..Hortensia Mateo.
El Dr. Adolfo Gómez, adjunto de Medicina Nuclear del Hospital Universitario 12 de Octubre, ha sido uno de los tantos especialistas que se ha “transformado” y se ha unido a los equipos multidisciplinares para combatir el Covid-19. Una vez pasadas las peores semanas en términos de contagio, confiesa que ahora los profesionales tienen miedo a cómo se va a gestionar la vuelta a la normalidad en el hospital y que no vuelva a haber un repunte de infectados. En esta entrevista a iSanidad reconoce que “los equipos multidisciplinares han permitido atender mejor a los pacientes Covid-19, pero ha provocado que se deje de atender el resto de patologías”.
¿Cómo está siendo el contexto en el Hospital? ¿Se nota una mayor relajación?
Sí, aunque no solo en el 12 de octubre, sino que en toda la Comunidad de Madrid. Las urgencias han bajado significativamente y ya tenemos habitaciones y pasillos libres. Sin embargo, ahora entre los profesionales lo que se percibe es un miedo al repunte ante la relajación. Antes nos asustaba ver cuántos pacientes llegaban cada día, ahora nos preocupa que vuelva a haber un rebrote de contagios. Se ha pasado tan mal y hay tanta población susceptible de infectarse que no podemos relajarnos.
Antes los profesionales tenían miedo a cuántos pacientes venían, pero ahora es a que no vuelva a haber un repunte de contagios y de cómo va a ser la vuelta a la normalidad
¿Cómo crees que será la vuelta a la normalidad una vez hayamos pasado esta situación?
Esta crisis realmente ha paralizado la actividad en los hospitales. No es un problema secundario y no se le está dando mucha visibilidad. Los equipos multidisciplinares han permitido atender a miles de pacientes Covid-19, pero se han dejado de atender a los propios pacientes de cada especialidad y existe preocupación de cómo se va a gestionar la vuelta a la normalidad.
Además, existe miedo de riesgo de contagio dentro del propio ambiente hospitalario, en parte por los pacientes asintomáticos que son complicados identificar y discriminar. Y esto va a provocar que tengamos que reinventarnos con nuevos protocolos y procedimientos que permitan separar estratégicamente áreas de trabajo “limpias” sin pacientes infectados y de las plantas donde haya pacientes Covid-19.
¿Cómo valorarías la existencia de material?
El material no siempre fue el ideal, pero dependía de los días. También hubo diferencias en cuanto a la calidad de este material, donde hemos contado con EPI más o menos profesionales. Sin embargo, principalmente al inicio ha habido mucha falta de material y yo creo que ese ha sido uno de los motivos del alto contagio entre los profesionales porque estaban muy expuestos y había muchos pacientes asintomáticos. Asimismo, recientemente hemos sabido que las mascarillas que hemos utilizado la semana pasada eran defectuosas. En cuanto a los trajes, no había disponibilidad para todos y cada servicio ha tenido que valorar cuántos necesitaba y los pedía contados, numerados. Ha habido mucho cuidado en el uso racional de los materiales porque sabíamos que era escaso.
Tanto Medicina Interna como Neumología se organizaron perfectamente para poder hiperdimensionar todas las plantillas del Hospital
¿Qué fue lo que te motivó a “abandonar” tu puesto en Medicina Nuclear y cuáles los principales retos a los que te tuviste que enfrentar?
Los que no teníamos por nuestro cargo la necesidad de atender a estos pacientes, teníamos un sentimiento raro, no de culpa, pero sí de intentar ayudar. Y la verdad es que ha sido relativamente sencillo incorporarse porque estaba muy bien organizado. Existe un sentimiento de vocación y servicio que tiene la mayoría que se mete en esta profesión. Todo el mundo ha intentado ver cómo podía ayudar. Asimismo, ha habido especialidades como la mía, muy dedicada a pacientes oncológicos, en la que la actividad había caído sustancialmente, mientras que en el resto del hospital estaban desbordados.
En cuanto a los retos, uno fue el respeto al contagio ya que mi especialidad de Medicina Nuclear está muy ligada al ordenador y a estar detrás de una pantalla. Y también miedo al manejo clínico y a los tratamientos con experiencia.
Existe miedo de riesgo de contagio dentro del propio ambiente hospitalario, en parte por los pacientes asintomáticos
¿De qué forma se llevó a cabo la gestión en cuanto a la distribución del trabajo?
Realmente el Hospital ha estado muy congestionado: se ocuparon las 13 plantas en el edificio general y también se habilitaron algunas plantas del edificio de maternidad. Pero tanto Medicina Interna como Neumología se organizaron perfectamente para poder hiperdimensionar todas las plantas. Aquí ha llegado a haber más de 900 pacientes solo con neumonía sin contar los ingresados en la UCI.
Así, se formaron equipos de trabajo, que incluían a dos o tres médicos de diferentes especialidades, residentes o adjuntos, para a atender a 24 o 26 pacientes por cada pasillo, con la ayuda de un especialista en Medicina Interna. Cada internista supervisaba uno o dos de estos equipos multidisciplinares. Esto ha sido fundamental especialmente para especialidades no clínicas como la mía. También contamos con la existencia de protocolos sencillos de preguntas, constantes y parámetros que debíamos monitorizar día a día, y que nos ha facilitado mucho la labor.
Asimismo, también nos hemos dedicado a la carga burocrática como hablar con la familia, pedir una ambulancia o cambiar los tratamientos, mientras que la dirección o el conocimiento en profundidad lo han aportado los internistas. En líneas generales, ha habido una disposición de ayudar sorprendente, donde se ha notado mucha complicidad entre compañeros para facilitar las cosas.
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