..Antonio G. García. Catedrático Emérito de Farmacología de la UAM y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
En un reciente artículo, la Dra. Cristina Calvo y colaboradores se hacen eco de la investigación pediátrica en España (Anales de Pediatría, 2018; 89: 314: e1-314.e6). Imagino que los retos y prioridades en pediatría serán parangonables a los de otros campos de las ciencias biomédicas, ya que los autores del citado artículo aseveran que en España hay “práctica ausencia de una cultura científica”.
Esta aseveración ya la hizo don Santiago Ramón y Cajal, hace un siglo, en sus Reglas y Consejos sobre Investigación Científica. Posteriormente, don Miguel de Unamuno grabaría a fuego en nuestra conciencia colectiva española aquella demoledora y polémica frase: “¡Que inventen ellos!”. Y más recientemente, en la década de 1990, don Severo Ochoa repetía insistentemente: “Sí, hemos mejorado; pero continuamos estando en el furgón de cola de la ciencia europea”. Pues Señor, qué hacer. ¿Cómo lograr que los españoles de a pie demos la cara a la ciencia, en vez de la espalda? Desde luego, iniciativas no faltan, pero ¿son apropiadas y eficaces?
Aún con pocos recursos, siempre se puede hacer investigación básica y clínica
Por ejemplo, cabe reseñar la creación en 2017 de la plataforma de investigación INVEST-AEP, por la Asociación Española de Pediatría (AEP), cargada de buenas intenciones: «fomentar la investigación en pediatría, desarrollada fundamentalmente por pediatras, tanto a nivel hospitalario como de atención primaria». Para ello, se esbozan los objetivos siguientes: «la incentivación, la formación, la promoción activa, la facilitación, la orientación, el reconocimiento y la provisión de los recursos necesarios para que nuestros pediatras puedan realizar investigación competitiva y de calidad» (Calvo y col., 2018).
Las declaraciones de colectivos o de científicos a título individual, están bien; pero sirven de poco. Lo mejor es que seamos los científicos los que luchemos, aunque sea a contracorriente, en el microambiente de cada cual, para hacer posible la práctica científica de calidad, competitiva a nivel internacional. Aún con pocos recursos, siempre se puede hacer investigación básica y clínica. No debemos esperar a que los políticos se pongan de acuerdo para implementar un Plan de Investigación Nacional, pues estamos esperándolo durante un siglo. ¿Cómo van a pensar en ello los políticos actuales, que están luchando por mezquinas cuotas de sillones y de poder?
¿Cómo lograr que los españoles de a pie demos la cara a la ciencia, en vez de la espalda?
En los últimos años, las universidades han abierto sus puertas a las empresas, con colaboraciones científicas y docentes conveniadas con distintos formatos. Uno de ellos, harto interesante, son las cátedras de patrocinio. Por ejemplo, en el ámbito pediátrico cabe reseñar la Cátedra Nutrinfant UAM-Alter. Esta Cátedra se creó hace 2 años a través de un convenio entre la UAM y la marca Nutribén del Grupo Alter. Esta es solo una de la 32 Cátedras que tiene actualmente la UAM, con empresas tecnológicas innovadoras.
Como indica su nombre, desde Nutrinfant queremos contribuir a mejorar la nutrición infantil con nuevos e innovadores preparados. Y lo hacemos desde una óptica científica, apoyándonos en ensayos clínicos de buena factura y diseño, así como en análisis de laboratorio de las leches infantiles y alimentación complementaria como los cereales y los potitos Nutribén. Nutrinfant también organiza diversos simposios y cursos para contribuir a la formación continuada en nutrición de los jóvenes pediatras españoles. La vigilancia tecnológica y la actualización de la literatura internacional en nutrición infantil, constituye otra de las actividades de la Cátedra.
Desde Nutrinfant queremos contribuir a mejorar la nutrición infantil con nuevos e innovadores preparados
¡Hay tantos temas y preguntas que resolver! Por ejemplo, el de la obesidad infantil que puede prolongarse en edades juveniles y adultas, con el consiguiente riesgo incrementado de enfermedades cardiovasculares. O el uso de fármacos aprobados para su uso clínico en adultos, que se extrapolan al tratamiento de enfermedades infantiles, en las que solo un 30 % de ellos se ha investigado en ensayos clínicos en niños. De hecho, esta necesidad es más perentoria en neonatología, en pacientes críticos o en enfermedades raras o poco frecuentes (Calvo y col., 2018; Peiré García, 2019).
Por otra parte, hay creciente interés de la alimentación infantil en explorar el efecto de los parabrobióticos, probióticos y prebióticos sobre la microbiota intestinal. Se están publicando un creciente número de estudios que relacionan un determinado para/pro/prebiótico sobre el crecimiento y desarrollo infantil, así como en la obesidad en edades tempranas de la vida. La creación en 2017 de la Red Española de Ensayos Clínicos Pediátricos y su incorporación a la red europea Conect-4-Children, favorecerá la investigación de estos temas, prestando más atención a los estudios farmacocinéticos, farmacodinámicos, de eficacia y seguridad de los fármacos indicados en las enfermedades de la infancia.
La creación en 2017 de la Red Española de Ensayos Clínicos Pediátricos y su incorporación a la red europea “Conect-4-Children”, favorecerá la investigación de estos temas
Continuando con el tema de la investigación en España, cabe preguntarse si existe el genio español. Si recurrimos a Don Quijote de la Mancha de Cervantes, El Cristo de Velázquez, La vida es sueño de Calderón o el Guernica de Picasso, la respuesta parece obvia: sí. Más difícil lo tuvo don Marcelino Menéndez Pelayo intentando demostrar la existencia de una ciencia genuinamente española.
En una reciente reunión organizada por el Dr. José Antonio Gutiérrez, director de la Fundación Gadea Ciencia (FGC), se produjo el consabido y repetido debate sobre la ciencia española: inexistencia de una carrera científica, escasez de inversión pública y privada, reducción de los presupuestos de apoyo a la ciencia con la crisis económica (Alemania los incrementó), endogamia en la promoción del profesorado en las Universidades, … qué se yo, tantas historias similares que he vivido y oído durante mis 50 años de trabajo en las universidades de Valladolid, Alicante y Autónoma de Madrid.
El genio científico español existe, pero se lo llevan consigo los miles de jóvenes amantes de la ciencia que, si quieren practicarla con los medios necesarios, se quedan por siempre en los países más avanzados
En el debate de la reunión FGC, un participante se levantó e hizo la pregunta clave: ¿Cuántos Premios Nobel hemos tenido en los 113 años que han transcurridos desde que Cajal lo obtuviera en 1906? La respuesta fue el silencio. Y es que, el genio científico español existe, pero se lo llevan consigo los miles de jóvenes amantes de la ciencia que, si quieren practicarla con los medios necesarios, se quedan por siempre en los países más avanzados. Un ejemplo lo dice todo.
Recientemente, quise incorporar a mi laboratorio del Instituto Teófilo Hernando de I+D del Medicamento, en la Universidad Autónoma de Madrid, al amparo de una convocatoria de la Comunidad de Madrid, a un joven científico. El candidato, que llevaba varios años en los EE.UU., logró la plaza, pero prefirió irse a una universidad parisina con apoyos y condiciones de trabajo mucho más atractivos que los que podíamos ofrecerle aquí. Ante este ambiente de pesimismo, las iniciativas como las de la Asociación Española de Pediatría creando la plataforma de investigación INVEST-AEP son una esperanza. Para pensar.