Victoria Gálvez
“Nunca había sentido un dolor de esta magnitud”, señala Ruth Conde al recordar su experiencia prestando ayuda sanitaria en Gaza. Durante los últimos 12 años, se ha dedicado a ejercer como enfermera en Médicos Sin Fronteras. Entretanto, ha viajado a numerosas zonas de conflicto como Yemen, Mozambique o Ucrania. Sin embargo, en ningún momento, había vivido una situación parecida a la que experimentó durante su tiempo en el conflicto de Gaza.
La enfermera ofreció el pasado lunes un desgarrador discurso en el Congreso de los Diputados. En este narraba cuidadosamente como se había sentido durante su misión sirviendo en este conflicto. Explicaba cómo la desesperación, la tristeza y el cansancio se iba adueñando poco a poco del personal sanitario. “He vivido y he sentido Gaza. Sé a qué huelen el dolor y la muerte. Sé a qué huelen los hospitales en Gaza. Sé cómo suena perder a quien quieres.”
“Por primera vez, he sentido que no hay ningún derecho o ley que me proteja, ni a mí, ni a mis compañeros, ni lo más importante, a nuestros pacientes”
Conde afirma que nunca antes había percibido tanta inseguridad y desprotección como en su última misión. Relató el día a día del personal sanitario y de los gazatíes durante el conflicto. “Por primera vez, he sentido que no hay ningún derecho o ley que me proteja, ni a mí, ni a mis compañeros, ni lo más importante, a nuestros pacientes”.
A lo largo de su estancia allí, ha tenido que tratar a numerosos pacientes a pesar de no disponer de recursos. “Hemos trabajado sin el material necesario, sin suministros médicos, sin electricidad, sin combustible, sin agua, sin un espacio físico donde poder asistir en condiciones a nuestros pacientes, porque estos espacios han resultado dañados o colapsados por familias enteras que buscaban un lugar seguro” y precisamente esto, es lo que no existe ahora mismo en Gaza, un lugar seguro. No hay ninguna zona en este lugar en la que se pueda estar protegido.
Describe la impotencia que sintió cuando quiso ayudar a alguien y no pudo porque no existen los recursos que se necesitan para ello
Las lágrimas se apoderaban del rostro de la enfermera al detallar lo difícil que ha sido para ella mirar a un paciente y no tener nada para ofrecerle. Lo único que podía hacer era apretarle la mano para darle consuelo y apoyo. Describe la impotencia que sintió cuando quiso ayudar a alguien y no pudo porque no existían los recursos que se necesitan para ello. “Nadie debería tener que pasar por esto, ni nuestros pacientes ni el personal sanitario, que está haciendo lo imposible por mantener los hospitales funcionando “. “Una de las decisiones más difíciles que he vivido ha sido mandar a un recién nacido desnudito a casa. Ni su mamá ni nosotros teníamos ropa” contó durante una entrevista para el diario La Voz de Galicia.
Por último, antes de concluir su discurso, pidió ayuda. Hace una llamada a que cada uno desde su posición haga todo lo que esté en su mano para poner fin a esta terrible realidad que está acabando con la vida de Gaza y que cada día empeora terminando con la esperanza de quienes viven allí.