son las sustancias que se asocian a mayores niveles de adicción entre los jóvenes. De las sustancias ilegales el cannabis es, con mucha diferencia, la sustancia más consumida entre los jóvenes y, por tanto, la que se asocia a una mayor prevalencia de adicción.
Para la detección precoz del problema es importante que el entorno del adolescente esté atento a su conducta y pueda reconocer algunas señales de alarma
Entre los jóvenes que acuden en busca de tratamiento se suele dar el consumo de otras sustancias, como la cocaína el éxtasis o las anfetaminas, en combinación con el alcohol, el tabaco y el cannabis. En estos casos, en los que se da un problema con el consumo de varias sustancias, se habla de “policonsumo”, que es la forma habitual de presentación en nuestra práctica clínica.
Una etapa tan compleja como la adolescencia puede ser un obstáculo para percibir el riesgo ante una adicción, ¿qué estrategias ayudan a familiares y cuidadores a detectar el problema y pedir ayuda profesional?
Tanto los profesionales como los familiares de los jóvenes con adicciones nos enfrentamos a un gran reto: la gran mayoría no perciben los riesgos que entraña el consumo de sustancias. Para la detección precoz del problema es importante que el entorno del adolescente (padres, profesores) esté atento a su conducta y pueda reconocer algunas señales de alarma.
Estas son la aparición súbita de problemas de conducta en la casa o en el colegio (por ejemplo, una bajada brusca del rendimiento o absentismo), los cambios de humor marcados, el abandono de aficiones o de actividades habituales y del autocuidado, aislamiento, cambio en el patrón de sueño y apetito. En algunos casos también se dan cambios en la apariencia física, alguno de ellos súbitos como ojos rojos o pupilas dilatadas y otros más graduales, como la pérdida de peso.
Ante la sospecha de una adicción o de un problema de salud mental, lo más recomendable siempre es buscar la ayuda de un profesional para que realice una evaluación exhaustiva del caso
En cualquier caso, ninguna de estas señales es, por sí misma, sugestiva de una adicción y pueden presentarse también en los jóvenes por otras circunstancias, incluso asociadas al normal desarrollo. Por ello, ante la sospecha de una adicción o de un problema de salud mental, lo más recomendable siempre es buscar la ayuda de un profesional para que pueda llevar a cabo una evaluación exhaustiva de la situación.
Es fundamental que la familia fomente una comunicación abierta con los jóvenes, desde la adolescencia temprana, en lo que tiene que ver con el consumo de sustancias, hablando de la existencia de las drogas y de los riesgos que entraña su consumo. Sería muy recomendable un trabajo de formación a los profesores y educadores en los problemas de salud mental y de adicciones, así como el desarrollo de programas específicos de carácter psicoeducativo y de prevención, desde etapas tempranas que ayuden tanto a profesores, alumnos como a familias.
Una vez detectada la adicción, ¿qué actuaciones llevan a cabo desde la consulta?
En primer lugar, realizamos una evaluación individualizada en la que incluimos al joven y a su familia. En esta, identificamos las conductas que integran el problema adictivo y, a su vez, realizamos un análisis pormenorizado de las variables que controlan su aparición y mantenimiento, así como las consecuencias y el alcance de las mismas.
Para el paciente, las recaídas suelen ser devastadoras a nivel psicológico, sobre todo cuando llevan meses o años sin el consumo. Recaer suele afectar de forma muy negativa al ánimo, la autoestima y las expectativas de futuro
Esta evaluación nos permite establecer un diagnóstico y los objetivos concretos de la intervención, en la que se deberá trabajar con el adolescente y su familia/entorno. Muchas veces, en el caso de los jóvenes, una de las primeras áreas sobre las que trabajamos es la conciencia del problema y la motivación hacia el cambio de la conducta. Para ello, es fundamental ayudar a reconocer los problemas que está conllevando el consumo, los riesgos a los que se expone, así como la pérdida de bienestar que está protagonizando.
La intervención se lleva a cabo en función de la complejidad del caso. Desde un trabajo individual en consulta, ya sea de psiquiatra o psicólogo clínico (o combinado) hasta en casos más graves y/o complejos de un equipo multidisciplinar con psiquiatría, psicología clínica, enfermería, terapeutas ocupacionales, trabajo social, etc.; individualizando el tratamiento en función de las características de cada paciente en particular y con el binomio paciente-familia como eje de la intervención.
