..Gema Maldonado.
No es fácil poder robar unos minutos de conversación telefónica al Dr. Ignacio Aguilar, uno de los médicos de atención primaria en el centro de salud El Ejido Norte. La ciudad almeriense es una de las que registra mayor incidencia de Covid-19 y esto se traduce en que el Dr. Aguilar, en un día cualquiera de la semana pasada, haya tratado a 105 pacientes. Por la mañana fueron 65, entre atención telefónica y presencial. Por la tarde sumó 40 más por teléfono. “Las tardes las hago de manera voluntaria, hay que atender a los pacientes”, cuenta desde el coche en los 20 minutos que suele tener para comer.
A través de médicos de atención primaria en barrios con una alta incidencia de Covid-19 dibujamos un perfil de la situación de la atención primaria en España
La historia se repite con otros tres médicos de la zona centro de Valencia, del barrio de Puente de Vallecas en Madrid y de Arinaga (Gran Canaria). Con ellos, tratamos de dibujar la situación que vive la atención primaria en España en en la segunda ola de contagios de la pandemia y, de manera especial, en aquellos centros de salud de zonas en los que se registra una alta incidencia de Covid-19.
Nos deja en espera unos minutos, mientras termina de lidiar con un problema relacionado con una baja médica de un paciente. Es la Dra. Asunción Iturralde en una de sus jornadas en el centro de salud que atiende a los más de 40.000 vecinos del barrio de Patraix, en la ciudad de Valencia. “Es uno de los barrios que más incidencia de Covid-19 ha tenido”, cuenta.
El Dr. Aguilar, uno de los médicos de primaria del centro de saludo El Ejido Norte, puede tratar en un día de la segunda ola de Covid-19 más de 100 pacientes
En su centro trabajan 21 médicos y cinco pediatras, pero no están todos. “Ahora estamos 12, la mitad, entre bajas y vacaciones. Y no hay refuerzos”. ¿Cómo sacan adelante todo el trabajo? “A costa de una dedicación de tiempo de unas 10 horas al día de media. La mayor parte de la actividad se va en Covid, pero la patología crónica se ve también, la que podemos. Todo a costa de mucho desgaste físico y psíquico”, reconoce la también presidenta de SEMG en la Comunidad Valenciana.
A 2.000 kilómetros de distancia, la situación de los médicos de familia estos días no cambia mucho. “Estamos trabajando a destajo”, cuenta el Dr. Javier Luño Comps. Es médico en el consultorio de Playa de Arinaga, dependiente de la zona básica de salud de Agüimes (Gran Canaria). Allí trabajan cuatro médicos con un cupo “sobredimensionado” de 1.800 pacientes por médico, pero uno de ellos está de vacaciones.
De los 21 médicos y pediatras de primaria del centro de salud de la Dra. Iturralde, están disponibles la mitad en el inicio de la segunda ola de Covid-19. Sacan el trabajo adelante a cosa de jornadas de 10 horas
Sus otros dos compañeros se han incorporado recientemente: uno para sustituir a un recién jubilado al que la gerencia no le prologó la prórroga para seguir trabajando; el otro, “para sustituir a otra compañera interina que renunció por la sobrecarga de trabajo”, cuenta. Cada uno ve una media de 50 pacientes agendados al día y todas las urgencias y pacientes sin hora que llegan “y que tienes que ver, es centro de atención continuada y no abre por la tarde”, cuenta.
A toda esta labor se añade, en muchos casos, tareas de rastreo, ya que “el grupo de rastreadores de la gerencia no dan abasto, así que muchas veces rastreamos a la propia familia de un positivo. Hemos pedido más rastreadores porque son una pieza fundamental”, explica el Dr. Luño.
En Arinaga, Gran Canaria, el Dr. Luño y los otros tres médicos de primaria de su consultorio hacen tareas de rastreo de contactos Covid-19 pese a tener un cupo de 1.800 personas cada uno
La importancia de la figura del rastreador la ha podido comprobar el Dr. Aguilar en El Elejido. En su centro de salud son 15 médicos y, actualmente, faltan cuatro. Hasta hace tres semanas, se encargaban también de estudio de contactos. Los dos rastreadores de Salud Pública estaban desbordados.
Buscarlos, citarlos, hacerles las pruebas, darles resultados y bajas eran tareas del Dr. Aguilar y de sus compañeros. Y no es tarea fácil en una zona en la que el virus ha entrado en barrios y poblaciones económicamente muy desfavorecidas, como cuenta el doctor, que también es vicepresidente de SEMG en Andalucía. “Muchos pacientes te dicen que no pueden hacer aislamiento porque comen de lo que cobran al día. Tenían que elegir entre morirse de Covid o comer”, detalla. A principios de septiembre llegaron cinco rastreadores a su zona básica, “y eso nos ha salvado la vida”, cuenta aliviado, “el éxito frente al virus son los rastreadores, y si no, mira Italia”.
