Gema Maldonado Cantero
Cabría esperar que los sanitarios tienen claras las vías de contagio del VIH y conocen que, actualmente, los tratamientos disponibles permiten que una persona positiva para el virus bien tratada consigue suprimir su carga viral y, cuando esto ocurre, no transmite el VIH. Pero lo cierto es que no. Al menos, así lo indica un primer análisis de las más de 1.100 encuestas a sanitarios en España, como parte de un informe del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) y la Sociedad Clínica Europea del sida (EACS) que evalúa el estigma y la discriminación relacionados con el VIH en los centros de atención sanitaria de Europa y Asia Central.
El informe muestra que los sanitarios tienen importantes lagunas de conocimiento sobre la transmisión y la prevención del VIH. Una falta de conocimiento que se asocia a mayores niveles de estigma y discriminación contra las personas que viven con el VIH. «Y España está mejor que otros países», afirmaba este lunes el Dr. Ignacio Bernardino, especialista en VIH en el Hospital Universitario La Paz de Madrid. Junto a la psicóloga social y consultora del Ministerio de Sanidad, Daniela Rojas Castro, han presentado en el Ministerio de Sanidad algunos de los resultados de la encuesta en España.
Solo el 43% conocía de forma completa el concepto de «indetectable=intransmisible» en VIH, la profilaxis pre-exposición (PrER) y la profilaxis post-exposición (PEP)
De todos los sanitarios que respondieron, solo el 43% conocía de forma completa el concepto de «indetectable=intransmisible» en VIH, la profilaxis pre-exposición (PrER) y la profilaxis post-exposición (PEP), principales extrategias actuales de prevención. Un 37% tenía «ideas erróneas» o no estaba seguro sobre estas herramientas para prevenir y un 20% no tenía ningún conocimiento sobre ellas.
Analizando creencias y prácticas injustificadas, un 42% de los sanitarios que contestaron expresó que tenía temor al extraer sangre a personas con VIH y un 32% a tratar heridas. Lo que refleja «preocupaciones infundadas sobre la transmisión», indicó el Dr. Bernardino. Hasta un 14% de los profesionales dijo haber usado doble guante con estos pacientes de forma innecesaria y un 35% dijo que usaría guantes durante toda la consulta o toda la prestación de servicio, aunque el procedimiento no lo requiriera.
Un 42% de los sanitarios que contestaron expresó que tenía temor al extraer sangre a personas con VIH y un 32% a tratar heridas. Un 35% dijo que usaría guantes durante toda la consulta, aunque el procedimiento no lo requiriera
Los sanitarios reconocieron que existe discriminación a estos pacientes. Un 20% declaró haber observado una «peor calidad de la atención proporcionada a una persona con VIH o que se cree que vive con VIH, en relación con otros pacientes», y un 21% dijo que ha presenciado en su centro una clara «falta de voluntad para cuidar a personas que viven con VIH o que se cree que viven con VIH». Se suma que uno de cada cuatro observó cómo se divulgaba el estado serológico sin consentimiento de la persona interesada.
Casi la mitad (49%) de los encuestados no sabía si en su centro había políticas contra la discriminación y un 33% dijo que en su lugar de trabajo no existían. Por último, hasta un 7% afirmó que, si pudiera, preferiría no atender a personas que se inyectan drogas. La principal razón para esta respuesta fue la falta de formación específica.
Un 20% declaró haber observado una «peor calidad de la atención proporcionada a una persona con VIH o que se cree que vive con VIH, en relación con otros pacientes»
«Estos resultados subrayan no solo la falta de conocimiento y formación, sino también la necesidad de sensibilización y cambios estructurales en las políticas de atención y de lucha contra la discriminación», afirmó Daniela Rojas. Para hacer frente al estigma y la falta de formación, ambos expertos propusieron que sea obligatoria y continua la capacitación para todo el personal sanitario en las estrategias de prevención, así como el desarrollo de políticas claras de no discriminación, con protocolos en todos los centros de salud y hospitales, y campañas de sensibilización dirigidas al personal sanitario. Por último, creen que es necesario monitorear y evaluar estas medidas con encuestas periódicas y sistemas de seguimiento para ver si hay cambios en las prácticas y actitudes.