Cuando se produce una recaída, ¿cómo afecta esto al paciente y qué pasos deben seguirse?
Para el paciente, las recaídas suelen ser devastadoras a nivel psicológico, sobre todo cuando llevan meses o años sin el consumo. En estas circunstancias, recaer suele afectar de forma muy negativa al ánimo, la autoestima y las expectativas de futuro del joven.
El aumento del consumo de sustancias, sugiere un aumento en la adicción que deben tener en cuenta los profesionales de la salud
Se intenta conseguir que la persona pida ayuda cuanto antes, preferiblemente acercándose a un centro/consulta donde pueda ser atendida por un profesional. Este paso indica que ya ha tomado conciencia de la gravedad del problema y de la necesidad de ayuda. De hecho, una parte fundamental del tratamiento específico se basa en la prevención de las recaídas y el manejo de las mismas, si estas aparecieran. A partir de aquí, deberá reevaluarse la situación y trazar el abordaje más adecuado para alcanzar, con la mayor brevedad, una nueva fase de abstinencia.
En el caso de la drogodependencia, ¿ha aumentado el número de jóvenes y adolescentes adictos? ¿Cuál puede ser la razón de ese aumento?
El consumo de tabaco y alcohol entre los jóvenes ha disminuido ligeramente a lo largo de las últimas tres décadas, aunque se mantiene en niveles elevados, frente al cannabis y los hipnosedantes (benzodiacepinas) que han aumentado de forma considerable. Otras sustancias, como la cocaína y el éxtasis, se han mantenido en niveles similares. Estos datos nos hablan del consumo, no de la prevalencia de adicción. En cualquier caso, el aumento del consumo de sustancias, sugiere un aumento en la adicción que deben tener en cuenta los profesionales de la salud y los responsables de políticas públicas.
El aumento del consumo de sustancias, sugiere un aumento en la adicción que deben tener en cuenta los profesionales de la salud y los responsables de políticas públicas
Este aumento puede atribuirse a varios factores. Uno de los señalados por las investigaciones, es el aumento en la disponibilidad, ya que, a mayor disponibilidad, mayores niveles de consumo y de adicción. Otro factor relevante es la percepción de riesgo: cuando consideran que el riesgo asociado al consumo de una sustancia es bajo, tienden a experimentar con ella con mayor facilidad. A otros niveles, la propia sociedad nos lleva a la búsqueda del placer rápido, así como al alivio del malestar mediante fármacos y sustancias, lo que hace que en la adolescencia esta conducta se reproduzca y adapte en función de las posibilidades que encuentre más accesibles.
En los últimos años se habla mucho de un uso excesivo de las pantallas, ¿se considera ya una adicción? ¿Cómo se detecta y cómo se trata en la práctica clínica?
El uso excesivo de las pantallas, en concreto de los videojuegos y las redes sociales, se ha englobado recientemente en la categoría de las “adicciones comportamentales”. Consideramos que se producen cuando la persona comienza a llevar a cabo esa conducta de manera compulsiva. La clave está en que el joven pierde la capacidad para controlar esa conducta. Por ejemplo, cuándo lo hace, durante cuánto tiempo o con qué frecuencia. Toda su vida acaba girando en torno a ello, abandonando otras actividades, aficiones, relaciones personales, etc.
Para confirmar el diagnóstico de estas adicciones se recomienda buscar un profesional de la salud mental, que, a través de la entrevista clínica, podrá detectar y dimensionar el problema
Dentro de esta problemática, destaca el acceso a material pornográfico desde edades infantiles. Esto conlleva conductas adictivas en la adolescencia temprana (12-13 años) y se relaciona con la violencia sexual incrementada entre los jóvenes. Aunque cualquier persona que observe a su hijo puede sospechar que se están dando problemas en el hogar, si un adolescente comienza a presentar estas conductas, será necesaria una evaluación por un especialista.
Por ello, para confirmar el diagnóstico de estas adicciones, se recomienda buscar un profesional de la salud mental, que, a través de la entrevista clínica, podrá detectar y dimensionar el problema. En último lugar, aunque el tratamiento de las adicciones comportamentales está todavía en un estado incipiente, ya hay evidencia sobre la efectividad de tratamientos cognitivo-conductuales que son, en esencia, similares a los aplicados en las adicciones a sustancias.