Dr. Aguilar: “Muchos pacientes te dicen que no pueden hacer aislamiento porque comen de lo que cobran al día. Tenían que elegir entre morirse de Covid o comer”
Todos coinciden en que la situación que carga de trabajo que viven en la atención primaria no es nueva. Pero con el coronavirus que, además se está ensañando con los barrios donde se ubican sus centros de salud, coinciden en que la situación se ha desbordado.
El Dr. Luño, en Gran Canaria, junto a otros compañeros que se han unido en plataformas, trasladaron la semana pasada sus necesidades al nuevo gerente de Atención Primaria de Gran Canaria. Quieren que cambien cosas, ya que, “la precariedad y la temporalidad es tremenda“, señala, y muchos pacientes que necesitan una cita presencial “se las están dando para una semana después”.
Los médicos coinciden en que la situación de primaria no es nueva, pero con el Covid-19 se ha desbordado
Puente de Vallecas es el distrito con mayor incidencia de coronavirus en la ciudad de Madrid y una de los sometidos a restricciones a la movilidad. Allí trabaja la Dra. Inmaculada Parrilla, en el Centro de Salud Rafael Alberti. La zona que cubre este centro ha presentado una incidencia de 1048 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días. La Consejería de Sanidad la incluyó el viernes en las ocho nuevas zonas básicas de salud con restricciones.
Su día a día en estas semanas empieza más temprano de lo habitual y termina más tarde. “Llegas, abres la agenda, ves todo lo que hay y dices ¡madre mía lo que tengo: 60 pacientes! Y lo peor es que a lo largo de la mañana se van forzando más problemas”, relata. “Hay momentos que suenan los tres teléfonos a la vez”. Se refiere a los dos fijos que tiene en su consulta y a su móvil personal, al que acuden las enfermeras que salen a domicilio si necesitan algo de ella.
Dra. Parrilla: “Llegas, abres la agenda, ves todo lo que hay y dices ¡madre mía lo que tengo: 60 pacientes! Y lo peor es que a lo largo de la mañana se van forzando más problemas”
La patología crónica vuelve a estar muy presente en su día a día. Cuenta que este tipo de pacientes aguantaron sin acudir al médico durante la primera ola. Cuando se retomó la actividad de los especialistas, muchas citas se perdieron por no localizar al paciente o porque este prefirió no acudir por miedo al contagio. “Ahora están peor de sus dolencias, no aguantan más y vienen. Además de los casos infectados, los contactos, los que vienen de los colegios, las bajas laborales y las empresas, que muy pocos servicios de riesgos laborales hacen las PCR y mandan los aislamientos. Todo acaba en la agenda del médico de atención primaria”.
En su centro de salud echan de menos refuerzos de todo tipo, no solo médicos. Cada mañana, una o dos administrativas se ponen en la puerta a primer ahora para cubrir los puestos de las enfermeras que habitualmente hacen este triaje. A esa hora, ellas están haciendo analíticas para después comenzar con las PCR. Están haciendo más de 100 al día. En ese rato, las administrativas no pueden coger los teléfonos, que no paran de sonar. Y, a la vez, lidian con situaciones complejas, “alguna gente se encara con ellas”, apunta la doctora.
La zona que atienden los médicos de primaria del centro de salud Rafael Alberti, en Puente de Vallecas, es una de las que se ha sometido a restricciones a la movilidad por su alta incidencia de Covid-19: 1048 casos por 100.000 habitantes
Situaciones así también las ha vivido la Dra. Parrilla, cuando ante una urgencia frente a su centro de salud acudió con el pijama de trabajo y la increparon por “ir contagiando a todo el mundo”, o cuando se ha tenido que poner el EPI en algún portal antes de subir a ver a un paciente de Covid-19 “y algún vecino te ve y te pone verde”, cuenta. El miedo se deja ver de muchas formas. “Hay gente que viene histérica porque les amenazan con despedirlos o no pagarles si no llevan la baja por cuarentena. Otros vienen a la consulta llorando por temor a llevar la enfermedad del trabajo a casa”.
Hay presión para todos, aunque asegura que en el equipo del Rafael Alberti “nadie ha dado un paso atrás, todos nos ayudamos”. Pero la salud física se resiente con dolores de cuello y de espalda. Y el enfado, a veces, aparece. “Entonces voy a la consulta de al lado, me desahogo diez segundos y vuelvo. Pero, en general, estamos bien. En mis compañeros no he detectado a ninguno que haya tirado la toalla. Pero me consta que hay otros compañeros de baja por depresión”, reconoce la Dra. Parrilla.