..Antonio G. García. Catedrático Emérito de Farmacología de la UAM y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
A lo largo y ancho de mis 50 años de actividad universitaria, he tenido la fortuna de contar con colaboradores excepcionales. Una de ellas ha sido la profesora científica, a quien dedico este artículo. Escribir sobre las personas es complicado. Si se las admira, lo es todavía más. Hay que llevar mucho cuidado con los adjetivos; y llegar hasta donde se pueda escudriñando en lo hondo del ser explorado. Llegar a un diagnóstico aproximado, interpretando la radiografía de sus aportaciones para el bienestar y progreso de la sociedad, la universidad y la ciencia universal, es un objetivo alcanzable.
Un día, charlando por el Paseo de Rosales de mi pueblo, la profesora científica me comentó que había terminado su licenciatura de Medicina y que quería hacer la tesis en mi laboratorio, entonces ubicado en la joven Universidad de Alicante. Hizo un buen trabajo básico sobre los canales de calcio que controlan el llamado fenómeno de acoplamiento estímulo-neurosecreción, uno de los pilares químicos del lenguaje que utilizan las neuronas para comunicarse entre sí, y con las células que inervan para regular sus funciones fisiológicas.
En España hay científicos capaces cuyo trabajo y tesón son reconocidos internacionalmente, caso de la profesora científica que aquí describo
La siguiente etapa, ya ubicada en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en el prestigioso Departamento de Farmacología y Terapéutica que creara y dirigiera el profesor Pedro Sánchez García, la llenó con sus estancias posdoctorales en la Wayne State University, EE. UU. (Prof. Arun Wakade), la Escola Paulista de Medicina, Universidad de Sáo Paulo (profesor Aron Jurkiewicz) y el Instituto de Biofísica de Membranas Max-Plank, en Gotinga (profesor Erwin Neher, Premio Nobel de Fisiología o Medicina). Durante esas etapas continuó sus estudios en canales iónicos y mecanismos básicos de neurotransmisión.
A mediados de la década de 1990, la profesora científica sintió la necesidad de desarrollar su propia línea de investigación, centrándose en un campo que se expandía por momentos, a saber: el estudio de los mecanismos implicados en la muerte neuronal y en la búsqueda de moléculas que protegieran a las neuronas frente a esos estímulos letales. Si bien el campo de la muerte neuronal, la apoptosis, el estrés oxidativo y la neuroinflamación pronto serían del dominio de su laboratorio, con un creciente número de colaboradores y numerosas publicaciones científicas en revistas internacionales de calidad, para la búsqueda de nuevas moléculas con potencial neuroprotector tuvo que recurrir a químicos médicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicos (CSIC) y de varias universidades españolas y extranjeras, con los que ha establecido numerosas colaboraciones.
Si se quiere, en España se puede hacer buena ciencia
En las dos últimas décadas, su trabajo se ha desarrollado en el ámbito de la investigación preclínica, pero con un importante componente traslacional. Lo ha enfocado hacia las enfermedades neurodegenerativas, particularmente la enfermedad de Alzheimer, y al ictus. Busca con ahínco una molécula neuroprotectora que enlentezca el avance de estas enfermedades y, para ello, explora las vías de señalización que conducen a la muerte neuronal, con la esperanza de identificar dianas no convencionales con potencial para desarrollar un fármaco neuroprotector. Ardua y complicada tarea.
La colaboración con científicos de dentro y fuera de España ha sido clave para mantener en primera línea el competitivo grupo de la profesora científica. Como lo ha sido la incesante búsqueda de fondos para mantener viva su productividad científica, tanto en Europa como en EE. UU. Pero si la neurociencia ha llenado gran parte de su actividad profesional, también ha hecho aportaciones relevantes en la docencia y la formación de personal investigador.
Hay que sortear obstáculos para hacer buena ciencia, fundamentalmente la excesiva burocracia y la indiferencia de la sociedad por la ciencia
Siempre he considerado que la tarea más importante, socialmente, es la dirección día a día, de un trabajo científico a jóvenes investigadores que quieren doctorarse. La profesora científica ha dedicado grandes esfuerzos a esta tarea, como lo prueba la dirección de decenas de tesis doctorales. Es más, ese apoyo formativo se extiende también a la formación pre y posdoctoral facilitando, con sus numerosos contactos, las estancias de sus jóvenes discípulos en laboratorios de Europa y Estados Unidos. Algunos de esos colaboradores se han quedado en el extranjero indefinidamente, dada la precaria situación de la ciencia española. Otra faceta importante de su actividad docente es la coordinación del Máster Oficial en Investigación Farmacológica, organizado por los departamentos de Farmacología y Fisiología. El máster se imparte en inglés para facilitar la incorporación de alumnos extranjeros.
Me gustaría resaltar, finalmente, la extraordinaria contribución de la profesora científica a la creación y desarrollo, primero de la Fundación Teófilo Hernando y después, al nacimiento y desarrollo del Instituto Teófilo Hernando de I+D del Medicamento de la UAM, que dirige actualmente. Ambas instituciones, que se complementan entre sí, buscan crear en la UAM un Centro Integral del Medicamento.
La paciencia, la determinación y la claridad de ideas han sido los ingredientes que ha utilizado la catedrática de farmacología, profesora Manuela García López
La paciencia, la determinación y la claridad de ideas han sido los ingredientes que ha utilizado la catedrática de farmacología, profesora Manuela García López, para sacar adelante, contra viento y marea, sus proyectos científicos y de formación de personal investigador y de los estudiantes de medicina de la UAM. Hay que tener paciencia porque la burocracia española entorpece la actividad de nuestros investigadores. Hay que tener determinación porque las piedras del camino cansan y, a veces, empujan a muchas jóvenes promesas a ese fatídico pensamiento de “tirar la toalla”. Y hay que tener claridad de ideas para saber dónde estamos, adónde queremos llegar y cuáles son las fuerzas con las que contamos.
La profesora Manuela García reúne estas tres cualidades en abundancia. Si así no fuere, no habría podido llegar a su situación actual de éxito científico y académico, que se ha ganado a pulso en un país que se distingue por ignorar a sus científicos; en un país que abona los recelos y pone trabas a los que, con su esfuerzo y tesón, quieren mejorar el panorama científico español y la universidad española, caso de mi admirada y respetada profesora Manuela García López.